IV. Dualidad
Tenía seis años cuando conocí a mis dos primeros amigos. Sus nombres eran Ethan y Marianne, dos hermanos gemelos que eran dos años mayores, y solían ir a jugar al mismo parque al que yo iba, frente al hospital donde pasé la mayor parte de mi infancia. Para mi era curioso ver cómo un niño y una niña tenían el mismo rostro y las mismas expresiones, por lo que sólo podía diferenciarlos por el largo de su cabello o su forma de vestir... «"¡No debes ser impaciente, espera tu turno!"», solían decirme. Debí ser un compañero de juego bastante fastidioso para ellos, pero aún así pasamos mucho tiempo juntos, y fue por ellos que noté que algo no estaba bien conmigo.
«Marianne: Te regalo esto.» - me dijo mientras sacaba algo de su pequeña maleta - «Es la rosa más roja del jardín de nuestra casa, para que nos recuerdes luego de irnos.»
Había olvidado lo difícil que fue para mi ese día. Mis amigos se irían sin mi y no podía hacer nada para evitarlo. Al parecer se mudaban fuera del país, o eso me dijeron las enfermeras. Lo único que me quedó de ellos fue la flor que me dio Marianne. Solía verla en las noches en su pequeño frasco de cristal con agua, como si esperara a que me dijera algo sobre ellos, pero lo que recibí fue un espectáculo de colores, donde pequeños hilos azules y amarillos que subían a través del tallo para bailar al interior de los frágiles y bellos pétalos rojos. Ninguna de las enfermeras podía ver lo que yo veía, así que elegí guardar el secreto por temor a ser sometido a otras pruebas...
«Marianne: Te regalo esto.» - me dijo mientras sacaba algo de su pequeña maleta - «Es la rosa más roja del jardín de nuestra casa, para que nos recuerdes luego de irnos.»
Había olvidado lo difícil que fue para mi ese día. Mis amigos se irían sin mi y no podía hacer nada para evitarlo. Al parecer se mudaban fuera del país, o eso me dijeron las enfermeras. Lo único que me quedó de ellos fue la flor que me dio Marianne. Solía verla en las noches en su pequeño frasco de cristal con agua, como si esperara a que me dijera algo sobre ellos, pero lo que recibí fue un espectáculo de colores, donde pequeños hilos azules y amarillos que subían a través del tallo para bailar al interior de los frágiles y bellos pétalos rojos. Ninguna de las enfermeras podía ver lo que yo veía, así que elegí guardar el secreto por temor a ser sometido a otras pruebas...
¿Por qué será que las personas recuerdan su pasado cuando sienten que la muerte está cerca?
[...]
«???: Tu respuesta es...»
En un parpadeo, los niños eliminaron la distancia que había entre ellos y Adam, quien no tuvo ninguna oportunidad de reaccionar.
«???: Correcta.» - dijo la niña, mientras ambos tomaban su mano derecha.
La respiración de Adam se congeló por un momento, y sus piernas cedieron ante el temor sin ningún control, hasta dejarlo de rodillas, con sus ojos a la altura del rostro de los dos pequeños. Luego de algunos segundos, los niños pasaron tomando las manos de los demás, que yacían aterrorizados a su lado.
Mientras eso sucedía, Adam notó que en su pulgar derecho había una pequeña marca de dos estrellas juntas.
«Adam: ¿Qu- qué es esto?»
Los dos niños ignoraron aquella pregunta plagada de nervios y se dirigieron de nuevo hacia la gran salida. Un fuerte temblor sacudió el lugar cuando empujaron las puertas, y el sonido de las paredes de piedra resquebrajándose hacían creer a los chicos que un nuevo problema se avecinaba, pero todo se detuvo luego de un par de segundos cuando estuvieron abiertas por completo.
«???: Podrán salir...»
«???: Podrán regresar.» - dijeron los niños antes de desaparecer entre el brillo de la luz que entraba desde el exterior.
[...]
«Sarah: Todo terminó, ¿verdad, Silver?» - preguntó luego de que pasaran varios minutos sin que ninguno hubiera reaccionado.
«Adam: Todo está bien...» - fue lo único que pudo decir.
Adam no podía responder a esa pregunta con seguridad. Todo lo sucedido hasta ese momento carecía de explicación alguna, pero tampoco dejaría que sus compañeros se quedaran estancados en el choque emocional que acababan de vivir, y sabía que no era el mejor momento para quedarse quietos.
Junto a Sarah, quien era la que mejor se encontraba, empezaron a ordenar todo y ayudar a sus compañeros a reponerse para así poder avanzar.
«Sarah: Vamos chicos, debemos salir y buscar ayuda.» - les dijo mientras daba el primer paso hacia la salida.
Los demás la siguieron, pero Isaac se detuvo a mitad de camino. Aunque ninguno quiso comentar nada acerca de lo sucedido, en su rostro aún se veía el miedo que había alcanzado todos los rincones de su ser.
Los demás la siguieron, pero Isaac se detuvo a mitad de camino. Aunque ninguno quiso comentar nada acerca de lo sucedido, en su rostro aún se veía el miedo que había alcanzado todos los rincones de su ser.
«Akane: Todo está bien, pequeño.» - le dijo mientras le ofrecía su mano - «No nos quedemos atrás.»
Aquella calidez trajo de regreso la calma suficiente para poder continuar.
Aquella calidez trajo de regreso la calma suficiente para poder continuar.
«Isaac: Debemos continuar juntos.» - pensó.
Pero al llegar junto al resto del grupo, la tranquilidad que había recuperado se perdió entre el viento que sopló su cara y la confusión que envolvió ese instante. La luz del sol iluminaba todo el lugar, que presentaba ante ellos un gran enigma... al parecer nada había terminado.
«Andy: ¿Q-qué significa...?»
Frente a ellos se podía ver un sendero de piedra que descendía por la ladera de la colina sobre la que se ubicaba el gran salón en el que estuvieron antes, desde donde pudieron ver un paisaje irreconocible, que no tenía similitud alguna con las instalaciones de Binary-S, que es donde "se supone" deberían estar.
«???: Vaya, al fin salen.» - una interrupción inesperada e indeseada.
Adam se agachó con rapidez y tomó una piedra. Volteó su mirada hacia el lugar del que provenía la voz y agitó su brazo para arrojarla, pero se detuvo en el último segundo al notar que quien les hablaba era un anciano de piel bastante pálida que estaba recostado en la pared junto a la gran puerta, mientras se cubría de sol con una túnica azul con bordeados dorados.
«Adam: ¿Quién es usted?» - gritó.
«???: Hey, tranquilo» - respondió - «Sólo vine a esperarlos.»
Empezó a levantarse mientras se apoyaba en un gran bastón de madera que tenía una notoria joya incrustada en la parte superior.
«???: Aaah... Mi nombre es Alzir. Los pequeños me informaron que habían algunos "visitantes" en el Salón Tejat, así que vine amablemente a recibirlos.» - dijo esbozando una sonrisa - «Espero que hayan tenido un agradable encuentro con ellos.»
El aire se hizo pesado de un momento para otro, y el odio que se podía sentir se materializó con un violento grito:
«Isaac: ¿Agradable?» - dijo mientras le arrebataba de las manos la piedra a Adam y se la lanzaba al misterioso hombre - «¿Te estás burlando de nosotros?»
Pero toda esa ira en la atmósfera se dispersó en un segundo. Alzir dejó salir un gran suspiro, y con un sutil movimiento de su bastón, le trajo a todos el recuerdo del temor que recientemente habían conocido.
«Alzir: Pensé que había quedado claro que sólo venía a recibirlos... amablemente.» - dijo con un tono bastante sereno, que contrastaba con la inquieta y atemorizada mirada de los demás.
Y no era para menos. La roca que Isaac acababa de lanzar, y que se dirigía con furiosa precisión al rostro del anciano, se había convertido en polvo justo antes de llegar a su objetivo.
«Alzir: La imprudencia no es bien recibida por aquí.» - dijo mirando fijamente a los ojos de Isaac - «Pensé que Wass y la pequeña Sath lo habían dejado claro.»
Por un instante, lo único que se pudo escuchar fue la agitada respiración de los chicos y el viento que refrescaba la calurosa tarde, que difería con el frío sudor que recorría sus cuerpos.
«Sarah: Vaya vaya, y... ¿a qué se debe el honor de su espera, señor Alzir?» - preguntó mientras daba un paso al frente, ocultando sus verdaderas emociones tras su típica sonrisa desafiante.
«Alzir: Ohh... maravillosa actitud, señorita-»
«Sarah: Sarah Spring *fiu fiu*.»
«Alzir: Señorita Spring.» - replicó haciendo una gentil venia - «No es usual tener visitantes a través de la vieja sala... realmente nadie había llegado por ahí, nunca... Pero eso es una historia para después.» - dijo a la vez que se acercaba.
Adam se interpuso rápidamente entre ellos con el fin de proteger a Sarah de cualquier cosa que pudiera pasar, pero ella lo detuvo a mitad de camino sujetando su brazo.
«Sarah: Tranquilo, Silver.» - le dijo en voz baja - «Ya viste lo que pasó con Isaac. No debes ser impaciente.»
«Alzir: ¿Algún problema, señorita?»
«Sarah: No es nada.» - respondió sonriendo mientras se adelantaba - «Sólo es mi compañero Adam siendo descortés.»
«Alzir: Oh, un gusto conocerlo, joven Adam.» - dijo mientras lo observaba de arriba a abajo - «Es comprensible la desconfianza si lo primero que ves al llegar es a dos niños que no saben hablar bien.» - soltó una fuerte carcajada.
«Adam: El gusto es mío. Lamento la intromisión.» - contestó.
Él pudo observar el temor en los ojos de Sarah y entendió la magnitud del esfuerzo que ella hacía con el fin de lograr el mejor desarrollo de la situación, por lo que tomó una actitud amable y se retiró hacia donde estaban sus otros compañeros.
«Alzir: Lamento todas las molestias» - dijo mientras les daba la espalda y empezaba a descender por el sendero pedregoso - «pero por el momento debo pedirles que me acompañen. Cualquier duda que tengan podrán resolverla en el lugar al que debemos ir.»
«Sarah: No tenemos otra opción.» - le dijo con voz baja a los demás.
Todos siguieron a Alzir, iniciando así una silenciosa caminata hacia lo desconocido.
[...]
Habían pasado casi veinte minutos desde que empezaron a caminar, y el silencio había sido el protagonista en todo ese tiempo. Eso le permitió a Adam ordenar sus ideas sobre un detalle que había llamado su atención.
«Adam: Cuando Isaac lo atacó y la piedra se deshizo en el aire, la joya que está incrustada en el báculo del viejo brilló suavemente.» - pensó - «Cuando se activó, pude ver que los colores que emitía el interior de la gema eran muy similares al compuesto NX3 luego de que se le hicieran los ajustes moleculares para el último experimento... ¿Será posible que-»
«Alzir: ¡Bien, ya casi llegamos!» - irrumpió con tono animado.
La atención de Adam se dirigió inmediatamente al fantástico escenario que se posaba ante sus ojos.
«Andy: Esto definitivamente no es Binary-S... tal vez ni siquiera sea nuestra ciudad.» - exclamó sorprendida.
Un lugar en el que la tecnología a la que ellos estaban acostumbrados al parecer no existía los llenó de inquietud. Grandes casas y edificios brillantes eran rodeados por hermosas carreteras que se hechas de algún material que se asemejaba al cristal daban la impresión de que era un sitio desarrollado y próspero.
«Sarah: ¿Dónde estamos exactamente?» - preguntó confundida.
«Alzir: Oh, señorita Sarah. Estamos en Vennati, la capital de la región Gémini.»
Aunque era algo sorprendente, los chicos habían asimilado que aquel sitio en el que estaban estaba lleno de cosas inexplicables, por lo que asumieron una actitud receptiva y serena con el fin de no terminar colapsando por la excesiva carencia de lógica.
[...]
Siguieron avanzando en silencio, siguiendo la ruta que Alzir tomaba. Cada lugar al que dirigían su mirada les permitía observar nuevos detalles que servía para recoger información.
«Isaac: Su piel es tan blanca como la del viejo.» - dijo mientras veía a las personas que pasaban junto a ellos.
«Akane: Y se visten de manera similar.» - añadió al notar que todos usaban largos sacos de colores, que se asemejaban a un gabán.
Pero había un detalle que resaltaba sobre todos.
«Sarah: Oye Silver, ¿eso no es...?»
«Adam: Si.»
Ambos hacían referencia a un notorio brazalete que todas las personas usaban, y del que destacaba un botón amarillo que tenía una distintiva marca en el centro, similar al 2 de la numeración romana.
«Adam: No hay duda, ese es es el emblema de Géminis del zodiaco griego.» - respondió - «¿Qué podrá significar?»
«Alzir: Este es el final de mi camino.» - dijo al detenerse.
Con estas palabras, los chicos dirigieron su atención a aquel anciano que los había llevado hasta ahí, y se dieron cuenta que estaban frente a una gran puerta blanca, hecha de un material similar al mármol, que tenía grabado el mismo símbolo que habían visto hace unos momentos.
«Alzir: Estas son las Puertas Gemelas, la casa principal de la ciudad. Hasta aquí los puedo acompañar.» - dijo mientras les señalaba la impresionante estructura - «Desde aquí avanzarán junto a mis amables compañeros.» - concluyó riendo.
Todos dirigieron su mirada hacia Alzir que se alejaba de ellos regresando por el mismo camino por el que habían llegado, hasta que un par de voces familiares atravesaron sus oídos como un millar de agujas.
«???: Bienvenidos...»
«???: De nuevo.»
Eran Sath y Wass, los dos niños que habían enfrentado antes.
«Isaac: N-no de nuevo.» - dijo asustado.
Los pequeños ignoraron su reacción y se dirigieron hacia las grandes puertas, las cuales empujaron tranquilamente como si se tratara de dos hojas de papel.
«Wass: Por favor...»
«Sath: Pasen.»
Sus voces hacían eco en el largo pasillo que se empezaba a ver tras ellos.
«Wass: Nuestros señores...
«Sath: Los esperan.»
...