lunes, 19 de abril de 2021

Fragmentos

XIII-A. Fragmentos


Auge


El verano había quedado atrás, dando lugar a la llegada de las frías brisas de otoño. El señor Alphcam nos había enviado a patrullar el inmenso entramado de caminos rocosos que se habían formado al interior del Cañón de Lepus, cerca de la frontera con la región de Cancri.

Los informes de los centinelas de la zona mencionaban que un grupo de mercenarios estaba utilizando los caminos subterráneos para movilizar de forma irregular algunas armas y piedras catalizadoras. Su objetivo era desconocido, por lo que el señor Alphcam nos asignó la misión de recuperar el control del sector y acabar con cualquier anomalía, ya que cerca de este lugar se encontraba la ciudad de Rayet, el puerto más importante de Sirio. El viaje desde la capital tardó poco más de diez horas, y para la noche ya estábamos ubicados en una de las posadas de aquel lugar.

«???: Preparen todo y descansen bien. Partiremos con la primera luz del día. Ustedes tres dormirán al fondo y yo me quedaré con Adhara».

Esa era Furudel, la líder de los Guardianes, y la persona más fuerte entre nosotros. Su voz autoritaria contrastaba con su frágil y delicada apariencia. Vestida con una túnica roja de anchas mangas blancas, aquella mujer parecía una bella figura de porcelana, cuya tez morena clara combinaba a la perfección con sus brillantes ojos color miel y su ondulado cabello castaño.

Todos atendimos sus instrucciones y nos dirigimos a nuestros lugares.

«???: Oye, Muli. ¿No crees que el señor Alphcam exagera al encargarnos esto a los cinco?»

Mirzam habló cuando estábamos por entrar a nuestra habitación. Él era lo más cercano a un "mejor amigo" que pude tener. Habíamos estado juntos desde que ingresamos como hechiceros al ejército de Sirio, e incluso, nuestro nombramiento como Guardianes se hizo al mismo tiempo.

«Mirzam: Digo, se supone que son simples mercaderes que est-»

«???: ¿Estás cuestionando las órdenes de mi señor?»

Aquellas frías palabras que irrumpieron llegaron acompañadas de dos espinas de hierro que se formaban frente a Mirzam.

«C-calma, Wezen. Sólo es un comentario» - le dije - «Además, ¿no crees que es bastante raro?»

Wezen era el quinto de los Guardianes, y el más joven de todos. Provenía de una familia importante de la zona oeste de Cancri, pero se había unido a Sirio gracias a su madre, que era originaria de la región. Era un ferviente seguidor del señor Alphcam, y no toleraba nada que fuese contra él.

«Wezen: Uhm... desde una perspectiva común, puede considerarse un esfuerzo innecesario el movilizarnos a los cinco guardianes, pero si el señor Alphcam lo ha ordenado así, es porque, en su inmensa sabiduría, considera que es lo mejor».

Con el fin de evitar cualquier problema, Mirzam y yo nos quedamos en silencio y dejamos que la conversación muriera ahí, mientras ordenábamos todo para dormir.

[...]

Tal como Furudel lo ordenó, estuvimos de pie a las afueras de la posada antes de que el sol se asomara por completo. Tardamos casi una hora en llegar al punto fijado para iniciar la misión, cerca al gran cañón. Ahí, nos detuvimos para definir algunos detalles de la exploración. Acordamos formar dos grupos y señalamos las rutas que cada uno debía recorrer.

«Mirzam: Adhara y Muli deberían ir al oeste para rodear la zona por los caminos abiertos. Los demás avanzaremos por las colinas del este para tener una perspectiva más amplia del lugar.

Furudel asintió y partieron junto a Wezen sin mediar palabra alguna. Antes de desaparecer entre las rocas, Mirzam volteó para mirarme con una sonrisa pícara que delataba su verdadera intención.

«Adhara: Oye, deberíamos avanzar también» - dijo antes de emprender el camino.

Sin contestar nada avancé tras ella. No había forma de no estar nervioso, aunque algo en mi interior agradecía la traviesa jugada de mi amigo, pues me daba tiempo para estar con ella... Si, él conocía mis sentimientos hacia Adhara, y también estaba al tanto de lo cobarde que podía llegar a ser cuando de estas situaciones se trataba.

«Así que el grandioso archimago que está cerca de dominar la misteriosa línea del firmamento, poseedor de las distinguidas Puertas del Vacío y honorable guardián de la Casa Majoris ha sido cautivado por la Reina del Aire» - solía decir Mirzam cada vez que quería molestarme, pero no tenía forma de contestar a eso, pues no había día en que los brillantes ojos negros que resaltaban en el hermoso y pálido rostro de Adhara no se robaran toda mi atención.

«Adhara: Espera» - susurró.

Habíamos llegado a una pequeña planicie rodeada de árboles y paredes rocosas desde la que divergían varias rutas pedregosas que se internaban aún más entre los oscuros muros del gran cañón. De un momento a otro, empezaron a escucharse ruidos a nuestro alrededor, anunciando la emboscada en la que acabábamos de caer. Un centenar de personas se ubicaban en la parte alta, desde donde nos apuntaron con sus arcos. Sin dar lugar a las palabras, todos descargaron sus flechas hacia nuestra posición. Adhara tomó mi mano y nos teletransportó una corta distancia, dejándonos frente a la entrada de uno de los caminos. De inmediato notamos que no nos enfrentábamos a simples mercaderes ilegales, pues el sonido que hicieron las flechas al impactar el suelo y su efecto elemental era distintivo de las armas de los caballeros magos.

«Adhara: ¡Rápido, envía la señal de alerta!» - dijo mientras corríamos.

Levanté mi báculo y lancé hacia el cielo una brillante bengala azul para indicarle a Furudel y los demás que estábamos bajo ataque. Sin embargo, la pequeña bola de luz se vio frenada por una extraña barrera que impedía que la señal alcanzara la altura necesaria para que fuera vista en el exterior, así que sólo quedaba seguir huyendo.

Luego de varios minutos nos encontramos con que la ruta que llevábamos terminaba frente a un inmenso muro de piedra, convirtiéndose en un callejón sin salida. Aunque nuestro poder de batalla era bastante grande, la cantidad de enemigos a enfrentar y la posición en la que estábamos nos ponía en una desventaja difícil de manejar. Adhara también contaba con su habilidad espacial, pero necesitaba un tiempo para prepararla, lo que hacía imposible su uso pues aquellos hombres estaban cada vez más cerca de nosotros.

Habíamos quedado sin escapatoria. Nuestra única opción era luchar, aunque todo estuviera en nuestra contra. Sólo podía pensar en que sería un mal final pues significaría un gran fracaso para Sirio, pero lo que más me pesaba era no haber sido capaz de decirle a Adhara lo que sentía por ella. Parecía bastante tonto poner mis lamentos personales sobre los intereses de toda una región, y más sabiendo que el señor Alphcam había confiado en nosotros como una de sus fuerzas principales. Pero bueno, las cosas aún no acababan, y si ese lugar se iba a convertir en un campo de batalla, quería entrar a él sin arrepentimientos.

«¡Adhara!» - dije exaltado mientras miraba sus profundos ojos negros - «Sé que no es el mejor momento para decir esto, pero en caso de no tener otra chance, quiero que sepas que estoy muy feliz...» - ¿No podía elegir mejor las palabras? Era increíble lo idiota que podía llegar a ser. Quería salir corriendo y lanzarme contra los enemigos para que desaparecieran cualquier rastro de mi vergonzosa existencia.

«Adhara: Tienes razón, no es el mejor momento para decir eso» - dijo mientras dejaba salir una bella sonrisa. No había forma de no quedar atrapado en ella. Su blanco rostro de rasgos finos y delicados, bordeado con su brillante cabello negro, formaban una imagen que merecía un sinfín de agradecimientos a los primeros astros por formar un mundo apto para que naciera una mujer cuya existencia era el sinónimo más acertado para la perfección. 

Escuchar los intensos pasos de los enemigos acercándose me trajeron del sutil lapsus en el que había caído al verla. Sujeté mi báculo con fuerza y reuní de nuevo todo el valor necesario para intentarlo una vez más.

«Estoy muy feliz de ser uno de los Guardianes, porque gracias a esto mis ojos pudieron apreciar a la estrella más brillante del firmamento. Todos los días pude ver cómo se hacía más reluciente y hermosa, admirándola desde lejos mientras susurraba su nombre para alegrar mi corazón, y aunque sólo haya sido un distante observador, ni siquiera la eternidad me alcanzaría para agradecerle a la vida por cruzar mi camino con el tuyo...»

Ella se quedó en silencio un momento, y sin mirarme dejó salir un profundo suspiro.

«Adhara: ¿Te arrepientes de algo?»

«Sólo me arrepiento de no haber dicho esto antes. Tener que esperar a una situación como estas es-»

«Adhara: ¡No!» - irrumpió - «Este fue el momento elegido por el destino, y ahora servirá de impulso para salir de esto, ¿no crees?»

No entendía cómo podía hablar con tanta dulzura cuando la muerte acariciaba nuestros cuellos con su gélida hoz.

«Adhara: Además... quiero estar más cerca de quien me observa desde la distancia» - susurró mientras entrelazaba suavemente su mano izquierda con mi mano derecha.

Sujeté con firmeza a la mujer a quien le había entregado mi alma, y con decisión miré hacia el frente, preparado para proteger su vida a toda costa. En ese instante fuimos rodeados por nuestros desconocidos y ruidosos enemigos, quienes entre el bullicio preparaban un nuevo ataque desde la cima de los muros. 

De repente, Adhara dirigió sus ojos hacia el cielo, dibujando en su rostro una confusa expresión que llamó mi atención. Cuando miré lo que sucedía, pude ver como una pequeña figura vestida de rojo sobrevolaba el lugar, al tiempo que una tenue nevada empezaba a caer.

«???: ¡¡¡Tercer canto glacial: Bosque de Quíone!!!

En un segundo, un centenar de inmensos árboles de hielo se levantaron sobre la parte alta de las paredes rocosas, y repentinamente el ruido de los mercenarios había sido reemplazado por un silencio ensordecedor.

«Adhara: F-Furudel...»

«Furudel: ¡¡Ya pueden subir!!» - gritó mientras nos saludaba con su mano derecha.

Luego de un momento, Adhara nos teletransportó a la cima, donde pudimos ver el escabroso paisaje que nuestra líder había dejado. En los robustos y cristalinos troncos de aquellos árboles gigantes yacían congeladas todas las personas que nos perseguían, quienes aún seguían con vida, pues se podía ver cómo movían sus ojos con desesperación.

«???: Esto... ¿Puedo deshacerme de ellos?» - se escuchó a nuestra espalda.

De inmediato giré para ver de dónde provenía aquella voz. Era Wezen, que caminaba lentamente hacia nosotros junto al sonriente Mirzam.

«Furudel: Uhm, está bien».

Wezen juntó sus manos, y luego de estar un momento en silencio, levantó su brazo derecho.

«Wezen: Técnica superior: Trance» - susurró.

Un simple chasquido de sus dedos bastó para desaparecer el extenso bosque. Tanto el hielo como los enemigos congelados al interior de éste se transformaron en un cúmulo de agua y sangre que se dispersaron por el pedregoso suelo del lugar, tiñendo de rojo aquella zona del gran cañón. Aún era impactante observar la técnica que le permitía moldear a su antojo la composición y el estado de la materia de un elemento, dándole la forma y consistencia que deseara.

«Mirzam: Me alegra saber que llegamos a tiempo». 

«Wezen: Fue buena idea separarnos. Si los cinco hubiésemos caído en la trampa, el resultado podría ser otro».

«Furudel: Si, tienes razón. Esos tontos estaban preparados para nuestra aparición, pero se enfocaron totalmente en el frente y dejaron descubierta su espalda...» - dijo antes de que el silencio y la duda nos cobijaron por unos segundos.

«Mirzam: Pero bueno, ya pensaremos en eso... ¡Por ahora sólo admiremos el inesperado resultado!» - irrumpió animado mientras nos señalaba a Adhara y a mi, que aún seguíamos tomados de la mano.

«Furudel: Ohhh.... así que al fin pudiste hacerlo, Adhara».

No entendí lo que acababa de escuchar. Por un segundo la confusión se adueñó de mí, y mi corazón latió con tanta fuerza que parecía que en cualquier momento saldría corriendo de mi pecho.

«Adhara: N-no... Él lo dijo primero».

«Mirzam: ¡Mi valiente Muli!» - dijo entre risas, a la vez que los demás se acercaban y nos daban extrañas felicitaciones por estar juntos.

La vergüenza me invadió en un instante, pero cuando intenté soltarme, ella apretó mi mano y me miró sonriendo. Estar frente a las puertas de la muerte había dado inicio a nuestra historia.

...

Regresamos con calma a la ciudad, y luego de descansar durante la tarde, nos reunimos en la noche para ordenar nuestro retorno a la capital. La alegría y emoción de los sentimientos desbordados nos hizo ignorar todo lo ocurrido, y sólo pensamos en regresar a reportar el éxito de nuestra misión al señor Alphcam.

La investigación indicó que todo había sido organizado por un alto mando del ejército de Cancri, quien al parecer había desertado y robado parte del arsenal militar para apoderarse de la ruta comercial del puerto de Rayet. A raíz de esto se dieron una serie de conversaciones y discusiones, lo que al final terminó con una forzada disculpa por parte del señor de aquella región.

Nunca imaginamos que ese hecho aparentemente aislado sería el primer anuncio de la catástrofe que enmarcaba nuestro futuro...

...


Euforia


«¡¡C-Cásate conmigo!!»

Extendí mi mano ofreciéndole una brillante sortija blanca que había forjado usando como núcleo un trozo de mi cetro. 

Lo habían llamado "Báculo de la Luna", y aunque me parecía un nombre demasiado extravagante, se popularizó rápidamente, así que no quedó más remedio que aceptarlo. Lo obtuve cuando logré enlazarme totalmente a la línea elemental sidérea, o "línea del firmamento" como también era conocida. Mi eos, mi alma y mi energía vital se materializaron en forma de aquel báculo, que brillaba con el mismo esplendor de la luna que adornaba el cielo de aquella noche. 

Por eso construí el anillo usando un fragmento de este, pues era la mejor forma de mostrarle que había elegido entregarle todo lo que yo era...

Adhara tomó la sortija y observó su albo brillo en silencio por unos segundos. Pude notar como una pequeña lágrima plateada se deslizaba por su mejilla izquierda. Mis ojos siguieron su descenso hasta que ésta perdió su forma al encontrarse con su hermosa sonrisa. El profundo suspiro que dejó salir detuvo mi corazón, pero el suave beso que me dio bastó para regresar a la vida.

«Adhara: Es gracioso... llevamos ya casi cinco años juntos, y aún hablas agitado y nervioso, como ese complejo día en el Cañón de Lepus» - dijo mientras se ponía el anillo en su mano derecha - «Pero al igual que en aquel entonces, siempre vas un paso delante de mi».

Lentamente sacó una pequeña caja de uno de los bolsillos de su vestido, para luego entregármela. En ella había un brazalete hecho de pequeños y relucientes cristales dorados. Al verlos, me di cuenta de que los había tomado de su Daga Anemoi, la cual obtuvo cuando logró dominar la línea elemental del aire. 

«Adhara: ¿Quieres casarte conmigo?» - susurró, al tiempo que amarraba la pulsera en mi mano izquierda.

Nos miramos a los ojos durante unos instantes antes de echarnos a reír. No era necesario decir algo, pues nuestros actos habían sido más claros que cualquier palabra. En silencio, y sentados al borde del inmenso risco conocido como el Mirador del Cazador, observamos cómo la luna plateada empezaba a asomarse mientras el ocaso pintaba de naranja toda la planicie donde se ubicaba Alvan, la ciudad capital de la región de Sirio.

Tomé su mano buscando calma, pues la emoción llenaba mi pecho y mi pulso estaba a punto de colapsar, pero fue su suave voz la que me llenó de tranquilidad.
 
«Adhara: Quiero estar a tu lado para ver la puesta del sol, y así vivir juntos el final de cada día...»

«Si...» - respondí luego de un momento - «Miraremos juntos un nuevo atardecer, mientras la luna nos acompaña a envejecer».

...


Esplendor


Aquel día cumplíamos dos años de casados, y decidimos celebrarlo con una pequeña comida en el jardín de nuestra casa, mientras mirábamos el colorido atardecer invernal que nos acompañaba. Como regalo de matrimonio, el señor Alphcam hizo que construyeran una hermosa y acogedora cabaña en lo alto del Mirador del Cazador, justo en el lugar donde Adhara y yo habíamos aceptado pasar juntos el resto de nuestras vidas.

«Adhara: El- El cuadro que trajo Furudel» - dijo mientras bebía té - «Es bastante... curioso, ¿no crees?»

«A mi me agrada» - respondí mientras tomaba un panecillo de la canasta - «Tiene un marco muy elegante, y una pintura bastante elaborada».

«Adhara: Si, es una pieza muy bella y sofisticada, pero... digo que es curioso por lo que ha sucedido recientemente». 

El silencio nos abrazó mientras mirábamos cómo el sol se ocultaba tras las montañas que a lo lejos se veían. Durante los últimos años habían ocurrido diversos eventos que, aunque no tuvieron mayor repercusión, hacían pensar que las cosas no estaban bien en el continente, y fue en los meses pasados que esos hechos aislados se intensificaron, dando la impresión de que todo guardaba alguna relación.

«Adhara: Recibir una pintura de "La Mano de Sirio" en los días en los que los conflictos resuenan por todo Iakos es bastante irónico... Ya sabes, para nadie es un misterio que las regiones vecinas no tienen la mejor relación con la nuestra, e incluso varios de los ataques que ha sufrido Sirio han sido en límites con Cancri».

Lo que dijo avivó una amarga sensación que había nacido en mi últimamente. El tiempo que llevaba junto a Adhara se había convertido en una oda a la verdadera felicidad de vivir, y aunque debíamos cumplir las cruentas y difíciles misiones como Guardianes, habíamos encontrado en nuestro vínculo un cálido refugio que nos daba paz para soportar todo lo que sucedía. Disfrutaba al máximo cada momento que teníamos para los dos, y todos los días rezaba por poder tener eso durante mucho tiempo. Sin embargo, lo que Adhara acababa de decir retumbaba en mi interior y me hizo sentir que las cosas podrían dejar de ser de la forma en que se habían dado hasta ese día.

Un extraño ruido similar al de un turbulento río se escuchó detrás de nosotros y atrajo nuestra atención. Cuando nos giramos para ver qué era, vimos como de una pequeña esfera de agua se proyectaba una imagen de Furudel.

«Adhara: ¡Hola, Fu! Justo estábam-»

«Furudel: Adhara, Muliphein, deben venir de inmediato al Salón Central de la Casa Majoris».

El cúmulo azul se evaporó una vez transmitió su mensaje, dejando atrás un rastro de temor y confusión.

Adhara se sentó y juntó sus manos frente a ella, para empezar a preparar su técnica de teletransporte. Esto le tomaría un momento, así que entré de inmediato a la cabaña para sacar mi báculo, su daga, y nuestras túnicas distintivas de Guardianes. Cuando indicó que todo estaba listo, me acerqué a ella y sujeté sus manos. En un parpadeo nos habíamos trasladado a la puerta de entrada del gran salón. Al interior del lugar estaba el señor Alphcam junto a Furudel, Mirzam y Wezen, quienes estaban sentados en el lado derecho de la mesa que se había dispuesto para la improvisada reunión. Frente a ellos estaba el General Naos, quien comandaba toda la fuerza de caballería y magia de nuestra región.

Un extraño vacío se sintió en mi pecho, dejándome sin aire por un instante. No era un buen augurio ver reunidos así a las máximas autoridades militares, y menos si en todos podía notarse una expresión de preocupación. Adhara tomó mi mano y me miró con temor. De inmediato pasamos y nos sentamos en los lugares que Furudel nos indicó.

«Alphcam: General, puede empezar».

«Naos: Muchas gracias, mi señor» - dijo mientras se ponía de pie - «Dadas las circunstancias, seré lo más claro y directo posible. Recibimos informes de movimientos extraños en la frontera entre Scorpio, Cancri y nuestra región. Enviamos cuatro centinelas del más alto nivel, con el fin de obtener mejores reportes sobre esta situación. Tres de ellos siguen desaparecidos, y solo uno pudo regresar».

El mal presentimiento que había tenido durante los últimos días parecía estarse materializando. Tomé la mano de Adhara y pude ver en su rostro el creciente nerviosismo por lo que estábamos escuchando. Lamentaba verla así, y deseaba con toda mi fuerza regresar el tiempo para volver a nuestros días de tranquilidad, en los que sólo la felicidad se reflejaba en sus ojos negros.

«Naos: El hechicero que sobrevivió reportó que fuerzas oficiales de Scorpio y Sagitta habían montado un campamento militar en tierras de Cancri, movilizando un número significativo de soldados, como si prepararan todo para la batalla».

«Furudel: ¿Sagitta?» - susurró con extrañeza.

«Alphcam: Gracias, General. es pertinente mencionar la comunicación que envió Cástor de Gémini el día de hoy» - dijo con serenidad.

Aún cuando expresaba la firme y característica tranquilidad que acompañaba su rostro pulcro y resplandeciente, el señor Alphcam no podía ocultar lo incómodo que se sentía con lo que decía el General Naos. Tomó una pequeña lámina dorada y la puso sobre la mesa. De ésta se proyectó la imagen de uno de los dos líderes de la región del sur.

«Cástor: Guardianes fronterizos y espías nos han informado de la llegada de miembros de Sagitta a los puertos de la región de Leonis. También hemos recibido noticias de nuestros hombres en la región neutral de Libra, donde se han escuchado algunos comentarios que circulan entre los comerciantes de la zona, que dicen que los encargos de transporte de insumos y materiales militares hacia el territorio de Cancri ha crecido durante las últimas semanas. Es mi deber como aliado elevar la alerta para que la región de Sirio pueda estar preparada, teniendo en cuenta la posición geográfica desventajosa en la que se encuentra respecto de las otras regiones mencionadas».

El mensaje concluyó y la imagen desapareció frente a nosotros. 

«Alphcam: Sólo queda esperar la declaración oficial, pero no hay duda... los vientos de guerra soplan sobre Iakos».

Guerra... las palabras del señor Alphcam nos sumieron en un silencio lúgubre. Aunque las disputas entre las regiones no eran algo nuevo, esta era la primera vez que algo como eso se escuchaba en el continente. Según la información recibida, Sagitta, Scorpio, Cancri y Leonis estaban actuando en conjunto. Sabíamos que Gémini era un aliado importante, pero nos encontrábamos en extremos opuestos, separados por la gran región de Libra, por lo que no contaríamos con su ayuda inmediata. No dudábamos de nuestra fuerza de batalla, pero enfrentar a los ejércitos de tres regiones suponía un reto que jamás esperamos afrontar.

«Alphcam: Debemos preparar a nuestras fuerzas, Naos. Sin embargo, no es tiempo de alarmar a nuestra gente. Aún no tenemos claro el objetivo de esa extraña alianza, así que ordenaremos todo con discreción, para que, en caso de que llegue el momento, podamos estar preparados para actuar».

Con esas firmes palabras se levantó aquella sesión, y cada uno tomó su camino.  

Aquella noche se sintió intranquila y más fría de lo común. No podía conciliar el sueño y al parecer Adhara tampoco. «¿Qué tan injusto es el destino?» - era lo único que pensaba. Cuando nuestra vida estaba en su mejor momento, el mundo alteraba todo su curso.

Había iniciado el ocaso de nuestro esplendor...

...


Catástrofe


Pasaron ocho meses desde la declaratoria de guerra. Un grupo de regiones llamado "Acuerdo de Nyx" formó una alianza con el fin de, según ellos, "restablecer el equilibrio del continente", pues consideraban que existían regiones en las que se aglomeraba el poder, dejando atrás a los habitantes de otras menos favorecidas. Sin embargo, esto no era más que una excusa, pues su objetivo real era apoderarse de las reliquias sagradas que poseían ciertos poderes en concreto, con el fin de tomar una posición dominante en todo el continente. El Acuerdo de Nyx estaba formado por las regiones de Sagitta, Scorpio, Cancri, Capriconius y Leonis, y fijaron como objetivos las reliquias de Sirio, Gemini y Aquarii. 

Como se había previsto desde las primeras señales, el ejército de Sirio no pudo combatir ante la cantidad de militares que buscaban invadirlo, sin embargo, nuestra región se mantuvo incólume gracias a la participación directa del señor Alphcam en la primera línea de defensa. Su impacto fue tan grande, que incluso hace dos meses el ejército de Sirio logró apoderarse de tierras enemigas e instalar un punto de avanzada en el sureste de Scorpio, cuyo control le fue delegado a Mirzam y Wezen.

A pesar de que eran mayoría, las regiones de Nyx habían tomado decisiones confiadas y precipitadas en razón a la dificultad para definir un liderazgo estable, lo que nos había permitido obtener ventajas determinantes. Uno de esos errores fue cometido por Cancri, que junto a Leonis, intentaron atacar las regiones del sur atravesando los terrenos de Libra, ignorando las advertencias que había hecho dicha región. Todos en el continente sabían que pisar el suelo de aquella región neutral con intenciones hostiles implicaba recibir el juicio de la gran balanza. Esta mala jugada les significó la pérdida de la mitad de todo su ejército, dejándolos casi relegados del gran conflicto. Sin embargo, nosotros también habíamos recibido golpes bastante fuertes, como la caída del General Naos y toda su tropa, quienes fueron emboscados en la zona fronteriza con Scorpio cuando iban camino al punto de avanzada en esa región. A raíz de esto, Furudel fue designada como General y líder absoluta de nuestras fuerzas de batalla.

Todo esto sumado a la derrota en varias batallas pequeñas pero importantes llevó a las fuerzas de Nyx a replegarse, pues se encontraban al borde de la derrota en una guerra que ellos mismos habían iniciado. Su ausencia se extendió por algunas semanas, y poco a poco los rumores de una rendición empezaron a escucharse entre las filas de Sirio, lo que dio alivio para todos.

Los tranquilos días sirvieron para descansar y retomar algunas de las actividades que se habían visto afectadas por la violencia. El comercio abrió nuevamente sus puertas y la gente empezó a salir a las calles para darle vida a nuestra próspera región. Al fin, luego de tantos problemas, había podido tener un tiempo de paz junto a mi esposa. Pudimos volver a ver el atardecer y disfrutar de la cotidianidad, aunque la zozobra aún se paseaba sobre la ciudad.

Pero llegó el cuarto día de la segunda semana, y el señor Alphcam nos citó con urgencia a una reunión. Cuando llegamos al salón, nos esperaba junto a Furudel y un soldado que se veía bastante enfermizo y decaído

«Furudel: Ya puedes hablar».

«Soldado: Si, señora. Vengo a reportar información importante sobre los movimientos enemigos» - dijo con tono cansado, antes de dejar salir un corto suspiro - «Rukbat, el líder de Sagitta, habría conseguido que la región neutral de Aries se decantara por ayudar a las fuerzas de Nyx. Al tener ese apoyo, parte de las filas de dicha tierra, junto al ejército de Capricornius, lograron aislar por completo a las regiones de Aquarii y Taurus, permitiéndoles ejecutar un ataque de peso contra la región de Gémini que no podría contar con el apoyo de sus aliados más cercanos, con el fin de obtener la reliquia de la región y así poder reordenar su ofensiva para avanzar hacia Sirio. El plan de Nyx consistía en atacar dos puntos a la vez, apartando a los señores Pólux y Cástor de su ciudad capital y así disminuir la protección del lugar para poder invadirlo. Con esto cumplido, pretendían usar como moneda de cambio la vida de todos sus habitantes, y negociar la supervivencia de estos a cambio de la entrega de las Lanzas Gemelas. Para lograr esto, la emperatriz de Aries se movilizó hacia el norte de Gémini, lugar donde tuvo un combate con los señores de aquella región. Mientras esto ocurría, un ejército formado por 1.500 hombres de Nyx atravesó las tierras de Leonis para acceder a Gémini por el este. Su ruta transcurriría sin inconvenientes, pero en la extensa Llanura de Ceres había un campamento de la gente perteneciente a la facción de Heracles, que se levantaba como bastión defensivo de la ciudad de Vennati, capital de esta región».

«Furudel: ¿Cómo se enteraron de esto?»

«Soldado: Hace cuatro días llegaron soldados sin emblema a nuestro puesto de avanzada. La mayoría tenía leves heridas, pero al ser tantos, nuestro escuadrón médico debió exigirse al máximo para atenderlos, por orden de los señores Mirzam y Wezen. Luego de conversar con estos hombres, pudimos conocer acerca del plan de Nyx y de su no tan exitoso resultado. Aunque la ofensiva de Aries había logrado llegar a suelo de Gémini, los dos señores de la región, junto a tres de los caballeros de su guardia real y muchos miembros de sus milicias lograron frenar el avance de la emperatriz. Según dijeron estas personas, los gemelos aprovecharon su ventaja numérica para contener a su enemiga, obligándola a retirarse. Sin embargo, la terrorífica mujer que lidera el imperio de Aries barrió con todo el ejército que acompañaban al señor Cástor y a la señora Pólux, quienes fueron los únicos que sobrevivieron junto a sus tres guardias, lo que significó una dura pérdida para sus fuerzas defensivas».

«Furudel: ¡¿L-La emperatriz atacó sola?»

«Soldado: Así es, señora Furudel».

El asombro se apoderó de nuestros rostros. Aunque habíamos escuchado del abrumador poder de la líder de Aries, nunca esperamos que pudiese llegar a esa magnitud, y poner contra la pared a la región del sur.

«Soldado: Mientras esto se daba, al otro lado de Gémini avanzaba la numerosa ofensiva conformada por magos, caballeros y guerreros de Nyx, quienes iban al mando de comandante de las Fuerzas de Caballería de Scorpio. En la Llanura de Ceres tuvieron que enfrentar a los líderes de la facción de Heracles, quienes lucharon con valentía aún cuando solo eran dos personas, siendo absurdamente superados en número. Era de esta batalla de la que provenían todos esos hombres heridos que tuvimos que atender en nuestro campamento. Según mencionaron los soldados con los que hablamos, las bajas de Gémini sólo fueron dos, mientras que el ejército enemigo perdió a más de mil personas, y los quinientos sobrevivientes habían resultado heridos o habían escapado por el miedo».

¿Qué era lo que sucedía? Se suponía que eran días tranquilos, pero sólo lo sentimos así porque estuvimos aislados de la realidad. No entendía cómo aquellos eventos habían sido ajenos a nuestros oídos.

«Alphcam: ¡¿Por qué no nos lo informaron antes?! ¡¿Dónde están los Guardianes al mando de ese puesto?!»

«Soldado: Señor, cuando supimos que los heridos que atendíamos eran enemigos, acudimos de inmediato a consultarle esto a los señores Mirzam y Wezen, pero su orden fue dar atención prioritaria a esos hombres. Como no estábamos conformes con lo que sucedía, acordé con los miembros de mi escuadrón que antes del amanecer iniciaríamos el viaje en secreto para llegar hasta usted y poder contarle todo lo sucedido».

«Alphcam: ¡¡¿Pero por qué tardaron cuatro días en llegar, y dónde está el resto del escuadron que menciona?!!»

«Soldado: Señor...» - respondió mientras las lágrimas se asomaban por sus ojos claros, al tiempo que agachaba la mirada - «Esa misma noche fuimos atacados por el señor de Sagitta y su fuerza principal. Todo el puesto de avanzada fue asaltado por unas bestias de sangre que segaron la vida de muchos de nuestros camaradas. El señor Wezen y el señor Mirzam trataron de contener a los enemigos mientras los demás intentábamos escapar, pero no lograron hacer mucho ante tal poder... Los que quedaron al interior del campamento fueron devorados por una manada de lobos muy veloces, y quienes pudieron salir de ahí fueron alcanzados por un monstruo de ojos amarillos que era tan oscuro como las sombras de la noche, y se arrastraba como una serpiente para dar caza a quienes huían desesperados. Logré sobrevivir gracias a mis compañeros que enfrentaron a esas criaturas para que yo pudiera correr. Lo hicieron con la esperanza poder informarle a usted acerca del terror que estábamos viviendo esa noche, mi señor Alphcam».

Ahora era el silencio quien se adueñaba del gran salón. Ninguno tenía palabras por decir ni formas de entender lo que acabábamos de escuchar, pero teníamos claro que el peligro se había acercado sigilosamente a nuestra región en el momento en que menos atentos estábamos. A esto debíamos sumarle la desaparición de Wezen y Mirzam. Aunque no había forma de comprobar su estado, tuvieron que enfrentar a enemigos que los superaban en muchos aspectos, por lo que su muerte no distaba de ser lo más cercano a la realidad.

Esta guerra sin sentido me había quitado la oportunidad de disfrutar de momentos felices junto a la mujer que amaba, había perturbado la tranquilidad de toda la región, y ahora me arrebataba a dos amigos... Esperaba al menos que Mirzam siguiera vivo. Sé que era un pensamiento egoísta, teniendo en cuenta que Wezen también era un gran compañero, pero Mirzam era casi como un hermano, y su desaparición revolvía con violencia mi corazón.

La quietud que cobijaba nuestro momento de confusión se vio irrumpida por unos extraños ruidos que se escucharon a las afueras de la gran sala. Todos nos giramos al oír cómo se abría lentamente una de las robustas puertas de madera.

«???: Ohh... es bueno verlos reunidos».

Me puse de pie de inmediato al escuchar esa conocida voz que tantas bromas me había jugado antes. Era Mirzam, quien se presentaba totalmente ileso ante nosotros. Junto a él pude ver a Wezen, quien tampoco tenía señales de haber pasado por algún mal momento, como lo había narrado el soldado minutos atrás.

Pero mi emoción se disolvió en un instante, cuanto vi cómo se levantaba un singular humo negro del que sobresalía una extraña figura que serpenteaba tras ellos. No alcancé a pronunciar palabra alguna antes de que aquella oscuridad atravesara a una velocidad casi imperceptible todo el salón, hasta alcanzar al señor Alphcam y rodearlo sin que él pudiera reaccionar. Nadie tuvo oportunidad de evitarlo, y en un instante vimos como el espectro se esfumaba frente a nosotros, llevándose consigo a nuestro Señor.

«Mirzam: Tenerlos a todos juntos nos ahorra mucho trabajo» - dijo mientras lanzaba hacia la mesa un pequeño cristal carmesí.

Furudel tomó su espada y se levantó, pero se detuvo cuando el soldado se paró frente a ella, interrumpiendo su camino.

«Soldado: Ellos m-me prometieron que podría vivir si hacía esto» - le dijo a Furudel mientras la miraba con ojos de locura.

«Wezen: Trance» - susurró desde atrás.

En un parpadeo, la pequeña joya se transformó en un largo estoque de metal rojizo que atravesó la cabeza aquel soldado y avanzó hasta clavarse entre los brillantes ojos color miel de la líder de los Guardianes.

En un solo movimiento de menos de diez segundos, habían logrado acabar con las principales figuras de toda la región. Un frívolo e inesperado acto de traición dejaba a Sirio totalmente expuesto, en el momento en que se encontraba más vulnerable. Ahora era nuestro deber proteger a todos, aunque no entendía cómo habíamos sido arrastrados a esa situación.

Mi cuerpo estaba inmóvil. En mi cabeza se repetían las imágenes de los últimos instantes. ¿Qué se supone que debo pensar? No podía aceptar que era Mirzam quien sonreía mientras la sangre de Furudel se esparcía por el suelo. Mi mente estaba cubierta por una espesa maraña de confusión que no me dejaba pensar con claridad, al tiempo que mis piernas temblaban por el esfuerzo que hacían para sostenerme de pie. No había forma lógica de explicarme lo que sucedía, y mi acelerado corazón estaba a punto de colapsar.

«Mirzam: No puedo creer que no hayan notado que ese soldado no era de Sirio» - replicó entre risas - «En fin, ahora sólo quedan mi querido Muli y su bella esp-»

Una poderosa ráfaga de viento irrumpió sus palabras y los empujó contra la pared.

«Adhara: ¡¡Reacciona, Muliphein!!»

Sus palabras hicieron eco en mi conciencia y me halaron con fuerza a la realidad. Aunque mis ojos seguían viendo en aquel hombre a mi viejo amigo, al frente sólo tenía a un traidor. La lógica no daba lugar a entender sus motivos, y las explicaciones ya no tenían cabida. La fuerte amistad se había zanjado en la intransitable ruta de la perfidia, y ahora todo se resumiría en una lid para proteger nuestro hogar, cuyo final debía ser escrito con la sangre del perdedor.

Cuando logré retomar la calma, pude observar el entorno y la situación en la que nos encontrábamos. La ventaja del factor sorpresa había desaparecido, y el combate frontal nos daba una leve pero significativa superioridad frente a Mirzam y Wezen. Con el tiempo, Adhara y yo habíamos logrado desarrollar un fuerte lazo que forjó un estilo de pelea sincronizado tanto en ofensa como en defensa, aún cuando nuestras líneas elementales primarias no fueran totalmente compatibles. Teniendo claro esto, nos abalanzamos sobre ellos, dando inicio a la batalla.


...


Luego de casi una intensa hora, ambos habían caído de rodillas. Conseguimos dejarlos sin aliento y los llevamos al borde de la derrota. Sin embargo, el agotamiento y las heridas que Adhara y yo habíamos sufrido lograron limitar nuestros movimientos. Un momento de tensa quietud se posó en el gran salón. El silencio anunciaba nuestra victoria, y mi ferviente deseo de venganza estaba a punto de ser saciado.

«Wezen: ¡Qué buen equipo hacen!»

«Mirzam: Ni que lo digas... el amor es algo poderoso».

Sus palabras bañadas en burla e ironía reflejaban lo divertido que era para ellos todo lo ocurrido. ¿En qué momento se torcieron las cosas para terminar así? Sólo podía pensar en que todo carecía de sentido. Wezen era un fiel y leal seguidor del señor Alphcam, y Mirzam se esforzaba todos los días por el bienestar de los habitantes de nuestra región, siendo un modelo a seguir para muchos. Cuando la guerra empezó, solían lamentarse por la zozobra que podían sentir las personas ajenas al conflicto, y fueron ellos quienes impulsaron el avance de nuestras líneas para que los combates se dieran lejos de las ciudades y pueblos, logrando incluso ganar territorio enemigo... entonces, ¿Cómo es que ahora eran ellos quienes destruían nuestra región? ¿Cómo se convirtieron en eso que tanto se esforzaban por vencer?

«Mirzam: Deberían rendirse y no perder más tiempo... aunque acaben con nosotros, ya no hay nada que puedan proteger» - dijo sonriendo mientras ponía su mano en la pared.

Poco a poco, los robustos muros y el techo del gran salón se convirtieron en un montón de arena que cayó lentamente a nuestro alrededor, como una sutil brisa de otoño. En ese instante, sus confusas palabras tomaron sentido.

La Casa Majoris estaba construida en una colina ubicada en el centro de la capital, y el salón principal era un bloque que se levantaba en el último piso de esta. Cuando las paredes se deshicieron, pudimos ver todo lo que estaba sucediendo en la ciudad. El olor a fuego y sangre, y los gritos de horror que se escuchaban en todas las direcciones, eran el resultado del intenso y despiadado ataque que las fuerzas enemigas habían desplegado.

Cada parte de mi cuerpo se vio ocupada por un punzante sentimiento de odio y dolor, al tiempo que las lágrimas caían por los desolados ojos de mi bella Adhara. Justo en el momento en que creíamos acariciar la victoria, nos vimos forzados a aceptar aquella realidad en la que lo perdíamos todo. La intensa ira me ahogaba, y lo único que deseaba era destruir cualquier rastro de la existencia de esos dos traidores que habían propiciado eso. Levanté mi báculo y apunté hacia ellos mientras concentraba la energía necesaria para pulverizarlos

«Tercer canto del firmamento: Sup-»

Una fuerte embestida me interrumpió, y mientras perdía el equilibrio pude ver cómo frente a mí caía una brillante sortija blanca que adornaba una pálida y delgada mano. Me había dejado enceguecer por la furia, ignorando todo a mi alrededor. Cuando me di cuenta de lo que sucedía, frente a nosotros se posaba un imponente lobo plateado, cuyas fauces estaban bañadas en sangre.

«Adhara: ¿E-estás bien?» - susurró tendida en el suelo.

Miré hacia ella, quien me sonreía mientras la sangre manchaba su rostro y dibujaba una escena que perforó mi corazón. Me levanté de inmediato para intentar cubrir su herida, pero no logré hacer mucho. Aquella bestia se había abalanzado sobre nosotros, y Adhara me empujó para protegerme, aunque le costó perder por completo su brazo derecho.

«???: Uhh... estuvo cerca» - se escuchó a mi espalda una animada e infantil voz.

«???: Acaba pronto, quiero alimentar a Lerna» - le respondieron con un tono sombrío.

Me giré para ver de dónde provenían esas palabras, encontrándome con dos figuras conocidas que aplacaron mi ser con el terror y la desolación que su presencia emanaba. Un niño rubio cubierto con una capa negra de la que goteaba sangre, y un hombre alto y delgado de cabello negro que tenía a su lado a aquel espectro de ojos amarillos que había desaparecido al señor Alphcam.

Eran el pequeño Rukbat, el señor de Sagitta, y Antares, el líder supremo de Scorpio. Su aterradora apariencia me dejó inmóvil, mientras observaba cómo caminaban lentamente hacia Wezen y Mirzam.

«Rukbat: Bien, bien, bien, bien... debo reconocer que gracias a ustedes logramos llegar hasta aquí, y ya tenemos las joyas Stella Majoris, aunque los Ojos no estaban...Tampoco pudimos quedarnos con La Mano, porque el viejo Alphcam logró desaparecerla antes de caer» - dijo mientras acariciaba al lobo.

«Antares: ¿Debería matarlos? Serán un buen caramelo para Lerna».

«Rukbat: No, no, no, no... ¿Puedes dejar de pensar en tu mascota por un momento? Ellos han demostrado ser útiles, así que los dejaré con vida. Ya veremos qué trabajo les asignamos... Por ahora puedes alimentarla con el grandioso Clérigo Plateado y la Reina Anemo» - respondió señalándonos con su pequeña mano.

El oscuro espectro bajó al suelo y se arrastró serpenteando hacia nosotros, mirándonos con sus temibles ojos que lograron clavarse en mi memoria. Intenté levantarme para luchar, aún sabiendo que no tenía oportunidad alguna, pero Adhara sujetó mi mano izquierda y me detuvo.

«Adhara: No... no te vayas» - susurró con su cansada voz - «Quiero que vivas y puedas perdonarme por no estar contigo para el atardecer... pero estaré junto a la luna para verte envejecer...»

Sus palabras congelaron el tiempo por un instante. Sólo podía ver su cálida mirada anunciando una indeseada despedida. Sentí cómo la energía se concentraba en su mano mientras me hablaba, y cuando quise responderle, un fuerte mareo se apoderó de mí, haciendo que cayera aturdido por unos minutos.


...


El fuerte dolor en mi mano izquierda me hizo reaccionar, y al verla pude notar la quemadura y el rastro que había dejado la intensa acumulación de aquel familiar y colorido eos, que me hizo entender en un instante lo que había sucedido.

El ruido de la batalla y el intenso olor a sangre habían sido reemplazados por una fría corriente de viento que soplaba al ritmo de las hojas de los árboles y el canto de los pájaros. Cuando pude reponerme, miré alrededor y me di cuenta que estaba en una pequeña llanura rodeada de un frondoso bosque, frente a la que estaban las entradas a muchos caminos que se internaban entre las altas paredes de roca oscura.

Adhara me había teletransportado a la entrada al Cañón de Lepus...

Mientras observaba la herida de mi mano, noté que el brazalete que ella me había dado el día que decidimos casarnos empezaba a desaparecer. Las lágrimas cayeron de mis ojos, y en mi pecho se sentía una incontenible tristeza que punzaba mi cuerpo, como si de mis huesos crecieran espinas que se clavaban lentamente en mi ser. Los objetos como mi báculo, que se obtienen cuando el eos y el alma se materializan, se deshacen cuando su dueño muere, y fue por eso que al ver cómo se desvanecía aquella pulsera de cristales amarillos, entendí que había perdido lo que más amaba en el mundo.

Lloré, grité y me dejé llevar por la desesperación. La impotencia y la tristeza adornaron aquella tortura, hasta acabar con todas mis ganas de continuar...


...


Pasaron las horas y llegó la noche. La brillante luna se encargaba de recordarme las últimas palabras de Adhara. ¿Por qué fue tan egoísta? Me condenaba a seguir una vida sin sentido, pero ¿cómo podía cuestionar su decisión? Me sentí como el mayor de los idiotas cuando me di cuenta que intentaba culparla...


...


El día llegó y yo seguía tendido en el suelo. Estaba encadenado a la melancolía y había ignorado por completo el intenso frio de la noche y las innumerables picaduras de insectos que había recibido en todo el cuerpo. ¿Qué debía hacer? No tenía fuerzas para levantarme, aunque era consciente de que debía hacer algo para ubicarme y pensar en el paso a seguir...

...

Había caído la tarde y yo seguía sin moverme de ahí. El fuerte sol había quemado mi pálida piel, resecando por completo mis labios. Intenté dormir para evitar estar consciente mientras se dibujaba el atardecer, porque no podía verlo sabiendo que Adhara no estaría a mi lado...

...

El ruido de pasos sobre las ramas caídas me despertó. La noche había llegado de nuevo, y aunque la luna brillaba, el espeso bosque impedía que entrara la suficiente luz para poder ver quién o qué caminaba cerca. Luego de unos momentos, pude escuchar cómo hablaban algunas personas que se aproximaban. Aunque no tenía energías, sabía que debía refugiarme, pues aún sin ganas de vivir, debía proteger eso que Adhara había elegido salvar; mi vida. Lentamente y con dificultad caminé hasta ingresar a uno de los senderos de piedra, siguiendo su curso hasta llegar a una profunda caverna en la que me oculté durante la madrugada. Decidí salir con la primera luz del alba para determinar mi posición exacta. Luego de verificar que ya no hubiese nadie cerca, salí del cañón y subí a una colina desde la que pude ver que estaba en el extremo sur de Sirio, muy cerca al estrecho paso que unía a nuestra región con Libra. No había comido ni bebido nada durante todo ese tiempo, y aún sentía el impacto de la batalla contra Wezen y Mirzam. Avancé a un ritmo extremadamente lento, y luego de casi nueve horas logré llegar al extenso puente que demarcaba la frontera.

«???: ¡Oigan, es Muliphein Merc!» - escuché a lo lejos.

No sabía si eran aliados o enemigos, pero no tenía fuerza para levantar la mirada, y sin poder hacer nada para evitarlo, me desvanecí y perdí el conocimiento.

...

Lentamente empecé a abrir los ojos. Intenté levantarme pero el dolor abrazaba todo mi cuerpo. No sabía qué había sucedido, pero estaba acostado en una suave cama y tenía algunas vendas y otras señales de que mis heridas habían sido atendidas.


«???: Parece que»


«???: Ya despertó».


Dos voces infantiles carentes de cualquier emoción se escucharon a mi lado. Mis ojos aún estaban eclipsados por la luz, así que no pude ver con claridad de quién se trataba.


«???: Uhmm... parece que aún no se recupera del todo, y eso que lleva casi diez días en cama» - dijo una tercera persona que estaba al otro lado, mientras tocaba mi frente con su mano que era tan fría como el hielo. Su voz también era de un niño, y su silueta era pequeña como la de sus compañeros.


«¿Dónde estoy?»


«???: Muliphein Merc» - respondió - «Estás en las Puertas Gemelas. Emisarios de nuestra región te encontraron en la zona fronteriza de Libra cuando viajaban a Sirio, y le avisaron a nuestros hombres en el lugar».

¿La casa de Gémini? La confusión se apoderó de mí rápidamente, y mis pensamientos atrofiaron mi cabeza. Estaba muy débil y no pude soportarlo, por lo que caí dormido de nuevo.

En mis distantes sueños sólo podía ver a Adhara. Su cabello oscuro ondeando al ritmo del viento que llegaba hasta nuestra cabaña, y su sonrisa que brillaba más que el sol... quería quedarme a vivir en esos recuerdos, alejado de la tristeza y el sufrimiento de la realidad. La imagen de aquella bestia de sombras abalanzándose sobre ella me alteró. Desperté asustado y me senté rápidamente al ver a un niño y una niña parados frente a mí. El temor impidió que notara que mis heridas habían sanado totalmente, lo que me permitió pararme para buscar mi báculo, pero no estaba.

«???: Parece que»

«???: Ya se recuperó»

«???: Avisemos a»

«???: Nuestros señores».

Los pequeños salieron de la habitación sin dirigirme palabra alguna. Aproveché para seguir buscando mis cosas, pero no encontré nada en aquel lugar. Luego de ver que mi búsqueda fracasaba, recordé que ya había escuchado aquellas voces, y que había alguien más que me había informado que estaba en la casa principal de la región del sur. Me senté en la litera y traté de volver a la calma mientras regresaban. Sólo podía pensar en Adhara y en todo lo ocurrido en Sirio. Sentía el dolor y el vacío, y aún estaba confundido sobre qué debía hacer. ¿Qué habrá sucedido con la ciudad? ¿Cómo estaría el resto de la región? Sin el señor Alphcam ni los Guardianes, las fuerzas no podían enfrentar los números superiores de los enemigos. Las esperanzas se desvanecían y mis energías de nuevo se agotaban, pero el recuerdo de aquella mujer que sonriendo había elegido dar su vida por la mía, me empujó una vez más.

La puerta se abrió lentamente, lo que me tomó por sorpresa. A la habitación entraron las dos imponentes figuras, que infundían respeto con su sola presencia. Eran Cástor, quien se quedó de pie en la entrada, y Pólux, quien se acercó y se sentó a mi lado.

«Pólux: Es bueno ver que te encuentras mejor» - dijo con amabilidad.

Sólo pude asentir con la cabeza mientras seguía mirando al suelo. Estaba avergonzado de recibir en esas condiciones a los dos señores de la región. Sin embargo, también pude sentir un gran alivio. Tal y como lo deseó Adhara, y aunque la tristeza y la desolación seguían apoderadas de mi ser, había logrado sobrevivir. Debía seguir adelante, pues no había mejor forma de honrar y agradecerle a quien llenó de luz mi existencia. Respiré profundamente para llenarme de valor y levanté con decisión mi mirada. Mis ojos llenos de lágrimas miraron por la pequeña ventana de la habitación. El cielo empezaba a vestirse con sus rojizos colores, que traían a mi mente los recuerdos de los momentos donde fui feliz.

Si, era un nuevo atardecer, y en él pude ver el brillo de aquellos hermosos ojos custodiando el camino que ahora debía recorrer solo.



...



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VOLUMEN 2: El alba de la guerra