martes, 13 de octubre de 2020

Zoís

X. Zoís


La fuerza y velocidad con la que Alzir haló el brazo de Adam hizo que este cayera al piso sin ningún control de su cuerpo. El chico sólo pudo observar atemorizado cómo se acercaba aquel anciano, lo que para ese momento solo parecía significar el mayor de los peligros.

 

«Alzir: Ven, arriba. Es necesario que tengas claras un par de cosas antes de regresar» – dijo mientras lo sujetaba de ambas manos y lo levantaba con total facilidad – «Vamos a caminar un poco».

 

De repente, el infinito espacio en blanco en el que se encontraban pasó a ser una extensa llanura bajo un pulcro y azul cielo. Alzir avanzó por un sendero de piedra que atravesaba el brillante y verde pasto, mientras que Adam lo seguía lentamente, observando la inmensidad que los rodeaba.

 

«Adam: ¿Dónde estamos?»

 

«Alzir: Es el recuerdo de mi lugar favorito, aunque de esto sólo queda un desierto adornado con las cicatrices de la guerra… pero bueno, no estamos aquí para hablar de eso» – dijo antes de detenerse para esperar a Adam.

 

El viento soplaba con fuerza y sacudía la túnica del viejo mago. Sus conductas inesperadas y aleatorias impedían definir su personalidad o tratar de acoplarse a su forma de pensar. Entre más tiempo compartían con él, más profundo se hacía el abismo que los separaba.

 

«Adam: ¿Por qué estamos aquí?»

 

«Alzir: Antes dije que respetaría la privacidad de sus mentes, así que elegí traerte a uno de los rincones más lejanos y preciados de la mía para poder hablar con más tranquilidad».

 

Alzir continuó caminando, pero ahora lo hacía por fuera del sendero, y en su lugar se dirigía a una pequeña cabaña que se divisaba en el horizonte.

 

«Adam: ¿Era necesario apartarme de los demás? Mis amigos deberían saber lo que se hab-»

 

«Alzir: Joven Adam» – irrumpió con seriedad – «Dejar que ellos conozcan todo lo que se dirá aquí es poner en riesgo sus vidas».

 

El frío de esas palabas congeló los pasos del chico, quien se detuvo atemorizado al no entender la situación en la que ahora se encontraba.

 

«Adam: ¿Q-qué quiere decir eso?»

 

«Alzir: No te quedes atrás» – respondió – «ya te iré explicando lo que ocurre».

 

Lleno de dudas, Adam avanzó hasta alcanzarlo. La calidez del viento y la suavidad del terreno creaban un idílico escenario cobijado por la tensa calma de la extraña conversación.

 

«Alzir: Antes de entrar a la prueba del pasado dijiste algo sobre el elixir… ¿puedes decirme con claridad qué fue lo que viste?»

 

«Adam: Esto… el líquido tenía muchos colores y reacciones desconocidas. Por lo general, suelo ver los sucesos y elementos que componen la existencia las cosas o los seres vivos, y distingo cuales son según su color y brillo…»

 

«Alzir: ¡Magnífico, joven Adam!» – dijo con una gran sonrisa - «¿Alguien más está enterado de eso?»

 

«Adam: No, nadie más lo sabe. No he tenido lugar para compartirlo con los demás y en esta ocasión sólo accedí por temor, y porque es la primera vez que hablo con alguien que parece tener idea de lo que es».

 

«Alzir: Oh, joven Adam, entiendo que mis métodos pueden parecerte algo confusos, pero te garantizo que no hay razón para tener miedo».

 

Adam sólo guardó silencio por un momento, mientras veía cómo la sonrisa de Alzir seguía dibujada en su rostro. Para el chico, aquellos ojos le habían traído problemas y confusión, pero nunca había estado tan cerca de encontrar respuestas sobre su condición, así que la curiosidad se apoderó de su ser, tomando las riendas de la conversación.

 

«Adam: ¿Tienes alguna información sobre lo que me sucede?»

 

«Alzir: Mmh… no estoy seguro, pero puedo contarte una historia en su lugar».

 

«Adam: ¿Eh?»

 

«Alzir: Si, joven Adam, siempre es un buen momento para una historia» – de pronto su voz se había tornado opaca y suave, al tiempo que sus pasos se hacían secos y el ambiente a su alrededor se llenaba de una tenue melancolía. El rostro de Alzir permitía ver cuán doloroso le resultaba mirar por el retrovisor de su existencia -  «Antes de la guerra, este paisaje aún existía, y se ubicaba en una gran región Noroeste de Iakos, el gran continente. Aunque cada rincón de aquel territorio destellaba progreso y orden, había un lugar que brillaba por sobre todas las demás regiones de nuestro mundo…»

 

Sin notarlo, su larga y entretenida conversación los había acercado lo suficiente a la pequeña cabaña, y lo que a la distancia parecía la línea del horizonte, en realidad era el filo de un inmenso acantilado, desde el cuál se podía ver una imponente y hermosa ciudad.

 

«Alzir: “La estrella más brillante”, “la cuna de la luz”, tantos nombres que tuvo…»

 

«Adam: ¿Tuvo?»

 

«Alzir: Así es, joven Adam» – el silencio en el que se refugió le hizo entender al chico que no era prudente seguir indagando sobre eso, así que sólo siguieron caminando hasta llegar al borde del elevado risco.

 

«Alzir: La constitución del poder que se concentraba en esta región hacía que este fuera bastante diferente al de las demás» – irrumpió luego de unos minutos – «El Astro Fundador otorgó una serie de habilidades que estaban compuestas por su propio ser, lo que lo convirtió en el único gran señor que dispersó su fuerza de esa manera. Con el paso del tiempo, la ambigüedad de aquel poder generó cierta envidia e incomodidad en los dirigentes de otras regiones, quienes poco a poco sembraron y cultivaron una semilla de odio que floreció bajo el nombre del Acuerdo de Nyx hace poco más de 250 años, y decidieron emprender una serie de ataques con el fin de obtener todos los secretos y reliquias de las regiones que se no se alinearon a su ideal, dando origen al gran Conflicto de Astrotesie, que tuvo como resultado la destrucción total de todo este lugar» – dijo mientras señalaba con sus brazos lo que estaba a su alrededor. El viento daba ritmo a la melancolía que afinaba cada una de sus palabras, para abrirle paso a la continuación de su curioso relato – «Cuando el Conflicto se dio por terminado, el bando que buscaba hacerse con el poder y conocimiento de esta región se encontró con que todos los artefactos habían desaparecido sin dejar ningún rastro de la reliquia principal, aunque lograron obtener dos de las tres joyas que resguardaba el señor que gobernaba. Alterados y decepcionados por esto, los miembros de Nyx decidieron arrasar con toda prueba de que esta región existió alguna vez, y lo poco que queda de ella son recuerdos…»

 

Adam sólo observaba el paisaje mientras pensaba en lo increíble de saber que un lugar tan lleno de vida y color era algo que había desaparecido como resultado de una guerra – «No somos tan diferentes» – pensó.


«Alzir: Como sea» – continuó mientras se acercaba -  «no pensé que luego de más de 200 años me encontraría con un fragmento de eso que tanto buscaron por mucho tiempo» - la melancólica mirada del mago se clavó en los ojos carmesí del chico – «El poder de ver los pilares de la vida, y la estela que deja el veloz paso del tiempo… los Ojos de Sirio».

 

«Adam: De… ¿Sirio?» – preguntó. Un nuevo nombre entraba al ruedo, y con él se sumaban más incógnitas al ya extenso mar de dudas que inundaba poco a poco la mente del chico.

 

«Alzir: ¡Así es, Joven Adam!» – respondió con emoción – «Esos bellos y poderosos ojos son uno de los tres poderes secundarios que dejó el gran Astro Fundador en esta extinta región».

 

«¿Cómo podría estar pasando algo como esto?» – pensó Adam. Era una carga demasiado pesada para él, que nadaba en un estanque de confusión que se llenaba cada vez más con cosas que no tenían mucho sentido. Había tardado mucho tiempo en asimilar y normalizar su “habilidad”, y las dificultades, miedos e inseguridades que enfrentó durante ese proceso forjaron al Adam Silver que ahora era, y aún con todo eso, no podría haber estado preparado para todo lo que estaba por escuchar, pero… ¿quién podría estarlo? Un mundo desconocido parecía ofrecerle respuestas.

 

«Alzir: Junto a la Corona de Cristal y el Grimorio del Cazador, estos tres objetos solían ser conocidos como las Joyas Stella Majoris. Aunque los tres son artefactos muy poderosos, los Ojos de Sirio se encuentran por encima de las otras dos piezas, en razón a la habilidad que éstos otorgan, pero no sé si ya hayas experimentado algo de eso».

 

«Adam: Luego de muchas cosas, aprendí que podía ver la composición química y elemental de lo que estuviera viendo, sea un objeto o un ser vivo…»

 

«Alzir: Uhm… aún falta algo, joven Adam» – dijo suavemente mientras se acercaba al borde del risco - «¿a qué te suena la palabra “caleidoscopio”?»

 

«Adam: ¿Eh? Pues… es un tubo con tres lentes reflectantes y varios cristales de colores, que según su posición y el movimiento  que se haga, permite ver distintas figuras geométricas y simétricas… ¿qué tiene que ver eso con lo que hablamos?»

 

«Alzir: Ese es el nombre que recibían esos ojos, el Caleidoscopio de Zoís» – respondió – «Lo que ves joven Adam, es solo uno de los tres estados que se pueden alcanzar con su uso. Como ya mencionaste, un caleidoscopio tiene acoplados tres espejos y otros cristales que forman un prisma triangular que apunta hacia el interior, lo que permite ver imágenes simétricas coloridas y algo psicodélicas. La idea general del poder que tiene esa joya es que a través de esos ojos se alcanza un campo de visión que se puede representar como un tubo con tres cristales en su interior, pero a diferencia de un caleidoscopio común, cada uno de los cristales al interior de los Ojos de Sirio permiten ver el estado de un objeto o ser en diferentes “momentos”». 


«Adam: N-no entiendo bien a lo que se refiere con todo esto» – susurró desconcertado.

 

«Alzir: Vamos, joven Adam, no es muy difícil de entenderlo» – le contestó entre risas, antes de acercarse a él de nuevo – «Los tres cristales que componen el artefacto en mención no son un prisma reflectante que apunta al interior, sino que reflejan lo que se ve en distintas direcciones en el tiempo, permitiendo ver el estado de lo que se observe en su pasado, presente o futuro, y lo que hasta ahora dices que has visto es el presente del objeto, la composición y actividad que se ha dado en el preciso instante en el que eliges mirar» – se detuvo por un segundo al ver el rostro confundido del chico – «A ver, pongamos todo en términos más simples… mmh… ya. Mira esa ave» – dijo señalando al cielo - «¿Cómo la ves en este momento? ¿Qué hace?»

 

«Adam: Sólo está volando hacia el horizonte, y lo que hace es aletear para sostener su altura y velocidad…»

 

«Alzir: ¡Correcto, joven Adam! Ese es el presente. El ave está ahí y avanza en su ruta sin mayor dificultad. Ahora pregunto ¿de dónde viene?, ¿para dónde va exactamente?»

 

«Adam: No…no lo sé».

 

«Alzir: Bien, es muy difícil saber eso, porque sólo la vimos hace un momento y no tenemos idea de lo que fue o de lo que será. Con eso definimos los “momentos” a los que puede acceder el Caleidoscopio de Zoís».

 

«Adam: ¿Quieres decir que puedo ver a plenitud el pasado y futuro de la existencia?» – preguntó emocionado.

 

«Alzir: Vamos con calma. Un poder así de magistral solo lo otorgaría un objeto del nivel de una Reliquia de Kyklos. No olvides que los Ojos de Sirio son un artefacto secundario» – dijo sonriendo – «Estos tienen la capacidad de ver lo que fue, lo que es y lo que va a ser sólo de un objeto o un ser a la vez. El Gran Señor podía observar lo anterior, pero en un alcance bastante reducido. Si mal no recuerdo, su extensión temporal máxima llegaba a los diez segundos hacia el pasado y diez segundos al futuro» – replicó con algo de duda - «¿No te parece grandioso? Podrías predecir las condiciones del siguiente ataque de un enemigo».

 

«Adam: Es cierto…» - pensó. La última frase removió todo al interior del chico. No podía dejar de lado el hecho de que cada paso y descubrimiento que alcanzaba en ese lugar significaba estar cada vez más cerca de un enfrentamiento, aunque no tenía claridad de quién sería su enemigo o la razón por la que tendría que pelear. Sin embargo, de su mente no salían las cruentas imágenes de las cinco mujeres desconocidas que aparecieron frente a ellos, que  con facilidad cayeron ante el inmenso poder de Cástor y Pólux, quienes en un abrir y cerrar de ojos eliminaron la existencia de tres de ellas.

 

«Alzir: ¿Pasó algo?»

 

«Adam: No, sólo que… aún sigo sin entender bien lo que significa todo esto, pero siento que esto me ayuda en mi intento por alcanzar a alguien…»

 

La sorpresa del viejo mago al ver al chico fue inmediata. Aquel rostro pálido y juvenil que hasta hace unos segundos sólo albergaba confusión, ahora se iluminaba con una inesperada sonrisa, que se veía como el tranquilo ojo del intenso huracán que azotaba su interior.

 

«Alzir: ¡¡Me alegra ese entusiasmo!!» – dijo emocionado – «Será muy útil para que puedas aprender a dominar por completo tu maravilloso poder… Pero hay algo que debes saber antes» – se quedó en silencio por un momento, y con la brisa que sopló en ese instante se fue aquella emoción que hasta hace unos segundos se reflejaba en su envejecido rostro – «Todas las habilidades provenientes de las reliquias creadas por los primeros Astros exigen una contraprestación por su uso, y los ojos que posees, aunque sean de menor categoría, no son la excepción, aunque en este caso sus costos son variables» - la sonrisa de Adam se fue ocultando poco a poco, y como el ocaso que ya se dibujaba en el horizonte, la oscuridad y la confusión empezaban a danzar sobre él – «El precio de usar el lente del presente es la sustracción del usuario en el desarrollo del mundo, lo que en palabras más simples significa que, cuando observas el presente de algo, no puedes ver nada más que eso, y tu existencia se ve sumida en un estado en el que sólo existes tú y lo que puedes ver, lo que hace que quedes a merced de todo lo que pueda suceder a tu alrededor».

 

Adam se quedó sin aire por un segundo, tratando de analizar lo que el viejo mago acababa de decirle. De inmediato recordó las extrañas experiencias que había pasado mientras trataba de entender su habilidad.

 

«Adam: Ya veo, por eso no noté lo que pasó con el sodio de la sal» – susurró.

 

«Alzir: ¿Dijo algo, joven Adam?»

 

«Adam: No, sólo se me vino a la mente un recuerdo que toma sentido con lo que acabas de explicar».

 

«Alzir: Oh… ¿y podría saber de qué se trata?»

 

«Adam: Sólo fue un pequeño accidente» – respondió algo apenado – «Un día, mientras buscaba entender por qué veía tantos colores en las cosas, me distraje al quedar fascinado por el brillo plateado que emanaba de las partículas de sodio de la sal de mi casa. Cuando pude notarlo, me había enfocado tanto en esto que no me vi que habían sucedido algunas cosas frente a mi sin siquiera darme cuenta».

 

«Alzir: Veo que ya has vivido esa experiencia, así que no es necesario profundizar más» – contestó – «Entonces hablemos del precio de lo demás, pero creo que deberíamos entrar a la cabaña. La noche está cayendo y el frío empezará a sentirse».

 

Con un lento caminar, el anciano emprendió su ruta hacia la pequeña y oscura casa de madera. El sol se ocultaba sin dar aviso, y con su partida dejaba un ocaso que pintaba de naranja y violeta la extensa llanura.

 

«Alzir: Avanza, joven Adam, o te dejaré atrás»  – le dijo con una amable sonrisa.

 

La curiosidad que le despertaba el relato del viejo mago lo impulsó a seguir sus serenos pasos. El corto camino estuvo acompañado por el silencio, mientras la oscuridad se apoderaba rápidamente del escenario.

 

«Adam: Anocheció muy rápido, ¿no crees?» – preguntó antes de entrar.

 

«Alzir: Oh, joven Adam, tienes toda la razón» – respondió mientras hacía pasar al chico antes de cerrar la vieja puerta – «Lo que sucede es que estamos dentro de un escenario que simula un recuerdo, así que el tiempo no recorre el camino al que nos tiene acostumbrados».


«Adam: ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que inició la prueba?»

 

«Alzir: No habrá pasado mucho» – dijo sonriendo de nuevo – «No deben haber transcurrido más de una o dos horas desde el inicio, y no más de algunos minutos desde que tus compañeros se fueron».

 

«Adam: Ya veo…»

 

«Alzir: Si si, y por eso mismo no podemos tardar más aquí. No quiero que se pueda armar un gran lío por no llevarte de regreso pronto».

 

Mientras decía eso, el anciano señalaba un par de rústicas sillas en las que se sentaron. Dentro de la cabaña no había más que una pequeña mesa frente a la chimenea que ya estaba encendida. Sobre ella, Adam pudo ver un llamativo cuadro en el que habían dibujado cinco estrellas de colores ubicadas en una fila horizontal que atravesaba aquel lienzo pintado de un profundo color negro, con una corta línea escrita en la parte inferior de su marco.

 

«Adam: La Mano de Si-»

 

«Alzir: No es momento de distraerse, joven Adam»– irrumpió – «Como ya dije, no tenemos mucho tiempo».

 

«Adam: Lo siento».

 

«Alzir: Bieeeen, ¿en qué íbamos? Si, la contraprestación por el uso de tu habilidad» – dijo mientras miraba hacia el techo -  «El costo por ver el rastro del pasado o del futuro es tu tiempo de vida».

 

«Adam: ¿Eh?» – fue lo único que pudo responder. Una nueva ola de confusión cayó sobre el joven químico, y el silencio que llegó luego de aquella frase no hizo más que acentuar el sentimiento de vacío que ya rondaba su pecho. Al mismo tiempo, Alzir dejaba salir una sutil sonrisa que reflejaba el gusto y diversión que le generaba el atormentar la frágil mente de Adam.

 

«Alzir: El tiempo se paga con tiempo» – susurró luego de unos segundos – «Cada uso de tu habilidad implica un recargo sobre tu existencia, pero sus efectos son diferentes según la dirección que desees observar. Entonces, joven Adam, si miras al pasado deberás pagar con una porción de tu Designio de Vida; mientras que si eliges ver el futuro, harás que tu existencia sufra el paso del tiempo de una forma acelerada».


«Adam: No entiendo… ¿qué es el designio de vida?»

 

«Alzir: Cuando un ser llega a este mundo, este viene ya con una duración preestablecida. Desde el momento en que nace su tiempo empieza a correr, y en este ya viene contemplado cualquier condición o factor natural que pueda influir en él. Dicho de otro modo, joven Adam, podemos decir por ejemplo que tu designio de vida sea de 90 años, ya que no tienes escrito en él ningún mal de nacimiento que pueda desarrollarse y disminuir tu duración. Sin embargo, esto no contempla ninguna condición externa que pueda interferir con tu vida, como puede ser una enfermedad contraída, un accidente, o incluso si tú mismo o alguien más decidiera hacerte daño» -  se detuvo un momento al notar la expresión atónita del chico, quien trataba de asimilar cada palabra que escuchaba - «¿Estamos hasta ahí?»

 

«Adam: S-si…» - respondió en voz baja.

 

«Alzir: El fin es parte del inicio, joven Adam, y aunque es algo obvio, es el principio básico entre los Ojos de Sirio y la vida de su portador.  Ahora bien, teniendo en cuenta esto, podemos pasar a lo importante» – replicó con una animada risa que contrastaba con la tensión que se albergaba en la mirada de Adam – «Como te dije antes, el máximo uso que registró el antiguo usuario fue de diez segundos para ver el rastro del pasado y diez segundos para ver la sombra del futuro. Cada segundo que tomas del pasado le quita un mes de extensión a tu designio de vida, mientras que cada segundo que observas al futuro le adelanta a tu vida un mes de existencia».

 

«Adam: El futuro me envejece y el pasado acorta mi vida» – susurró – «No parece un pago tan malo, teniendo en cuenta su increíble poder».

 

«Alzir: Tienes mucha razón al pensar de ese modo, pero ese es el peligro que tienen esos ojos» – respondió con seriedad, esperando a que Adam sucumbiera a la incertidumbre que buscaba crear con su inconcluso comentario. Sin embargo, fue él quien resultó sorprendido al notar cómo la expresión del chico reflejaba una serenidad inesperada -  «Ya me empezaba a acostumbrar a tu cara de confusión…»

 

«Adam: ¿Eh?»

 

«Alzir: Nada, no es nada» – contestó entre risas – «En fin, el peligro que el señor solía mencionar hacía referencia a que, al pensar de ese modo tan tranquilo frente al pago con el tiempo de vida, podría hacer que el portador se confiara y terminara sacrificando más de lo deseado, sobretodo porque nadie conoce su propio designio, y puede que se esté perdiendo tiempo que tal vez no se tenga».

 

«Adam: Por lo que he notado, la esperanza de vida aquí es bastante alta, así que debe ser entendible que tal confianza termine siendo un peligroso exceso».

 

«Alzir: Me sorprende lo perspicaz que puedes ser, joven Adam» – dijo con curiosidad - «¿Cómo llegaste a esa conclusión?»

 

«Adam: Tanto tú como Cástor y Pólux han hablado de aquella guerra de hace 200 años como si hubiesen estado ahí, así que supongo que son bastante viejos, aunque sólo tú te veas así» – la estruendosa risa de Alzir lo interrumpió, y de inmediato lo hizo sentir avergonzado por lo que había dicho sin pensar – «L-lo siento, no quería decir algo indebido».

 

«Alzir: No, no, joven Adam, me alegra que puedas tomar más confianza» – contestó para tranquilizarlo – «Pero para aclarar lo anterior, debo decirte que te equivocas. El designio de vida de los habitantes de Iakos suele estar entre los 80 y los 100 años. Los únicos que superan estos límites son los Señores de cada región, y las personas que reciben alguna de las Bendiciones Sagradas, como es mi caso».

 

«Adam: Entiendo… entonces, ¿conocías mucho al señor de la región desaparecida? Lo digo porque pareces saber mucho de sus habilidades, así como el recuerdo de este lugar…»


«Alzir: …» - su respuesta fue un silencio gélido acompañado por una distraída mirada a la nada – «Ya es hora de volver, joven Adam. Aunque envié a los demás chicos con un sutil hechizo de sueño, ya deben estar por despertar, y no quiero tener ningún problema con Alhena si no te llevo de regreso junto a ellos».

 

De inmediato se puso de pie y chocó su báculo contra el suelo. Todo a su alrededor, incluyendo la cabaña y la extensa llanura se fragmentaron hasta romperse en mil pedazos, para luego desaparecer y darle paso al lugar totalmente blanco y vacío en el que estaban inicialmente.

 

«Alzir: No sobra decir que, por tu seguridad y la de tus amigos, todo lo visto en este lugar y lo dicho sobre tus ojos debe quedar entre nosotros» – dijo antes de golpear de nuevo el suelo para abrir un portal similar al que utilizó para sacar a los demás de ahí.

 

Adam se paró junto a él y en silencio cruzaron aquella mancha oscura que les abría el camino fuera de aquel escenario mental. Sin mediar palabra, el chico había entendido que su pregunta había tocado una parte de la vida de Alzir que no debía, y aunque sintió algo de vergüenza, fue la curiosidad lo que se despertó en su interior. ¿Qué relación podría tener el misterioso mago con toda la historia de la guerra pasada y la región destruida? Pero sus pensamientos se vieron cortados por la violenta sensación de vacío que inundó su pecho cuando ingresó al portal, pues sintió como si su consciencia hubiese sido arrojada a un oscuro pozo sin fondo…

 

[…]

 

Poco a poco abrió sus ojos, que con dificultad trataban de observar a través de la intensa luz que los sofocaba. Luego de unos instantes, pudo ver cómo sus compañeros se recuperaban al mismo ritmo que él, y tras unos minutos pudieron reubicarse en sus asientos luego de estar recostados sobre la mesa.

 

«???: Me alegra ver que todos están de regreso» – se escuchó una delicada y tímida voz.

 

Alhena, la extraña sacerdotisa, estaba parada frente al gran comedor, y junto a Alzir, esperaba a que los chicos pudieran despertar. Luego de un momento, la mujer de capa verde se acercó a cada uno de ellos, y posó sobre sus cabezas un pequeño paño blanco, que sostuvo por un momento antes de pasar al siguiente.

 

«Alhena: Parece que ninguno tiene señales de corrupción o fragmentación del alma, así que con esto daré por concluida y superada la Prueba del Pasado, y se abre paso a la siguiente parte del entrenamiento. Iré a informar a los Señores sobre su estado, así que te encargo el cuidado de los pequeños» – susurró antes de desaparecer entre una nube de pequeñas mariposas blancas.

 

«Alzir: Bien, ya escucharon. ¡Felicidades por superar el primer escalón!» – dijo con emoción, antes de acercarse  – «Ahora bien, espero que esto les haya servido para lo que viene…»


...




                         Anterior      Siguiente

VOLUMEN 2: El alba de la guerra