X. Zoís
«Alzir: Ven,
arriba. Es necesario que tengas claras un par de cosas antes de regresar» – dijo
mientras lo sujetaba de ambas manos y lo levantaba con total facilidad – «Vamos
a caminar un poco».
De repente,
el infinito espacio en blanco en el que se encontraban pasó a ser una extensa llanura
bajo un pulcro y azul cielo. Alzir avanzó por un sendero de piedra que
atravesaba el brillante y verde pasto, mientras que Adam lo seguía lentamente,
observando la inmensidad que los rodeaba.
«Adam: ¿Dónde
estamos?»
«Alzir: Es el
recuerdo de mi lugar favorito, aunque de esto sólo queda un desierto adornado
con las cicatrices de la guerra… pero bueno, no estamos aquí para hablar de eso» – dijo antes de detenerse para esperar a Adam.
El viento
soplaba con fuerza y sacudía la túnica del viejo mago. Sus conductas
inesperadas y aleatorias impedían definir su personalidad o tratar de acoplarse
a su forma de pensar. Entre más tiempo compartían con él, más profundo se hacía
el abismo que los separaba.
«Adam: ¿Por
qué estamos aquí?»
«Alzir: Antes
dije que respetaría la privacidad de sus mentes, así que elegí traerte a uno de
los rincones más lejanos y preciados de la mía para poder hablar con más
tranquilidad».
Alzir
continuó caminando, pero ahora lo hacía por fuera del sendero, y en su lugar se
dirigía a una pequeña cabaña que se divisaba en el horizonte.
«Adam: ¿Era
necesario apartarme de los demás? Mis amigos deberían saber lo que se hab-»
«Alzir: Joven
Adam» – irrumpió con seriedad – «Dejar que ellos conozcan todo lo que se dirá
aquí es poner en riesgo sus vidas».
El frío de
esas palabas congeló los pasos del chico, quien se detuvo atemorizado al no
entender la situación en la que ahora se encontraba.
«Adam: ¿Q-qué
quiere decir eso?»
«Alzir: No te
quedes atrás» – respondió – «ya te iré explicando lo que ocurre».
Lleno de
dudas, Adam avanzó hasta alcanzarlo. La calidez del viento y la suavidad del
terreno creaban un idílico escenario cobijado por la tensa calma de la extraña
conversación.
«Alzir: Antes
de entrar a la prueba del pasado dijiste algo sobre el elixir… ¿puedes decirme
con claridad qué fue lo que viste?»
«Adam: Esto…
el líquido tenía muchos colores y reacciones desconocidas. Por lo general,
suelo ver los sucesos y elementos que componen la existencia las cosas o los
seres vivos, y distingo cuales son según su color y brillo…»
«Alzir:
¡Magnífico, joven Adam!» – dijo con una gran sonrisa - «¿Alguien más está
enterado de eso?»
«Adam: No,
nadie más lo sabe. No he tenido lugar para compartirlo con los demás y en esta
ocasión sólo accedí por temor, y porque es la primera vez que hablo con alguien
que parece tener idea de lo que es».
«Alzir: Oh,
joven Adam, entiendo que mis métodos pueden parecerte algo confusos, pero te
garantizo que no hay razón para tener miedo».
Adam sólo
guardó silencio por un momento, mientras veía cómo la sonrisa de Alzir seguía
dibujada en su rostro. Para el chico, aquellos ojos le habían traído problemas
y confusión, pero nunca había estado tan cerca de encontrar respuestas sobre su
condición, así que la curiosidad se apoderó de su ser, tomando las
riendas de la conversación.
«Adam: ¿Tienes
alguna información sobre lo que me sucede?»
«Alzir: Mmh…
no estoy seguro, pero puedo contarte una historia en su lugar».
«Adam: ¿Eh?»
«Alzir: Si,
joven Adam, siempre es un buen momento para una historia» – de pronto su voz se
había tornado opaca y suave, al tiempo que sus pasos se hacían secos y el
ambiente a su alrededor se llenaba de una tenue melancolía. El rostro de Alzir
permitía ver cuán doloroso le resultaba mirar por el retrovisor de su existencia
- «Antes de la guerra, este paisaje aún
existía, y se ubicaba en una gran región Noroeste de Iakos, el gran continente.
Aunque cada rincón de aquel territorio destellaba progreso y orden, había un
lugar que brillaba por sobre todas las demás regiones de nuestro mundo…»
Sin notarlo,
su larga y entretenida conversación los había acercado lo suficiente a la
pequeña cabaña, y lo que a la distancia parecía la línea del horizonte, en
realidad era el filo de un inmenso acantilado, desde el cuál se podía ver una imponente
y hermosa ciudad.
«Alzir: “La
estrella más brillante”, “la cuna de la luz”, tantos nombres que tuvo…»
«Adam: ¿Tuvo?»
«Alzir: Así
es, joven Adam» – el silencio en el que se refugió le hizo entender al chico que
no era prudente seguir indagando sobre eso, así que sólo siguieron caminando hasta llegar al borde del elevado risco.
«Alzir: La
constitución del poder que se concentraba en esta región hacía que este fuera bastante diferente
al de las demás» – irrumpió luego de unos minutos – «El Astro Fundador otorgó una
serie de habilidades que estaban compuestas por su propio ser, lo que lo
convirtió en el único gran señor que dispersó su fuerza de esa manera. Con el
paso del tiempo, la ambigüedad de aquel poder generó cierta envidia e
incomodidad en los dirigentes de otras regiones, quienes poco a poco sembraron
y cultivaron una semilla de odio que floreció bajo el nombre del Acuerdo de Nyx
hace poco más de 250 años, y decidieron emprender una serie de ataques con
el fin de obtener todos los secretos y reliquias de las regiones que se no se
alinearon a su ideal, dando origen al gran Conflicto de Astrotesie, que tuvo
como resultado la destrucción total de todo este lugar» – dijo mientras señalaba
con sus brazos lo que estaba a su alrededor. El viento daba ritmo a la
melancolía que afinaba cada una de sus palabras, para abrirle paso a la
continuación de su curioso relato – «Cuando el Conflicto se dio por terminado,
el bando que buscaba hacerse con el poder y conocimiento de esta región se
encontró con que todos los artefactos habían desaparecido sin dejar ningún rastro de la reliquia
principal, aunque lograron obtener dos de las tres joyas que resguardaba el
señor que gobernaba. Alterados y decepcionados por esto, los miembros de Nyx
decidieron arrasar con toda prueba de que esta región existió alguna vez, y lo
poco que queda de ella son recuerdos…»
Adam sólo
observaba el paisaje mientras pensaba en lo increíble de saber que un lugar tan
lleno de vida y color era algo que había desaparecido como resultado de una
guerra – «No somos tan diferentes» – pensó.
«Alzir: Como
sea» – continuó mientras se acercaba - «no
pensé que luego de más de 200 años me encontraría con un fragmento de eso que
tanto buscaron por mucho tiempo» - la melancólica mirada del mago se clavó en
los ojos carmesí del chico – «El poder de ver los pilares de la vida, y la
estela que deja el veloz paso del tiempo… los Ojos de Sirio».
«Adam: De… ¿Sirio?» – preguntó. Un nuevo nombre entraba al ruedo, y con él se sumaban más
incógnitas al ya extenso mar de dudas que inundaba poco a poco la mente del
chico.
«Alzir: ¡Así
es, Joven Adam!» – respondió con emoción – «Esos bellos y poderosos ojos son uno
de los tres poderes secundarios que dejó el gran Astro Fundador en esta extinta
región».
«¿Cómo podría
estar pasando algo como esto?» – pensó Adam. Era una carga demasiado pesada para
él, que nadaba en un estanque de confusión que se llenaba cada vez más con
cosas que no tenían mucho sentido. Había tardado mucho tiempo en
asimilar y normalizar su “habilidad”, y las dificultades, miedos e
inseguridades que enfrentó durante ese proceso forjaron al Adam Silver que
ahora era, y aún con todo eso, no podría haber estado preparado para todo lo
que estaba por escuchar, pero… ¿quién podría estarlo? Un mundo desconocido parecía ofrecerle respuestas.
«Alzir: Junto
a la Corona de Cristal y el Grimorio del Cazador, estos tres objetos solían ser
conocidos como las Joyas Stella Majoris. Aunque los tres son artefactos muy
poderosos, los Ojos de Sirio se encuentran por encima de las otras dos piezas,
en razón a la habilidad que éstos otorgan, pero no sé si ya hayas experimentado
algo de eso».
«Adam: Luego
de muchas cosas, aprendí que podía ver la composición química y elemental de lo
que estuviera viendo, sea un objeto o un ser vivo…»
«Alzir: Uhm…
aún falta algo, joven Adam» – dijo suavemente mientras se acercaba al borde del
risco - «¿a qué te suena la palabra “caleidoscopio”?»
«Adam: ¿Eh?
Pues… es un tubo con tres lentes reflectantes y varios cristales de colores,
que según su posición y el movimiento que
se haga, permite ver distintas figuras geométricas y simétricas… ¿qué tiene que
ver eso con lo que hablamos?»
«Alzir: Ese es el nombre que recibían esos ojos, el Caleidoscopio de Zoís» – respondió – «Lo que ves joven Adam, es solo uno de los tres estados que se pueden alcanzar con su uso. Como ya mencionaste, un caleidoscopio tiene acoplados tres espejos y otros cristales que forman un prisma triangular que apunta hacia el interior, lo que permite ver imágenes simétricas coloridas y algo psicodélicas. La idea general del poder que tiene esa joya es que a través de esos ojos se alcanza un campo de visión que se puede representar como un tubo con tres cristales en su interior, pero a diferencia de un caleidoscopio común, cada uno de los cristales al interior de los Ojos de Sirio permiten ver el estado de un objeto o ser en diferentes “momentos”».
«Adam: N-no
entiendo bien a lo que se refiere con todo esto» – susurró desconcertado.
«Alzir:
Vamos, joven Adam, no es muy difícil de entenderlo» – le contestó entre risas,
antes de acercarse a él de nuevo – «Los tres cristales que componen el artefacto
en mención no son un prisma reflectante que apunta al interior, sino que
reflejan lo que se ve en distintas direcciones en el tiempo, permitiendo ver el
estado de lo que se observe en su pasado, presente o futuro, y lo que hasta
ahora dices que has visto es el presente del objeto, la composición y actividad
que se ha dado en el preciso instante en el que eliges mirar» – se detuvo por un
segundo al ver el rostro confundido del chico – «A ver, pongamos todo en
términos más simples… mmh… ya. Mira esa ave» – dijo señalando al cielo - «¿Cómo
la ves en este momento? ¿Qué hace?»
«Adam: Sólo
está volando hacia el horizonte, y lo que hace es aletear para sostener su
altura y velocidad…»
«Alzir:
¡Correcto, joven Adam! Ese es el presente. El ave está ahí y avanza en su ruta
sin mayor dificultad. Ahora pregunto ¿de dónde viene?, ¿para dónde va
exactamente?»
«Adam: No…no
lo sé».
«Alzir: Bien,
es muy difícil saber eso, porque sólo la vimos hace un momento y no tenemos
idea de lo que fue o de lo que será. Con eso definimos los “momentos” a los que
puede acceder el Caleidoscopio de Zoís».
«Adam:
¿Quieres decir que puedo ver a plenitud el pasado y futuro de la existencia?» –
preguntó emocionado.
«Alzir: Vamos
con calma. Un poder así de magistral solo lo otorgaría un objeto del nivel de
una Reliquia de Kyklos. No olvides que los Ojos de Sirio son un artefacto
secundario» – dijo sonriendo – «Estos tienen la capacidad de ver lo que fue, lo
que es y lo que va a ser sólo de un objeto o un ser a la vez. El Gran Señor
podía observar lo anterior, pero en un alcance bastante reducido. Si mal no
recuerdo, su extensión temporal máxima llegaba a los diez segundos hacia el
pasado y diez segundos al futuro» – replicó con algo de duda - «¿No te parece
grandioso? Podrías predecir las condiciones del siguiente ataque de un enemigo».
«Adam: Es
cierto…» - pensó. La última frase removió todo al interior del chico. No podía
dejar de lado el hecho de que cada paso y descubrimiento que alcanzaba en ese
lugar significaba estar cada vez más cerca de un enfrentamiento, aunque no
tenía claridad de quién sería su enemigo o la razón por la que tendría que
pelear. Sin embargo, de su mente no salían las cruentas imágenes de las cinco
mujeres desconocidas que aparecieron frente a ellos, que con facilidad cayeron ante el inmenso poder
de Cástor y Pólux, quienes en un abrir y cerrar de ojos eliminaron la
existencia de tres de ellas.
«Alzir: ¿Pasó
algo?»
«Adam: No, sólo
que… aún sigo sin entender bien lo que significa todo esto, pero siento que
esto me ayuda en mi intento por alcanzar a alguien…»
La sorpresa
del viejo mago al ver al chico fue inmediata. Aquel rostro pálido y juvenil que
hasta hace unos segundos sólo albergaba confusión, ahora se iluminaba con una
inesperada sonrisa, que se veía como el tranquilo ojo del intenso huracán que
azotaba su interior.
«Alzir: ¡¡Me
alegra ese entusiasmo!!» – dijo emocionado – «Será muy útil para que puedas
aprender a dominar por completo tu maravilloso poder… Pero hay algo que debes
saber antes» – se quedó en silencio por un momento, y con la brisa que sopló en
ese instante se fue aquella emoción que hasta hace unos segundos se reflejaba
en su envejecido rostro – «Todas las habilidades provenientes de las reliquias
creadas por los primeros Astros exigen una contraprestación por su uso, y los
ojos que posees, aunque sean de menor categoría, no son la excepción, aunque en
este caso sus costos son variables» - la sonrisa de Adam se fue ocultando poco a
poco, y como el ocaso que ya se dibujaba en el horizonte, la oscuridad y la confusión
empezaban a danzar sobre él – «El precio de usar el lente del presente es la
sustracción del usuario en el desarrollo del mundo, lo que en palabras más
simples significa que, cuando observas el presente de algo, no puedes ver nada
más que eso, y tu existencia se ve sumida en un estado en el que sólo existes
tú y lo que puedes ver, lo que hace que quedes a merced de todo lo que pueda
suceder a tu alrededor».
Adam se
quedó sin aire por un segundo, tratando de analizar lo que el viejo mago
acababa de decirle. De inmediato recordó las extrañas experiencias que había
pasado mientras trataba de entender su habilidad.
«Adam: Ya
veo, por eso no noté lo que pasó con el sodio de la sal» – susurró.
«Alzir: ¿Dijo
algo, joven Adam?»
«Adam: No,
sólo se me vino a la mente un recuerdo que toma sentido con lo que acabas de
explicar».
«Alzir: Oh…
¿y podría saber de qué se trata?»
«Adam: Sólo
fue un pequeño accidente» – respondió algo apenado – «Un día, mientras buscaba
entender por qué veía tantos colores en las cosas, me distraje al quedar
fascinado por el brillo plateado que emanaba de las partículas de sodio de la
sal de mi casa. Cuando pude notarlo, me había enfocado tanto en esto que no me
vi que habían sucedido algunas cosas frente a mi sin
siquiera darme cuenta».
«Alzir: Veo
que ya has vivido esa experiencia, así que no es necesario profundizar más» –
contestó – «Entonces hablemos del precio de lo demás, pero creo que deberíamos
entrar a la cabaña. La noche está cayendo y el frío empezará a sentirse».
Con un lento
caminar, el anciano emprendió su ruta hacia la pequeña y oscura casa de madera.
El sol se ocultaba sin dar aviso, y con su partida dejaba un ocaso que pintaba
de naranja y violeta la extensa llanura.
«Alzir:
Avanza, joven Adam, o te dejaré atrás» –
le dijo con una amable sonrisa.
La
curiosidad que le despertaba el relato del viejo mago lo impulsó a seguir sus
serenos pasos. El corto camino estuvo acompañado por el silencio, mientras la
oscuridad se apoderaba rápidamente del escenario.
«Adam: Anocheció
muy rápido, ¿no crees?» – preguntó antes de entrar.
«Alzir: Oh,
joven Adam, tienes toda la razón» – respondió mientras hacía pasar al chico
antes de cerrar la vieja puerta – «Lo que sucede es que estamos dentro de un
escenario que simula un recuerdo, así que el tiempo no recorre el camino al que
nos tiene acostumbrados».
«Adam:
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que inició la prueba?»
«Alzir: No
habrá pasado mucho» – dijo sonriendo de nuevo – «No deben haber transcurrido más
de una o dos horas desde el inicio, y no más de algunos minutos desde que tus
compañeros se fueron».
«Adam: Ya
veo…»
«Alzir: Si
si, y por eso mismo no podemos tardar más aquí. No quiero que se pueda armar un
gran lío por no llevarte de regreso pronto».
Mientras
decía eso, el anciano señalaba un par de rústicas sillas en las que se
sentaron. Dentro de la cabaña no había más que una pequeña mesa frente a la
chimenea que ya estaba encendida. Sobre ella, Adam pudo ver un llamativo cuadro
en el que habían dibujado cinco estrellas de colores ubicadas en una fila
horizontal que atravesaba aquel lienzo pintado de un profundo color negro, con
una corta línea escrita en la parte inferior de su marco.
«Adam: La
Mano de Si-»
«Alzir: No es
momento de distraerse, joven Adam»– irrumpió – «Como ya dije, no tenemos mucho
tiempo».
«Adam: Lo
siento».
«Alzir:
Bieeeen, ¿en qué íbamos? Si, la contraprestación por el uso de tu habilidad» –
dijo mientras miraba hacia el techo - «El
costo por ver el rastro del pasado o del futuro es tu tiempo de vida».
«Adam: ¿Eh?» –
fue lo único que pudo responder. Una nueva ola de confusión cayó sobre el joven
químico, y el silencio que llegó luego de aquella frase no hizo más que
acentuar el sentimiento de vacío que ya rondaba su pecho. Al mismo tiempo,
Alzir dejaba salir una sutil sonrisa que reflejaba el gusto y diversión que le
generaba el atormentar la frágil mente de Adam.
«Alzir: El
tiempo se paga con tiempo» – susurró luego de unos segundos – «Cada uso de tu
habilidad implica un recargo sobre tu existencia, pero sus efectos son
diferentes según la dirección que desees observar. Entonces, joven Adam, si
miras al pasado deberás pagar con una porción de tu Designio de Vida; mientras
que si eliges ver el futuro, harás que tu existencia sufra el paso del tiempo
de una forma acelerada».
«Adam: No entiendo…
¿qué es el designio de vida?»
«Alzir:
Cuando un ser llega a este mundo, este viene ya con una duración
preestablecida. Desde el momento en que nace su tiempo empieza a correr, y en
este ya viene contemplado cualquier condición o factor natural que pueda
influir en él. Dicho de otro modo, joven Adam, podemos decir por ejemplo que tu
designio de vida sea de 90 años, ya que no tienes escrito en él ningún mal de
nacimiento que pueda desarrollarse y disminuir tu duración. Sin embargo, esto
no contempla ninguna condición externa que pueda interferir con tu vida, como
puede ser una enfermedad contraída, un accidente, o incluso si tú mismo o alguien
más decidiera hacerte daño» - se detuvo
un momento al notar la expresión atónita del chico, quien trataba de asimilar
cada palabra que escuchaba - «¿Estamos hasta ahí?»
«Adam: S-si…» - respondió en voz baja.
«Alzir: El
fin es parte del inicio, joven Adam, y aunque es algo obvio, es el principio
básico entre los Ojos de Sirio y la vida de su portador. Ahora bien, teniendo en cuenta esto, podemos
pasar a lo importante» – replicó con una animada risa que contrastaba con la
tensión que se albergaba en la mirada de Adam – «Como te dije antes, el máximo
uso que registró el antiguo usuario fue de diez segundos para ver el rastro del
pasado y diez segundos para ver la sombra del futuro. Cada segundo que tomas
del pasado le quita un mes de extensión a tu designio de vida, mientras que
cada segundo que observas al futuro le adelanta a tu vida un mes de existencia».
«Adam: El
futuro me envejece y el pasado acorta mi vida» – susurró – «No parece un pago tan
malo, teniendo en cuenta su increíble poder».
«Alzir:
Tienes mucha razón al pensar de ese modo, pero ese es el peligro que tienen
esos ojos» – respondió con seriedad, esperando a que Adam sucumbiera a la
incertidumbre que buscaba crear con su inconcluso comentario. Sin embargo, fue
él quien resultó sorprendido al notar cómo la expresión del chico reflejaba una
serenidad inesperada - «Ya me empezaba a
acostumbrar a tu cara de confusión…»
«Adam: ¿Eh?»
«Alzir: Nada,
no es nada» – contestó entre risas – «En fin, el peligro que el señor solía
mencionar hacía referencia a que, al pensar de ese modo tan tranquilo frente al
pago con el tiempo de vida, podría hacer que el portador se confiara y terminara
sacrificando más de lo deseado, sobretodo porque nadie conoce su propio
designio, y puede que se esté perdiendo tiempo que tal vez no se tenga».
«Adam: Por lo
que he notado, la esperanza de vida aquí es bastante alta, así que debe ser
entendible que tal confianza termine siendo un peligroso exceso».
«Alzir: Me
sorprende lo perspicaz que puedes ser, joven Adam» – dijo con curiosidad - «¿Cómo
llegaste a esa conclusión?»
«Adam: Tanto
tú como Cástor y Pólux han hablado de aquella guerra de hace 200 años como si
hubiesen estado ahí, así que supongo que son bastante viejos, aunque sólo tú te
veas así» – la estruendosa risa de Alzir lo interrumpió, y de inmediato lo hizo
sentir avergonzado por lo que había dicho sin pensar – «L-lo siento, no quería
decir algo indebido».
«Alzir: No,
no, joven Adam, me alegra que puedas tomar más confianza» – contestó para
tranquilizarlo – «Pero para aclarar lo anterior, debo decirte que te equivocas.
El designio de vida de los habitantes de Iakos suele estar entre los 80 y los
100 años. Los únicos que superan estos límites son los Señores de cada región,
y las personas que reciben alguna de las Bendiciones Sagradas, como es mi caso».
«Adam: Entiendo…
entonces, ¿conocías mucho al señor de la región desaparecida? Lo digo porque
pareces saber mucho de sus habilidades, así como el recuerdo de este lugar…»
«Alzir: …» -
su respuesta fue un silencio gélido acompañado por una distraída mirada a la
nada – «Ya es hora de volver, joven Adam. Aunque envié a los demás chicos con un
sutil hechizo de sueño, ya deben estar por despertar, y no quiero tener ningún
problema con Alhena si no te llevo de regreso junto a ellos».
De inmediato
se puso de pie y chocó su báculo contra el suelo. Todo a su alrededor,
incluyendo la cabaña y la extensa llanura se fragmentaron hasta romperse en mil
pedazos, para luego desaparecer y darle paso al lugar totalmente blanco y vacío
en el que estaban inicialmente.
«Alzir: No
sobra decir que, por tu seguridad y la de tus amigos, todo lo visto en este
lugar y lo dicho sobre tus ojos debe quedar entre nosotros» – dijo antes de
golpear de nuevo el suelo para abrir un portal similar al que utilizó para
sacar a los demás de ahí.
Adam se paró
junto a él y en silencio cruzaron aquella mancha oscura que les abría el camino
fuera de aquel escenario mental. Sin mediar palabra, el chico había entendido
que su pregunta había tocado una parte de la vida de Alzir que no debía, y
aunque sintió algo de vergüenza, fue la curiosidad lo que se despertó en su
interior. ¿Qué relación podría tener el misterioso mago con toda la historia de
la guerra pasada y la región destruida? Pero sus pensamientos se vieron
cortados por la violenta sensación de vacío que inundó su pecho cuando ingresó
al portal, pues sintió como si su consciencia hubiese sido arrojada a un oscuro
pozo sin fondo…
[…]
Poco a poco
abrió sus ojos, que con dificultad trataban de observar a través de la intensa
luz que los sofocaba. Luego de unos instantes, pudo ver cómo sus compañeros se
recuperaban al mismo ritmo que él, y tras unos minutos pudieron reubicarse en
sus asientos luego de estar recostados sobre la mesa.
«???: Me
alegra ver que todos están de regreso» – se escuchó una delicada y tímida voz.
Alhena, la
extraña sacerdotisa, estaba parada frente al gran comedor, y junto a Alzir,
esperaba a que los chicos pudieran despertar. Luego de un momento, la mujer de
capa verde se acercó a cada uno de ellos, y posó sobre sus cabezas un pequeño
paño blanco, que sostuvo por un momento antes de pasar al siguiente.
«Alhena:
Parece que ninguno tiene señales de corrupción o fragmentación del alma, así
que con esto daré por concluida y superada la Prueba del Pasado, y se abre paso
a la siguiente parte del entrenamiento. Iré a informar a los Señores sobre su
estado, así que te encargo el cuidado de los pequeños» – susurró antes de
desaparecer entre una nube de pequeñas mariposas blancas.
«Alzir: Bien,
ya escucharon. ¡Felicidades por superar el primer escalón!» – dijo con emoción,
antes de acercarse – «Ahora bien, espero
que esto les haya servido para lo que viene…»
...