lunes, 2 de diciembre de 2024

Jauría

XVIII. Jauría


«Wass: Señora Pólux...»

«Sath: Señor Cástor...»

«Pólux: ¿Si?»

«Wass: Mekb trae...»

«Sath: Información para ustedes...»

La pequeña extendió su mano para señalar la entrada del salón.

«Cástor: Adelante, paladín» - replicó con voz de mando.

«Mekb: Sí, señor. Con su permiso» - contestó mientras se paraba frente a ellos - «Traigo un mensaje desde el Reino de Taurus. Alzir informó que los cinco jóvenes llegaron a la casa de Aldebarán. Se encuentra bien, aunque...»

«Cástor: ¿Uhm?»

«Mekb: Según lo dicho por el señor Repsil, el carruaje fue interceptado por un espectro de sangre del señor de Sagitta».

«Pólux: ¿Rukbat

«Cástor: ...» - su silencio se acompañó con un tenue gesto de desagrado.

«Pólux: Gracias, Mekb. Ya puedes retirarte» - dijo con tono amable - «Por favor, informa de esto al General Taum».

«Mekb: ¡Como ordene, mi señora!» - respondió mientras salía rápidamente del salón.

«Cástor: Va siendo hora de despedirse de los tiempos de tranquilidad...» - susurró.

«Pólux: Eso parece, hermano»

[...]


Sarah dio un paso adelante, con intención de interponerse entre el feroz  Aldebarán y sus indefensos compañeros. Tenía muy claro que eso no serviría, pues ella no significaba mayor obstáculo para la imponente masa de músculo que estaba por arrollarlos, pero su cuerpo se había movido por sí solo, carente de duda alguna... Asentó sus pies con firmeza, abrió completamente sus brazos y cerró los ojos, a la espera del resultado más obvio.

«Sarah: ¡...!»

Una suave corriente acarició su frente y estremeció su ser. Lentamente, empezó a abrir los ojos, y mientras estos se adaptaban a la luz, sintió como su rostro era impactado por pequeñas gotas de agua.

Miró hacia arriba y notó que el cielo estaba nublado y opaco, al tiempo que la brisa empezaba a convertirse en una llovizna.

«Sarah: Llueve...» - pensó - «¿Por qué si yo estaba... si estábamos en una biblioteca?»

Bajó su mirada y observó  a su alrededor tratando de encontrar a sus amigos, pero no había  nadie. Se encontraba totalmente sola, en la mitad de una extensa llanura que lentamente se veía cobijada por la intensidad de la tormenta.

«???: ¿Por qué lo hiciste?»

«Sarah: ¡¿Eh?!»

Las gotas que caían frente a ella empezaron a juntarse hasta formar una figura amorfa y crisálida, que flotaba a la altura del pecho de Sarah.

«???: ¿Por qué saltar al frente? ¿Creíste que podías detener a Aldebarán?»

«Sarah: Lo hice porque... porque debía protegerlos...»

Aun cuando la situación se había tornado bastante extraña, Sarah se sintió profundamente tranquila al escuchar la voz que provenía del cúmulo de agua que se posaba frente a sus ojos.

«Sarah: Simplemente sentí que debía hacerlo...»

«???: ¿Es el deber lo que te mueve?»

«Sarah: Eso creo».

«???: ¿Y en qué momento te atribuiste ese deber?»

«Sarah: ...»

«???: ¿Tus amigos te encargaron eso?»

«Sarah: No realmente...»

«???: ¿Algún superior te dio esa orden?»

«Sarah: No».

«???: ¿Entonces?»

«Sarah: No lo sé, simplemente siento que así debe ser».

La lluvia se había intensificado, y los rayos hicieron su entrada triunfal, golpeando con fuerza la tierra y dejando la huella de sus pasos en la llanura.

«Sarah: Nadie lo ha pedido ni lo ha ordenado; simplemente elegí hacerlo».

«???: ¿Saltaste al frente porque debías protegerlos?»

«Sarah: Di un paso al frente porque quería protegerlos».

«???: ¿Por qué hacerlo?»

«Sarah: Es mi deseo».

«???: ¿Crees que ellos harían lo mismo por ti?»

«Sarah: Eso no importa» - contestó con serenidad.

La expresión de la bruja rosa había cambiado y ahora miraba con sutil furia a la entidad desconocida que la interrogaba con vehemencia.

«Sarah: Cuestionar mis decisiones no hará que cambien».

«???: Solo quiero saber si estás realmente segura del camino que estás tomando».

«Sarah: Recorrer esa ruta es mi elección».

«???: Si, pero... aún estás a tiempo de cambiar de parecer».

«Sarah: No creo hacerlo. Seguiré avanzando hasta lograr lo que quiero».

«???: ¿Por qué arriesgarse tanto?»

«Sarah: Porque quiero que sean mis pasos los que allanen un camino seguro para los demás».

«???: Si eres débil, no podrás cumplir tu sueño».

«Sarah: Seré fuerte».

«???: Si tu deseo es salvarlos, no podrás huir en ningún momento».

«Sarah: Debo ser valiente».

«???: ¿De verdad podrás serlo? No se trata solo de tener la fuerza de dar un paso adelante» - cuestionó con tono desafiante - «Tendrás que pelear y matar a muchos... culpables e inocentes».

Por un instante, dejó que su mirada se perdiera en el infinito horizonte, antes de respirar profundamente.

«Sarah: Me convertiré en una bestia sin escrúpulos si es necesario».

La lluvia había dejado de caer y ahora eran los rayos del sol los que perforaban las nubes hasta eliminarlas por completo. El tormentoso cielo se había pintado de un brillante azul claro, que resplandecía con la luz del sol que se posaba en las alturas, reflejándose infinitas veces en las gotas de rocío que quedaban sobre la llanura.

«???: Al final no eres tan débil como pareces».

«Sarah: Supongo que no puedo serlo» - respondió con tono sereno a los comentarios de aquel ente desconocido.

«???: Es hora de dar el primer paso, entonces» - la voz que antes indagaba con afán, ahora se llenaba de ánimo - «Guía tu manada con la furia y el orgullo del León y ruega por no convertirte en un líder tirano».

Sin dar lugar a más, aquella masa de agua cayó al suelo y se extendió hasta formar un pequeño lago sin profundidad, en cuyo centro se erigía una extraña puerta hasta la cual Sarah caminó.

«???: Crúzala, es hora de que vuelvas» - se escuchó - «Observaré paciente cómo logras convertirte en lo que quieres, o mueres en el intento...»


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«???: Pensabas huir, ¿verdad?»

Akane abrió los ojos de golpe , buscando el origen de aquella voz neutra y desconocida.

Su mirada se adaptó lentamente al brillo plateado que cobijaba el paisaje. La luz de la noche le permitió darse cuenta de que estaba parada en la cima de una gran montaña, rodeada en su base por un extenso bosque argentado por el brillo de la inmensa luna que adornaba el cielo. 

«???: Deberías sentarte, el suelo aquí no es muy estable».

Al mirar hacia su izquierda, se dio cuenta que la voz provenía de una pequeña y reluciente flor blanca que brotaba de entre las rocas.

«Akane: ¿Qué es lo que sucede?» - preguntó nerviosa.

«???: Tranquila» - respondió con amabilidad - «¿Por qué no te sientas? Así podemos hablar con más calma».

La chica de ojos negros dudó por un instante, pero al no tener más opciones, cedió a la invitación.

«Akane: ¿Qué se supone que ocurre?»

«???: Esto, señorita, es una simple conversación» - la suavidad de aquella voz le dio paso al sonido del viento que merodeaba por el lugar - «¿No te parece hermoso lo que ves? Un cielo lleno de estrellas, la luna resplandeciente, la inmensidad de la existencia frente a tus ojos... Hay muchas cosas maravillosas por conocer en este mundo, y es comprensible querer conservar la vida para disfrutarlas aún más... ¿es por eso que intentabas huir?»

«Akane: Y-yo no...»

«???: Jajajaja, no te culpo en realidad. El ataque de Aldebarán no es algo que un frágil cuerpo humano pueda resistir, por lo que moverse era la mejor opción, pero... Tú anticipaste lo que ocurriría, le diste la espalda a tus compañeros y solo pensaste en huir, aun cuando el señor de Taurus ni siquiera se había movido».

Akane se puso de pie y miró con extrañeza a la pequeña flor. Movía sus manos con inquietud mientras sus ojos buscaban a su alrededor un lugar donde pudiera ocultar su vergüenza.

«???: Regresa a tu lugar. Ya te dije que es peligroso».

Un fugaz escalofrío recorrió sus piernas al darse cuenta de que estaba a un par de pasos de caer al abismo, por lo que lentamente se ubicó en el sitio en que estaba antes.

«???: Y bien, ¿quieres preguntar algo?»

«Akane: Los demás... ¿se dieron cuenta de eso?»

«???: ¿De qué?, ¿de que les diste la espalda? No creo»- respondió con dureza - «Es decir, claramente todos observaron cuando saliste corriendo hacia la puerta, pero no creo que ninguno de tus amigos captara que habías decidido dejarlos atrás».

Akane miraba al suelo y pateaba algunas piedras, tratando de ocultar los nervios que sentía, y sin entender por qué se avergonzaba tanto por las palabras que la acusaban.

«???: Lo que a mí me sorprende es que un ser con tanta energía se limite a esconderse detrás de sus amigos».

«Akane: ¿Qué quieres decir con eso?» - preguntó mientras levantaba su mirada.

«???: Sí, energía, lo que la gente de Tigarden llama eos, y el hecho de que tengas mucho de eso se hace evidente solo con ver el escenario que tu subconsciente creó» - contestó.

«Akane: Y eso... ¿Qué significa?»

«???: En este momento estamos en un lugar creado por tu mente. La habilidad de Aldebarán, Reino Animal, manipula el eos que lo rodea, lo que implica que quienes se ven afectados por ella, enfrente unas condiciones y un entorno inestable e incontrolable para ellos. De esta forma, te encerró a ti y a tus amigos en sus propias conciencias, con el fin de acceder al núcleo de sus existencias, y la relación que cada uno tiene con la reliquia de Sirio.

Por lo general tomo la forma de un cúmulo de masa, un objeto o animal sin mayor detalle, pero esta vez adquirí la forma de  una hermosa flor, brillante, reluciente y llena de vida. A eso se le suma el hecho de estar en la punta de una gran montaña, que permite ver un paisaje casi infinito. Si fuéramos al bosque que nos rodea, encontraríamos plantas y animales vivos, y si pudiéramos volar, visitaríamos la luna o las estrellas... 

Nada en esta visión es adorno, todo está completamente materializado, y para que el Reino Animal proyecte un entorno así de extenso y detallado, se requiere que el afectado posea una reserva de eos inmensa, y una adaptación de alto nivel a la energía que fluye en el mundo.

Con solo ver eso sé que en tu interior habita el fragmento que encierra la línea del lobo, la más fuerte de los antiguos señores de Sirio, pero no por eso puedo dar por concluida mi labor, pues sigo sin entender cómo, siendo tu poder todo lo que es, solo denotas temor y cobardía...»

La joven programadora miró nuevamente a la flor, y tras unos segundos en silencio, dejó salir una corta risa, seguida de un profundo suspiro que parecía lanzar al aire la presión que, hasta hace un momento, se albergaba en su pecho.

«Akane: ¿El ser más fuerte?» - preguntó con ironía - «No creo que ese atributo me quede bien».

La chica corrió suavemente el cabello que caía sobre su pálido y bello rostro, y lo ubicó tras su oreja derecha, antes de levantar su mirada y apuntar con sus ojos negros hacia el inalcanzable horizonte.

«Akane: No comprendo, y aunque desconozco el poder del que tanto hablas, hay algo que no estás teniendo en cuenta» - replicó - «Solo soy alguien que ha dedicado su vida a estudiar y avanzar, apoyada en el pasado, en los recuerdos de quienes fueron importantes y ahora no están, y quienes llegaron a mi vida para acompañarme cuando no tenía razón alguna para seguir... Omites que soy solo una chica que proviene de un lugar ajeno a todo lo que dices, formada por las vivencias, alegrías y tristezas que me dio un mundo diferente a este.

Si quieres a alguien realmente fuerte, deberías hablar con Sarah... Sé que no elegí huir, pero soy débil y debo ponerme en un lugar seguro para pensar en un plan para ayudar a mis amigos... sin embargo, pude ver como ella pasó al frente para defendernos de un ataque que obviamente la destrozaría... ¿No crees que eso es ser realmente fuerte? Al final del día, siempre estoy escondida, y no solo tras la sombra de ella, sino de todos los demás». 

La luna empezó a ser cubierta por una capa de nubes que intempestivamente ocuparon en cielo, dejando pasar solo algunos rayos de la luz que, con dificultad, evitaban que el paisaje quedara totalmente sumido en la oscuridad.

«???: Al inicio de nuestros tiempos, cuando el continente apenas era formado, los primeros astros se repartieron el territorio, y ubicaron a un puñado de personas en cada una de estas regiones, en las cuales la humanidad logró establecerse como una prominente sociedad, con distintas costumbres y tradiciones.

Tras varios tropiezos, los creadores otorgaron a la humanidad la libertad suficiente para que cada región tomara el camino que estimara conveniente para su desarrollo, iniciando así una nueva época que fuera conocida como la Segunda Vida, relato que ustedes ya conocen.

Sokyl, la poseedora de la línea del lobo, fue la primera Señora de Sirio en dicho periodo, y se distinguía como una entidad que, a ojos de la débil sociedad que habitaba esa región, era la materialización pura de la fuerza, la autoridad y la disciplina. Al ser descendientes directos de los dioses y conservar los deseos de estos, los Primeros Señores eran seres ajenos a la humanidad. Sin embargo, los astros les dieron libertad para elegir cómo llevar sus vidas permitiéndoles gobernar como mejor les pareciera, y Sokyl fue una de las que más cambios tuvo.

Su posición de autoridad fue variando, y la distancia con las personas se redujo rápidamente. La Primera Señora se sentía tan maravillada e intrigada por la naturaleza humana, que decidió vivir entre ellos, conocerlos y disfrutar su forma de existir.

Gozó a su lado de  la naturaleza y las diferentes formas de vida que se ubicaban en su territorio. Fue a través de los ojos humanos que ella conoció el mundo, y por eso decidió instaurar un gobierno entregado a la protección de su pueblo.

Esa fue la piedra angular sobra la que se forjó la prosperidad de esa región, que hasta el fin de sus tiempos fue la cuna de la evolución y desarrollo humano. Sokyl veía con orgullo el progreso, pero fue eso mismo lo que la llenó de tristeza.

Para un ser inmortal, el tiempo es un aspecto irrelevante, por lo que no puede ser consciente del paso de este. Sin embargo, los humanos tienen vidas cortas y limitadas, en las que cada segundo alberga la esperanza y el temor al futuro. 

Sokyl empezó a ver cómo perdía una y otra vez a esos seres que la acompañaron desde el inicio, quienes envejecían y morían sin alcanzar a conocer el desarrollo que ellos mismos habían labrado. El sueño de un hombre era lograr un futuro prometedor para sus hijos, pero esto era algo que la Señora de Sirio no podía comprender, pues lo que para ella era un simple suspiro y una grata aventura, significaba la vida entera para sus compañeros.

La gran Señora había vivido poco más de 800 años, tiempo en el que también había tenido que defender el bienestar de su gente ante los ataques de otras regiones. Sokyl no entendía la necesidad humana de apoderarse de lo ajeno y usar la violencia para esto, pero no dudó en ningún momento en levantar sus armas para cuidar a los suyos, razón suficiente para que la historia la recuerde como la "estrella más brillante del cielo".

Aunque fue conocida como la más fuerte, esto no sólo se debía a su poder físico o sus habilidades de combate, pues siempre actuó resguardada tras sus hombres, sin pisar nunca la vanguardia. Contaba con guerreros formidables que actuaban en el frente, entregando con gusto y alegría su vida por el bien de su Señora y su región.

La mujer más fuerte era llamada así por la inspiración que daba a los suyos... la más fuerte era el núcleo de la vida de todos los habitantes de Sirio, y su fuerza era la fuerza de todo el territorio».

El brillo de la flor se reflejaba en los profundos ojos negros de Akane, que la miraban fijamente mientras continuaba con su relato.

«Akane: ¿Y qué sucedió con ella?»

«???: El sentimiento de impotencia se había sembrado en su interior, y la idea de que todos sus esfuerzos por cuidar a su pueblo eran en vano se afianzaba al ver que todos, en algún momento, terminarían muriendo sin que ella pudiera evitarlo.

Aunque los portadores de las Reliquias de Kyklos tienen la facultad de otorgarle a los humanos una "bendición astral" que hace que sus cuerpos no sufran el paso del tiempo, Sokyl consideró que usar eso destruiría por completo la "magia" que solo poseen los humanos, de poder disfrutar cada momento como si pudiera ser el último.

Todo esto la llevó a que, tras casi alcanzar los 900 años de vida, decidiera compartir el destino que enfrentaban los suyos, y renunció a su bendición astral, eso que la hacía cercana a los dioses, dando un paso definitivo que resonó en todo el continente.

Luego de 60 años, la bella Sokyl de Sirio abandonó Tigarden como una humana, pero quedó inmortalizada en la historia de nuestro mundo».

Akane levantó su rostro con suavidad, y aprovechó el silencio que los cobijó por un instante para escuchar el ruido de los árboles siendo mecidos por el viento, mismo que poco a poco, fue dispersando las nubes, llevándose con ellas la penumbra y dando paso nuevamente a la luz de la luna.

«Akane: Una decisión valiente» - susurró.

«???: Al final, todo se trata de eso. Cada decisión es una roca, y todas ellas van dando forma al pedregoso camino de la vida» - dijo con tono amable - «En tu interior habita el fragmento que resguarda la línea del lobo, una pieza del alma de la protagonista del relato que acabo de contarte, pero eso no te obliga a nada... simplemente, debes conocer el potencial que guardas».

«Akane: Es una historia hermosa» - dijo luego de respirar profundamente - «Sokyl realmente fue una mujer maravillosa, y es difícil creer que pueda compararme con ella».

«???: No es esa la intención de esto» - replicó - «Solo quiero que sepas que el origen de tu poder va más allá de la fuerza, y carga consigo un legado de nobles decisiones... pero ahora es tuyo, y serás tú quien decida cómo usarlo».

Con una expresión pensativa, la chica de ojos negros miraba hacia el cielo. El viento había dejado de soplar, y ahora la calma reinaba en el lugar.

«Akane: Tal vez ser reconocida como la más fuerte no va conmigo, ¿pero sabes? Prefiero el otro nombre que le daban».

«???: ¿Cuál?»

«Akane: "La estrella más brillante del cielo"» - contestó - «Puede que ese título sea imposible de alcanzar, pero quiero hacer algo similar a lo que ella hizo».

«???: ¿A qué te refieres?»

«Akane: No puedo ocultar que siento temor de las cosas que se alejan de mi control, pero siempre quise tener la fuerza para dominar cada escenario y así proteger a quienes quiero... Tal vez sea pesimista y cobarde, pero por alguna razón, quiero creer que ese "poder" que se alberga en mí, me permitirá cumplir ese deseo tal y como ella lo hizo».

Una cálida sonrisa se dibujó en el bello y pálido rostro de la doctora Hayashi, al tiempo que los primeros rayos del sol empezaban a cruzar el cielo.

«Akane: Sé que no está en mi naturaleza liderar o guiar, pero mi corazón y mi mente se aceleran cuando se trata de pensar en cuidar a mis amigos» - dijo mientras regresaba su mirada hacia la flor - «Al inicio cuestionaste mi actuar, reclamando el por qué huía, y si bien es cierto me di cuenta de lo que ocurría e intenté escapar, solo era para ubicarme desde un punto que me ofreciera la suficiente distancia para no resultar lastimada, mientras pensaba la mejor forma de salir de ese problema. 

No deja de ser iluso de mi parte, la verdad, el creer que voy a resolver algo tan complejo como lo que ocurrió antes» - sus palabras se mezclaron con una corta y sutil risa - «No hay punto de comparación entre las dificultades que se viven en este mundo y las que solíamos enfrentar en el laboratorio... Aun así, si es cierto que dispongo del poder de Sokyl, quiero proteger a mis amigos... Dejaré de lado el temor y entregaré todo lo que sea necesario, con tal de poder salir de esta y regresar a nuestra vida, a nuestra felicidad».

Con el sol ya elevado en el horizonte, el amanecer se dibujaba plenamente en el cielo, reflejándose en el extenso bosque que ahora se mostraba con esplendor. Akane se sentía llena de paz, y las dudas que la embriagaban se habían despejado, como el cielo que ahora mostraba su vívido azul.

«???: ¡Bien! Es suficiente» - comentó con voz animada.

La flor creció rápidamente hasta formar una puerta de madera rodeada por una frondosa enredadera. .

Akane se puso de pie y respiró profundamente, mientras le daba un último vistazo al paisaje 

«???: Sigue, es hora de que te vayas... Del otro lado te espera un futuro desafiante, así que no debes olvidar la decisión que tomaste hoy».

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Un suave y constante sonido empezó a hacer eco en su cabeza, causando que el chico rubio abriera sus ojos lentamente.

Tras unos segundos, Isaac pudo ver que estaba totalmente rodeado por paredes rocosas. Una gotera se filtraba por la parte alta, encharcando el suelo alrededor de una pequeña fogata que iluminaba el lugar.

«???: Bastante raro este lugar...»

«Isaac: ¡¿Q-Quién habla?!» - dijo exaltado mientras buscaba el origen de aquella voz.

«???: No es necesario alterarse. Si pierdes el control, puede que te ahogues...»

El armonioso percutir que se escuchaba hasta hace un momento fue reemplazado intempestivamente por el ruido de un gran chorro que se colaba por la grieta del techo, que poco a poco alfombraba el suelo con un cristalino manto de agua.

Isaac se levantó de inmediato y extendió sus brazos para tapar aquel agujero. Sus erráticos movimientos denotaban el desespero que invadía su mente.

«???: ¡Oye, niño!» - se escuchó nuevamente - «Si te tranquilizas, el caudal disminuirá».

El chico dudó por un instante, pero al no tener otra sugerencia, decidió respirar profundamente y retornar a la calma lentamente. Luego de unos segundos quitó sus manos de la grieta, notando que ahora solo caía una pequeña gota.

«Isaac: Entonces, ¿qué se supone que es este lugar?»- preguntó mientras se sentaba junto a la fogata.

«???: Es tu interior, o bueno, una proyección de lo que eres, y no deja de causarme curiosidad que alguien tan valiente tenga una mente tan débil».

«Isaac: ¿Qué quieres decir con eso?»

«???: Cuando el señor Aldebarán se abalanzó sobre ustedes, estabas decido a pasar al frente con la intención de defender a tus amigos... algo valiente, podría decirse» - contestó - «Sin embargo, al visitar tu conciencia, me encuentro con que solo eres alguien que está rodeado por una capa de roca que intenta proteger ese "algo" que te mantiene tranquilo... Parece que de dientes para afuera intentas ser un escudo humano, pero en tu interior solo buscas ser protegido».

Aquellas palabras golpearon sin aviso a Isaac, quien se quedó en silencio por un instante, asimilando el malestar que esto le había generado.

«Isaac: Simplemente... he perdido muchas cosas.... cosas y personas importantes» - respondió con tono nostálgico - «Intento hacer lo mejor para no perder más...»

«???: Vale, vale, entonces como has perdido todo, te aferraste a lo primero que te hizo sentir mínimamente tranquilo y ahora lo cuidas como núcleo de tu existencia».

«Isaac: ...»

«???: ¡El héroe, el valiente, el protector!» - la ironía bañaba cada una de sus palabras - «Suena bastante bien para alguien como tú».

«Isaac: No se trata de eso, simplemente-»

«???: ¿Qué pensarán tus amigos si se enteran de que solo son un refugio en el que escondes tu fragilidad?» - interrumpió.

Cada cosa que escuchaba perforaba el pecho del chico de cabello rubio, y el agobio inundaba su corazón, con la misma intensidad con la que el agua nuevamente se filtraba por el techo. 

«Isaac: ¿Es necesario hacer esto?»

«???: Hacer qué, mi pequeño héroe» - respondió con tono burlón - «¿exponer tu obvio pensamiento?»

El chico escondió su cabeza entre sus brazos, intentando aislarse por completo, pero las palabras de antes aún seguían retumbando en su cabeza, a lo que se sumaba el inexplicable temor de que el agua alcanzara el fuego que alumbraba la pequeña cueva de roca.

«???: Entonces ahora tienes amigos, y serán ellos mismos quienes te den la espalda cuando conozcan tu verdadero ser, tu naturaleza cobarde camuflada tras esa fina y endeble máscara de héroe» - el volumen de la voz se había incrementado, hasta llegar al punto de convertirse en un grito que vapuleaba a su receptor - «Al menos vas a tener buenos recuerdos para cuando te dejen solo».

«Isaac: Recuerdos» - pensó. Esa palabra resonó en su interior, haciendo eco hasta el rincón más profundo.

Mientras seguía con los ojos cerrados y cubriendo sus oídos con las manos, en su mente empezó a reproducirse la reminiscencia que hasta ese momento lo seguía atormentando. La tristeza empezaba a absorberlo, y sus ánimos decaían con el peso del pasado, hasta que una voz familiar se hizo campo en esa maraña de pensamientos que se atrancaban en su mente.

«???: Sabes, Isaac, una vez me fracturé una pierna, y fue horrible, la verdad» - se escuchó una voz diferente - «Sé que lo que te hace sentir triste debe ser algo mucho más grande que lo que te estoy contando, y es cierto que lo que digo no tiene nada que ver, pero lo que quiero que entiendas es que, aun cuando el hueso sana, las noches frías hacen que me duela la pierna... te recuperas de eso que una vez te lastimó, pero la cicatriz queda, y aún con eso, vas a poder volver a levantarte y correr, porque una marca en tu cuerpo no te impide seguir adelante. Al final de todo, solo queda continuar porque el pasado no nos puede impedir seguir adelante...  aunque lo ocurrido no se puede cambiar, si podemos dar un nuevo paso».

Una pequeña luz se asomó, disolviendo lentamente la oscuridad que invadía la mente de Isaac. Cuando la imagen de su mente se aclaró, se encontró con los bellos y oscuros ojos de Akane, quien intentaba apaciguar su melancolía. Aunque era consciente de que se trataba de un recuerdo, el chico no podía evitar sentir alegría por verla, y por un instante, toda su atención se centró en ella y en la tranquilidad que sentía al estar a su lado. Isaac solo pudo sonreír, antes de despedirse de aquel recuerdo para regresar a lo que ahora era su realidad.

Quitó sus manos de sus oídos y las usó para apoyarse en el suelo y levantarse. El incesante fluir del agua había logrado acercarse a la pequeña fogata, que estaba a punto de ser extinguida. El chico miró hacia el techo del lugar y se quedó observando fijamente a la grieta por la que se filtraba el agua.

«Isaac: Tal vez» - susurró - «No debería estar así».

«???: ¿Dijiste algo?» - preguntó de nuevo la desconocida voz que se había dedicado a atormentarlo.

Isaac respiró profundamente y sostuvo el aire durante un momento, antes de exhalarlo lentamente.

«Isaac: Cuidar la fogata es lo que me ha mantenido encerrado... No puedo quedarme a cuidar la pequeña luz del pasado que consuela mi miedo...»

«???: ¿Otra vez juegas al héroe? Solo quédate aquí y resguárdate de las cosas que te lastiman, así como lo has hecho siempre, manteniendo tu corazón encerrado en una cueva de piedra donde nadie lo puede alcanzar».

«Isaac: No, no necesito pensar así, ni debo quedarme amarrado» - respondió con firmeza - «Debo agradecerles a los fantasmas del ayer porque son parte de lo que ha forjado lo que hoy soy, pero ahora... ahora hay una luz que deseo proteger, y para eso debo apagar el fuego del pasado».

Sin percatarse, la gotera había desaparecido, y el silencio era el dueño del lugar hasta que apareció nuevamente la desconocida voz.

«???: Debería felicitarte por esto, pero en realidad solo es el primer paso a un futuro lleno de dolor» - su tono había cambiado por completo, dejando de lado la burla y la ironía, para abrirle paso a una voz acogedora y serena - «Mi deber solo era exigir a tu mente hasta que sacaras a flote la línea animal que alberga el fragmento de La Mano que tienes en tu interior, pero no deja de causarme molestia el saber lo que les puede esperar a ti y a tus amigos de ahora en adelante... Pero bueno, mi pequeño héroe, ya sabes que hacer...»

«Isaac: Habrá que enfrentar lo que este mundo me depare» - dijo mientras se acercaba a la hoguera - «Gracias... al final de todo, fue una buena conversación...»

El joven programador se inclinó sobre sus rodillas para recoger un poco del agua estancada con sus manos, que luego lanzaría para apagar de golpe el fuego.

«???: Cuídate, héroe de marfil...»

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Como si despertara de un profundo letargo, la conciencia de Andy empezaba a ponerse en marcha con lentitud. La oscuridad cubría todo a su alrededor, sin que pudiera asomarse ni el más mínimo atisbo de luz.

Aunque no tuviera claro lo que sucedía, su mente se encontraba totalmente calmada, y ni siquiera el hormigueo que sentía por todo el cuerpo la perturbaba. Aquella sensación venía acompañada por el incesante siseo que se asemejaba al ruido que causan las hojas secas cuando son arrastradas por el viento de otoño.

«???: Que desagradable es esto» - una extraña voz femenina se escuchó.

«Andy: Supongo que eres quien viene a explicar qué es todo esto» - replicó con un tono neutro y carente de expresión.

«???: Estás muy tranquila para tener todas estas arañas caminando a tu alrededor».

Lo anterior no causó ninguna reacción en Andy, quien conservó el silencio a la espera de más información.

«???: Si que tienes una mente sorprendente... y retorcida».

«Andy: ¿A qué te refieres?»

«???: Te mantienes muy serena en una situación como esta» - respondió - «Una oscuridad casi que absoluta, acompañada del desfile de un millar de arácnidos que recorre todo el lugar».

«Andy: Por alguna razón, nada de esto incomoda» - susurró - «En realidad, se siente bastante familiar».

«???: Bien» - dijo tras un momento de silencio - «A fin de cuentas, todo esto es una proyección de tu mente, materializada por la habilidad Reino Animal del señor Aldebarán».

«Andy: Es verdad, él nos atacó» - replicó.

«???: Así es, señorita, y a diferencia de tus amigos, tú pensaste algo bastante inesperado en ese instante».

«Andy: ...»

«???: ¿No lo recuerdas?»

«Andy: No, en realidad no... creo que quise alejarme para no salir lastimada, ¿o no?»

Su cuestionamiento hizo que la desconocida voz dejara salir una corta risa. 

«???: Piensa, piensa bien y dime, ¿de verdad eso fue lo que deseaste en ese instante?»

Poco a poco, la calma de Andy empezaba a disolverse, y la frustración por no poder recordar con claridad lo ocurrido empezaba a florecer en su pecho. A eso se sumaba que el extraño cosquilleo que recorría su piel se hacía más intenso.

«Andy: Arañas... lo que camina sobre mí es una manada de arañas... ¿por qué me siento tranquila con algo tan horripilante?» - pensó.

«???: Podría darte una pista» - irrumpió - «Podría decirte que tu sonrisa cuando el señor Aldebarán se abalanzó sobre ustedes no era la de alguien que estuviera pensando en protegerse».

«Andy: ¿Sonrisa?»

«???: Así es, querida» - contestó con efusividad - «Una leve pero notoria expresión de algo parecido a la alegría se dibujó en ese pétreo y hermoso rostro que tienes».

«Andy: Alegría» - musitó - «¿Cómo podría sentirme alegre si ni siquiera entendía lo que ocurría? Solo vi a una fiera lanzarse hacia nosotros... ¿Cómo eso me haría sentir alegría?»

Sus palabras sonaban cada vez más alteradas, al tiempo que su respiración se agitaba. Andy empezó a mover sus ojos rápidamente, intentando encontrar el origen de quien le hablaba, pero la penumbra que la cobijaba hacía que todo su esfuerzo fuera en vano.

«???: Tan alegre como cuando te sirven tu plato de comida favorito... tan feliz como la araña que siente que está por capturar a una mosca».

«Andy: ¿Por qué te refieres así? Yo no soy un bicho raro que puede alegrarse por estar a punto de morir» - la angustia que sentía había pasado inexplicablemente a convertirse en una amarga melancolía.

«???: No lo sé» - contestó con tono burlón - «Solo puedo hacer alusión a lo poco que he visto de ti, pero nadie mejor que tú misma para definir lo que eres, ¿no?»

«Andy: ¿Lo que soy? Yo solo soy una mujer normal... solo quiero ser una chica normal».

«???: No es muy "normal" ese deseo pasivo de violencia que se resguarda en tu interior».

«Andy: No, no es eso» - susurró - «De verdad solo quiero ser una chica normal, con problemas normales, sueños normales, deseos normales, angustias y alegrías de una mujer del común... Dime, ¿está mal esforzarse por querer ser alguien normal? ¿estaría mal hacer todo lo posible para que todo siga siendo normal?»

Un extraño crujido irrumpió el lamento de la joven científica y la estridulación que causaba el movimiento de las arañas, abriéndole paso a un silencio ensordecedor.

«???: Entonces, harías lo que fuera por mantener esa "normalidad" que tanto mencionas» - dijo luego de un momento - «¿Correrías más rápido?»

«Andy: S-sí» - respondió dudosa.

«???: ¿Saltarías más alto?»

«Andy: Sí, lo intentaría».

«???: ¿Nadarías en aguas heladas? ¿Caminarías descalza sobre cristales rotos?»

«Andy: Sí».

Aunque las preguntas eran confusas, la chica empezaba a responder con más seguridad, dejando atrás el titubeo que hasta hace unos instantes la abordaba.

«???: ¡Muy bien, muy bien! Ir más allá de lo que podría ser el límite de tu capacidad es un esfuerzo que tus amigos deben valorar» - dijo con emoción.

«Andy: ¡Me haría más fuerte si eso es necesario para conservar mi vida tranquila!»

«???: ¡Eso es!»

«Andy: ¡Superaría mis miedos!»

«???: ¡¿Y correrías más rápido?!»

«Andy: ¡¡Sí!!»

«???: ¡¿Y saltarías más alto?!»

«Andy: ¡¡Así es!!!»

«???: ¡¿Y matarías a alguien?!»

«Andy: S-»

La euforia que llenaba su pecho se diluyó en un instante, dando paso a una helada corriente de temor que recorrió su pecho.

«Andy: Matar a...»

«???: ¡Sí, sí, matar a alguien!» - respondió - «Pelear contra alguien que amenaza con arrebatarte esa vida normal que tanto deseas... enfrentarlo, superarlo, arrinconarlo, y entonces... arrebatarle la vida y con ello sus desconocidos anhelos».

«Andy: ¿Es... es necesario algo así?» - preguntó con voz tímida.

«???: ¡Claro que lo es! El camino de regreso a tu añorada cotidianidad traza una línea de incontables cadáveres que tendrás que pisar para poder avanzar».

En ese instante, el silencio que había acompañado la conversación hasta ese momento empezó a ser reemplazado por el chirrear de las arañas que habían retomado su estrepitoso caminar, hasta que Andy dejó salir un profundo suspiro que enmudeció el lugar.

«Andy: Si eso es lo que debo hacer... correré más rápido, saltaré más alto, me haré fuerte, pelearé, y entonces... mataré...  mataré las veces que sean necesarias para poder vivir como una chica normal».

Un ensordecedor crujido se escuchó, y sin previo aviso, todo a su alrededor se derrumbó, exterminando por completo la oscuridad que rodeaba a aquella chica, y dando paso a un manto de luz que la cegó.

«???: Si ya te decidiste, no hay razón para que vivas encerrada... construye tu mundo entre seda y sangre, y teje tu destino mientras la muerte se posa sobre tu espalda...»

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Cuando abrió los ojos, Adam se encontró con la inmensidad de un cielo azul que se veía adornado por unas cuantas nubes blancas que brillaban con la luz del sol.

No tardó mucho en entender que, por alguna extraña razón, estaba cayendo de espalda, pero ni el fuerte ruido que hacía el viento ni la profunda sensación de vacío que invadía su vientre perturbaban su tranquilidad.

Aun así, su mirada se aferraba con fuerza hacia el frente, haciendo caso  a su corazón que, a gritos, le insistía en que no debía darse la vuelta.

«???: Linda vista, ¿verdad?»

Una suave voz lo sacó de la abstracción en que se había sumergido. Ante los ojos de Adam se asomaba el frente corvuno de un pequeño cuervo, en cuyas pupilas se reflejaba la tenue melancolía que se imprimía en el rostro del joven químico.

«Adam: ¿Cómo llegué aquí?» - susurró.

«???: ¡¿Que?!» - preguntó con firmeza - «¡Por si no lo notaste, a esta altura el viento es bastante intenso, así que debes hablar más fuerte!»

«Adam: Estaba con los demás y ahora... No creo que esto sea real» - replicó.

«???: Siempre tan perspicaz y consciente de su entorno... Siempre pensando, siempre buscando respuestas» - dijo el cuervo antes de descender y ubicarse a la espalda del chico de cabello carmesí - «¿Cuántas cosas avanzarán en el mundo mientras tú piensas en dar un solo paso?»

Para Adam, esas palabras carecían de sentido, pues no respondían su cuestionamiento inicial. Sin embargo, lo dicho por aquella ave resonó en su cabeza, haciendo eco hasta lo más profundo de su corazón.

«???: Mientras tú pensabas y pensabas, tus amigos tomaron decisiones» - continuó mientras aleteaba con fuerza para ubicarse nuevamente frente al rostro de Adam - «Decidieron proteger, decidieron pelear, decidieron huir... aun cuando lo más lógico era creer que el ataque del señor de Tauro era el final para todos, ellos tomar una decisión, pero tú... solo te quedaste pensando».

«Adam: Es verdad, nos atacaron» - recordó - «Estaba junto a ellos y... ¡¿Los demás están bien?!»

«???: Sí, sí. No te preocupes» - contestó con desdén - «Desde aquí no es como que puedas hacer mucho por ellos, y cuando tuviste la oportunidad, preferiste "pensar"» - añadió irónicamente.

«Adam: ¡No es como si tuviera más opciones!» - contestó ofuscado.

«???: Puede que sea verdad pero, ¿crees que eso es razón suficiente para no hacer nada?»

El viento revolvía el cabello rojizo de Silver, quien, para ese instante, había sucumbido ante el agobio que le generaba el incesante cuestionamiento que provenía del ave rapaz que lo acompañaba.

«Adam: No ha sido muchas las ocasiones en que he actuado sin pensar, ya que no suelen resultar de la mejor forma» - mencionó tras unos segundos de silencio - «Ese tipo de actos valientes no se esperan de alguien como yo... esas son cosas para gente como Sarah...»

«???: Si, si» - irrumpió - «La joven de la que hablas fue capaz de plantarle cara al señor Aldebarán, aun sabiendo que no serviría de mucho».

«Adam: Sí, así es ella» - musitó.

«???: Pero bueno, no puedes ignorar que has tenido tus momentos» - dijo el cuervo al tiempo que abría sus brillantes alas negras - «Esa sutil marca es muestra de eso».

Silver posó su mano sobre su pecho y recordó el momento vivido en las Puertas Gemelas, cuando fueron atacados por las Lyncidas.

«Adam: Se siente raro que digas eso, cuando has pasado todo este rato cuestionando mi actuar» - le reclamó al ave que ignoró sus palabras.

Lentamente, Silver deslizó la yema de sus dedos, siguiendo la ruta que marcaba su esternón. Sentía que, aunque su cuerpo no conservara rastro alguno, en su espíritu había quedado dibujado el violento trazo del arma que destajó sus entrañas.

«Adam: Es curioso» - le dijo al ave - «Nunca medí consecuencia alguna. Solo quería protegerla...»

«???: ¿Sientes que algo cambió luego de eso?»

«Adam: No es una pregunta con una respuesta muy concreta» - respondió tras unos instantes de silencio - «Todo ha cambiado desde que llegamos aquí...»

«???: Pero luego de ese preciso instante en que usaste tu ser como escudo para salvar a tu compañera, ¿sientes que algo cambió?»

Adam empezó a navegar en el mar de recuerdos y emociones que se había formado desde su llegada a Tigarden. El trasfondo de un nuevo mundo era lo que ocupaba su mente, un sin fin de nuevas emociones afloraban mientras recapitulaba su actual realidad, y al llegar al momento al que el cuervo se había referido, su corazón latió con más fuerza. 

El miedo a enfrentar por primera vez a alguien que podía considerarse "enemigo" y cuya fuerza era abrumadoramente superior, el frío del metal incrustándose en su cuerpo, el olor a sangre y el ruido de sus huesos y tejidos siendo triturados mientras sus órganos afloraban de entre su vientre con violencia... Aunque las memorias se sentían tan cercanas, le era imposible recordar el dolor, pues su cuerpo se había envuelto en un manto de coraje que le permitió ignorar el infierno que estaba viviendo.

«Adam: Sí, algo cambió... Por alguna razón, abandoné el temor y di un paso al frente, o, mejor dicho, mi cuerpo cedió al control del instinto y actuó sin darle oportunidad alguna a mi cerebro de medir las consecuencias... Algo cambió ese día, y fue que, por primera vez, pude sentir lo que conlleva el tomar un riesgo tan grande sin tener el más mínimo plan de respaldo».

«???: ¡Muy bien, joven Adam!» - dijo con tono alegre - «Las experiencias son las que terminan forjando los caminos por los que se transita en esa exploración que emprende cada uno para definirse como ser vivo».

Las brillantes plumas del cuervo reflejaban intensamente la luz del día, y cada aleteo alteraba la brisa que rodeaba al joven químico mientras caía.

«???: A medida que atraviesas esos momentos importantes, se altera la forma en que te preparas para enfrentar lo que trae cada nuevo paso, y ser consciente de esos cambios es lo que te permitirá progresar... así que, si ya avanzaste por otros, ¿no crees que es buen momento para hacer algo por ti?»

Adam miró de reojo a su costado derecho, para ver a los ojos al cuervo que había avanzado para mantener su vuelo justo a su lado. Al encontrarse con aquella mirada oscura y profunda, el chico pensó que no tenía sentido lo que estaba ocurriendo, y lo fantástico de dicha situación se robó su atención.

Por un instante, no podía dejar de pensar en lo ilógico que era discutir asuntos tan personales y profundos con un ave de rapiña parlanchina. Aun así, era plenamente consciente de que, en este nuevo mundo, la realidad traía consigo muchas cosas que, para él, no eran más que recursos de la ciencia ficción.

Con eso en mente, decidió dejar de cuestionar lo que para él era "lógico", e intentó acoplarse a lo que le ocurría en ese momento, por lo que extendió sus brazos hacia el frente, como si quisiera alcanzar las nubes que adornaban el cielo.

«Adam: Abandonar el miedo y avanzar... por mi».

«???: Así es... Avanzar, hacerte fuerte y protegerte es la mejor alternativa para el egoísta, y cuando seas capaz de hacerlo, podrás proteger a los demás».

«Adam: Un paso a la vez, supongo. No puedo querer abarcar tanto cuando apenas empiezo a caminar».

El cuervo retrocedió y se ubicó nuevamente al frente, mirándolo a los ojos.

«???: Tu camino será escarpado y lleno de dificultades, pero estás llamado a superarlos y alcanzar la grandeza, así que avanza, camina y no dejes de caminar hasta que corras, y no dejes de correr hasta que logres volar» - comentó lleno de ánimo mientras extendía con magnificencia sus grandes alas, para luego batirlas con fuerza y descender rápidamente hasta ubicarse a la espalda del joven químico.

Adam, por su parte, volvió la mirada al brillante cielo, contemplando, en silencio, su inmensidad.

«Adam: Un paso a la vez, supongo» - repitió mientras cerraba sus ojos y dejaba escapar el aire de sus pulmones, como si intentara alivianar el peso de sus pensamientos. Silver respiró nuevamente con fuerza y se impulsó para darse la vuelta y así enfrentar el temor que le causaba el no saber qué tan lejos estaba del suelo.

Cuando sintió que lo había logrado, extendió sus brazos y piernas para sentir el aire, para luego iniciar un conteo regresivo antes de abrir sus ojos y enfrentar su final.

«Adam: Tres, dos, uno...»

Su mirada se encontró nuevamente con el cuervo, quien a lo lejos emitió un aterrador y ensordecedor graznido, mientras volaba a toda velocidad hacia los ojos de Adam, quien no tuvo forma de evitar el feroz impacto...

[...]


Su pecho se llenó de aire intempestivamente, como si acabara de despertar de una pesadilla. Sus ojos carmesíes, lentamente se iban adaptando a la luz del lugar, y poco a poco sus ojos lograron ver lo que tenía al rededor. A su lado, sus amigos estaban en la misma situación, intentando asimilar las diferentes emociones que acababan de enfrentar.

Desde el otro lado de la mesa, las imponentes figuras, que hace poco habían conocido, posaban firmemente sus miradas sobre los cinco chicos.

«Aldebarán: Uhm, tardaron menos de lo esperado» - comentó.

Adam escuchó su voz distante, que reverberaba con fuerza en su cabeza. Aunque continuaba desorientado, reconoció el origen de esas palabras, y, al igual que sus amigos, se levantó  de su asiento y dio algunos pasos hacia atrás, todo esto sin dejar de mirar al gran señor de Tauro.

«Aldebarán: ¡Jajajaja... MIUUU!» - su estruendosa carcajada cortó de tajo la tensión que se había sembrado. Al mismo tiempo, los cinco jóvenes sintieron que sus mentes se aclaraban, dejando atrás la extraña sensación que hasta hace un instante los dominaba.

«Aldebarán: Parece que las cosas salieron bastante bien» - dijo con tono alegre, mientras hacia un gesto con su mano derecha, invitando a los chicos a que regresaran a sus lugares.

Un ataque inesperado y devastador, una extraña conversación, y un nuevo sentimiento totalmente ajeno... Las mentes de los cinco estaban a la deriva por lo ocurrido pues, una vez más, habían sido forzados a superar una experiencia desconocida, pero esta vez no habían enfrentado su pasado, sino que tuvieron que decidir el camino que recorrerían para alcanzar su nuevo futuro.

«Kay: Si me permite, señor» - le dijo a Aldebarán, al tiempo que inclinaba sutilmente su cabeza.

El imponente líder de la región lo miró fijamente por un momento, sin emitir expresión alguna, antes de hacer un gesto de aprobación con su cabeza.

El hombre, cuyo rostro era el más familiar para los cinco jóvenes, se acercó hasta ubicarse junto a ellos.

«Kay: ¿Todo bien?» - les preguntó - «No tienen por qué estar tan alterados».

Esa voz, proveniente de alguien que ha sido parte importante de lo vivido durante los últimos años, ayudó a sacarlos del lapsus en que se encontraban.

«Sarah: Señor Kay» - dijo en voz baja - «Si, es solo que...»

«Kay: Tranquilos. Solo respiren profundo y retornen a la calma, para que los efectos de la técnica del señor Aldebarán pasen pronto».

Aquel hombre de aura gélida empezó a organizar los asientos que habían resultado apartados bruscamente por los chicos.

«Kay: Tomen asiento, por favor. Entiendo que todo es confuso, pero ya les explicarán lo ocurrido» - dijo mientras se alejaba nuevamente hasta retomar el lugar que le había sido asignado desde el inicio de la reunión.

Sin más opción, atendieron a la sugerencia de quien fuera su director, ubicándose en sus asientos.

«Alcyone: Lamentamos las molestias, pero es necesario pasar por esto» - su voz aterciopelada atrajo de inmediato la atención de todos - «Aunque aún no es claro cómo ocurrió, lo que se sabe hasta ahora es que ustedes son la personificación del poder que se contenía en "La Mano", la reliquia perteneciente al señor de la extinta región de Sirio, una joya con la capacidad de adaptarse y amplificar el poder de su portador.

El señor Alphcam, su último usuario, era capaz de dominar numerosas técnicas elementales, pero su poder innato correspondía a las líneas animales, o bueno, a cinco de ellas para ser precisos, de las cuales algunas fueron heredadas de sus antecesores».

Empezaba a hacerse costumbre que las situaciones extrañas e inexplicables estuvieran seguidas de una larga charla, en la que Sarah y sus amigos se veían sobrepasados por una gran cantidad de información. Cada explicación recibida era más compleja que la anterior, pero su consciencia les permitía entender que todo dato o detalle recibido significaba acrecentar sus chances de sobrevivir en este nuevo mundo, por lo que, una vez superaban el miedo y la confusión, entregaban toda su atención a las palabras de los habitantes de Iakos.

«Alcyone: Ahora, al ser ustedes el reflejo de dicho poder, el primer paso que debíamos dar era conocer cómo se había distribuido el rastro de Alphcam entre ustedes, por lo que era necesario que nuestro señor Aldebarán hiciera uso de su Reino Animal. 

Si bien no se conocen todos los detalles de dicha habilidad, y los que se conocen no deben ser expuestos, sí es pertinente que, a fin de aclarar todo, ustedes entiendan que ese poder único de nuestro señor le permite llevar a su contrincante a un entorno mental que simula ser su área innata, debiendo destacarse que el líder de Taurus es el usuario definitivo de la línea animal» - refirió mientras volteaba a ver a Aldebarán, quien le devolvió una sonrisa y un gesto de aprobación a sus palabras - «Con esto, se logró identificar que, efectivamente, las líneas animales del señor de Sirio se encuentran en ustedes: el león, el lobo, el elefante, la araña y el águila... los cinco "dedos" con los que el señor Alphcam gobernó una de las regiones más prósperas del continente».

La sirvienta de Taurus bajó un poco su cabeza, y se quedó en silencio tras unos instantes, dibujando en su rostro una sutil expresión melancólica.

«Alcyone: Es bastante egoísta involucrar a unos niños en esto, pero el contar con el poder del extinto Alphcam puede ser determinante para nosotros, pues son tiempos donde la guerra vuelve a asomarse en el horizonte de Iakos».

«Aldebarán: ¡Así es! Su participación podrá inclinar la balanza en los conflictos venideros, pero no se trata solo de eso» - interrumpió - «El hecho de que sus vidas hayan nacido de un elemento originado en este mundo, los obligaba a regresar, pues las reglas naturales que rigen Iakos son inviolables e imposibles de evadir. Sus destinos siempre estuvieron atados a este lugar, y se verán obligados a pelear si desean retornar a su tranquilidad.

Desafortunadamente, el retorno de "La Mano" a este mundo estaba bastante anunciado, y Sagitta está al tanto de su ubicación, por lo que debe estar planeando la forma de hacerse con ella... Por esto, deben aprender a protegerse ustedes mismos, pues no sería agradable que cayeran en las manos del pequeño Rukbat».

El líder de Taurus se puso nuevamente de pie, y con una gran sonrisa en su rostro, fijó su mirada en los cinco chicos, mientras empezaba a ajustarse los protectores de sus antebrazos.

Adam entendió de inmediato lo que estaba por venir. Los ojos dorados de aquel hombre exponían su firme intención de atacarlos.

«Aldebarán: Esta vez no activaré mi Reino Animal, así que todo será real...»

A diferencia del momento antes vivido, ya no era el temor el que invadía el pecho de Silver, y un simple vistazo le bastó para notar que sus amigos tampoco habían sucumbido al miedo de enfrentar el desafío que se posaba frente a ellos. Aldebarán y los demás presentes sintieron un extraño cambio en el ambiente. Por un instante, la temperatura del salón bajó, adornando la llegada de un silencio ensordecedor. 

Frente a los ojos del señor de Taurus, yacían los cinco chicos cuyas miradas parecían apuntar hacia él como una serpiente cazando con calma a su presa. Sin decirse ninguna palabra, Adam y los demás habían asumido una posición diferente que, al observarla en conjunto, parecía formar un escudo que les permitiría protegerse entre ellos, al tiempo que les serviría para contratacar de ser necesario. Una jauría de bestias que respiraban y parpadeaban en total sincronía, abarcando con sus ojos la totalidad del entorno que los rodeaba, como si fueran una maraña de garras y colmillos preparados para desollar a quien se acercara sin cuidado.

Kay, Alcyone y los demás presentes en aquel lugar se retiraron, y se ubicaron en la parte alta de la biblioteca, siendo espectadores de lo que estaba por iniciar.

Mientras eso ocurría, Aldebarán emitió un fuerte rugido antes de poner sus manos contra la mesa e inclinarse un poco, clavando su mirada sobre ellos, respondiendo al desafío que proponían. Su cuerpo se ensanchó, sus músculos se activaron y sus dedos se alargaron hasta formar unas zarpas capaces de cazar a la más grande de las bestias. El señor de Taurus dejó salir una sonrisa entre la que se filtraban sus largos colmillos, y antes de que pudieran notarlo, el inmenso cuerpo de Aldebarán desapareció de su vista, y dejando a su paso una filosa corriente de aire que destrozó por completo la gran mesa.

Los chicos evadieron las piezas de madera como pudieron, e intentaron agruparse nuevamente, pero antes de poder reaccionar, Aldebarán se había ubicado a sus espaldas.

«Aldebarán: ¡¡MIUUUUU!!» - un grito ensordecedor que fue suficiente para aturdirlos, dejándolos a merced de su garra derecha que se elevó y empezó a caer sobre ellos, como si fuera un gran trozo de hormigón a punto de despedazarlos.

«Adam: Abandonar el miedo y avanzar» - susurró.

Silver tomó con sus manos un pedazo de la gran mesa que había sido destruida, y con toda su fuerza intentó clavarlo en el muslo izquierdo de su contrincante. 

Aunque no logró su cometido, en la pierna del señor de Taurus se dibujó una pequeña línea que se pintó con un par de gotas de sangre que afloraron de aquella herida. Aldebarán de inmediato dio un salto hacia atrás.

Quienes observaban desde la altura dejaron tomaron una bocanada de aire sorprendidos por lo ocurrido, mientras que en la parte baja, los cinco chicos aprovecharon el momento para reordenarse.

Las manos de Adam, llenas de astillas, empezaban a sangrar, pero la adrenalina que lo invadía hizo que no le prestara ni la más mínima atención a la gravedad de sus lesiones.

Sus ojos solo observaban fijamente a quien intentaba cazarlos, y este le regresaba una mirada llena de furia, como si fuera un inmenso dragón que miraba con desprecio a un simple y débil hombre que había corrido con la mala fortuna de despertarlo. 

Así iniciaba la batalla, y con esto, los cinco chicos daban el primer paso en el escabroso camino que les esperaba en ese infierno llamado Iakos.

...
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VOLUMEN 2: El alba de la guerra