XIII. Bajo la piel
««Sarah: No olviden las galletas de fresa y los chocolates que pidió Isaac».
La voz de la directora se escuchaba algo extraña. Se esforzaba al máximo por sonar estricta y dominante, pero no podía ocultar lo emocionada que estaba, e incluso pagó la cuenta de todo lo que compramos en el market.
«Sarah: Es suficiente, ¿verdad?» - preguntó mientras nos pasaba a Andy y a mi un par de bolsas repletas de caramelos, frituras y bebidas que cuidadosamente había seleccionado.
El proyecto eternal avanzaba sin ningún inconveniente, y ya habíamos terminado la etapa inicial de montaje. Esa tarde decidimos hacer la primera prueba del sistema y el empalme con el servidor principal, lo que tardaría poco más de 18 horas. Acordamos quedarnos toda la noche en el laboratorio, por lo que reunimos algunas cosas para pasar el tiempo mientras vigilábamos las unidades activas.
Eran las 9:30 pm cuando regresamos de comprar lo necesario, y luego de algunos ajustes, culminaron las 5 horas que duró la fase 1. Esto nos daba un espacio de 40 minutos para comer y ordenar todo antes de darle inicio a la fase final.
Movimos todos los escritorios de la Sala A hacia la pared para tener espacio y poder ubicar nuestras bolsas de dormir frente a las computadoras y consolas de mando. Junto a esto tendimos una gran frazada y colocamos la comida y los juegos que teníamos. Después de organizar todo, pasamos a sortear los turnos de vigilancia de los equipos. Fue bastante curioso ver cómo discutíamos los resultados de esto, pues en el fondo teníamos claro que las actividades, los juegos y sobre todo los nervios que nos causaba la etapa que estábamos ejecutando no nos dejarían dormir.
«???: Señora mía, el código se ha compilado» - dijo una profunda y amable voz.
«Akane: Gracias, Kohaku» - le respondió a su IAAC.
«Kohaku: No hay nada por agradecer. Servirla es mi vi-»
«Akane: Si, si, ya» - interrumpió a su adulador asistente - «Directora, ya podemos iniciar».
«Sarah: Gracias, doctora Hayashi» - respondió - «¡Bien! Andy, enciende el Servidor Munín. Isaac, verifica el funcionamiento del código de empalme. Silver, tú vienes conmigo a revisar el estado de los datos de la memoria de prueba».
El tiempo había pasado rápido y ya eran las 10:10 pm cuando inició todo de nuevo.
«Andy: Anastasia, enciende el servidor».
«Anastasia: Jm, ya está hecho» - respondió con su particular apatía - «El espacio está listo para el código de empalme».
«Andy: Ya escuchaste, Priddy. ¿Estás listo?»
«Isaac: ¡Ya, ya!» - respondió desde el otro lado del salón - «Polaris le envió el seriado a la directora».
«Polaris: Correcto. Código fuente para empalme de servidores ET 0027X93B ha sido trasladado a la IAAC Otto, a cargo de la doctora Spring».
«Otto: Recibido. Iniciando inyección al servidor Alfa C para acople a Munín».
La reunión que hasta hace unos minutos parecía una típica pijamada, ahora regresaba a su estado original, lleno de voces que resaltaban cada acción realizada. Por un momento me quedé inmóvil al sentirme abrumado por el bullicio y la tensión que se habían apoderado del ambiente, y mi cabeza fue ocupada por el temor de fallar en un momento tan importante.
«???: Adam, Adam» - a lo lejos me llamaba una voz que poco a poco retumbaba con mas fuerza en mi mente - «¡Oye, Adam!»
«Noelle...»
«Noelle: Muévete, Adam. Vamos antes de que Sarah...»
«Sarah: ¡Silver! No tenemos todo el día para esperarte».
«Noelle: ...te regañe» - susurró.
«S-¡sí señora!» respondí como si fuera un niño.
«Sarah: Va, va, no tienes que asustarte *fiu fiu*» - dijo sonriendo - «Transfiere a tu asistente a la consola central de datos para que inicie el seguimiento permanente de la memoria».
«Noelle: ¡Entendido!» - respondió sin esperar mi orden.
Ya eran las 10:16 pm, y con todo en su lugar, Sarah se ubicó frente a la computadora donde se insertó Noelle y pasó a darle inicio al proceso. El nerviosismo que la invadía era visible en el sudor que corría por su frente y el temblor que sacudió su mano antes de presionar el botón de inicio.
«Sarah: Damos comienzo a la fase 2 de la conexión entre el Servidor Munín y el Servidor Alfa C para concluir la primera etapa del Proyecto Eternal».
La ansiedad era ahora la dueña del laboratorio, y durante 15 minutos me estuvo presionando como si tuviera una venda muy ajustada atada a mi pecho. Ese era el tiempo que tardaría el proceso en alcanzar un "estado crucero", y hasta que eso no se lograra, no podíamos apartar ni un segundo la mirada de las pantallas y equipos.
Fueron momentos de un silencio lúgubre que sólo se veía mancillado por el intenso sonido de los ventiladores y refrigerantes de las consolas. Era un ruido constante que taladraba mi cabeza y me recordaba a los días en que arreglaron la vía que quedaba fuera de mi casa.
...
«Otto: Acople de datos exitoso. Inicia fase de sincronización y arranque del servidor principal. Tiempo aproximado de espera: 800 minutos».
Aquella voz nos daba aviso de que la etapa crítica había terminado, y el proceso alcanzaba su fase automática. Esto quitó de golpe la carga que el nerviosismo había creado, y un profundo suspiro sacó el aire que parecía haber estado represado durante esos eternos 15 minutos, para darle paso a una suave bocanada de tranquilidad que se adornaba con el silencio pacífico que nos rodeaba.
«Sarah: ¡Bien, es hora!» - dijo con emoción mientras sacaba unas tazas de plástico de uno de los casilleros que teníamos al interior del laboratorio - «Ya podemos estar más tranquilos, así que dejen a las IAAC monitoreando el proceso y vengan conmigo».
La directora abrió los caramelos y los sirvió en los recipientes ubicados en el centro de la manta, como si fuese un picnic en el parque. Su actitud me sorprendió un poco, aunque al ver el rostro de mis compañeros me di cuenta que no era el único que se sentía así. Sin embargo, nadie hizo ningún comentario y todos seguimos la instrucción de Sarah, sentándonos en círculo alrededor de la comida.
«Akane: Q-¡¿Qué fue eso?!» - el ameno momento fue interrumpido por la extraña reacción de la doctora Hayashi.
Por un momento, todos nos quedamos quietos y en silencio, observando la expresión nerviosa de su rostro.
«Sarah: N-»
Antes de que la directora pudiera decir alguna palabra, un ruido se escuchó afuera del laboratorio. El terror ya no era cosa solo de Akane, pues ahora todos habíamos sido afectados por ese vacío en el pecho que se hace cuando el miedo se siembra en nuestro interior.
«Sarah: S-s-se supone que hoy no se quedaría nadie más en el edificio...»
Eran las 11:05 pm, y nuestro animado encuentro se había transformado en una escena digna de una película de terror. Éramos cinco chicos al interior de una inmensa instalación tratando de divertirnos aprovechando que estaríamos solos...
Aquel sonido era similar al ruido que emiten las cadenas cuando son arrastradas por el suelo, y empezó a escucharse más fuerte y cercano hasta que se detuvo frente a la puerta de entrada al laboratorio.
Mi cuerpo se paralizó totalmente, como si mis huesos se hubieran convertido en piezas macizas de acero, y aunque ni siquiera pudiera parpadear, mi respiración se había acelerado como si hubiese corrido durante horas. ¿Qué debía hacer? no podía razonar con claridad, y sólo dos ideas tontas se movían en mi mente. ¿Estábamos en medio de un evento paranormal? ¿Alguien había entrado y quería hacernos daño? No sabía qué podía ser peor.
La puerta empezó a deslizarse y una sombra se asomaba lentamente. Un fuerte grito de Akane retumbó en el salón, y en un instante Sarah se había llenado de valor para levantarse a tomar una tijera y lanzarse hacia la entrada para enfrentar a la fuente de nuestro miedo.
«???: Buenas noches, doctora Spring» - dijo una neutra y firme voz.
«Sarah: O-¡¿¿¿Oliver???!»
«Isaac: ¡Ja! ¿Tanto escándalo por e- ¡¡Agh!!» - su burla fue interrumpida por el codo de Andy que golpeó su espalda con fuerza.
«Andy: Oye, eso no es necesario» - le dijo mientras le señalaba a Akane.
Isaac se disculpó con la doctora Hayashi, quien amablemente le dijo que no era necesario, aún cuando Andy la miraba presionándola para que tuviera una reacción más fuerte contra él. Al mismo tiempo, Sarah conversaba con Oliver, el robot de vigilancia de la empresa... aunque no creo que a eso se le pudiera llamar "conversación", pues sólo era ella dando instrucciones a una máquina para que no volviera a tomarnos por sorpresa.
De una u otra forma, todos habían superado el temor que vivimos minutos atrás y ahora actuaban con normalidad, pero yo... Por alguna razón seguía sumido en el pánico, y a esto se sumaba el malestar y la decepción que sentía por no ser capaz de hacer nada diferente a pensar en lo que ya no tenía importancia. Ni siquiera tenía control de mi respiración y mucho menos podía decir que hubiera sido capaz de hacer algo para protegerme o proteger a los demás.
Al final todos regresamos a nuestros lugares para seguir hablando y comiendo mientras vigilábamos el estado del proceso. Lo ocurrido quedó en un par de comentarios y risas por nuestra reacción, pero en mi cabeza se había anclado un pensamiento: «soy un cobarde» - murmuraba mi conciencia».
[...]
Cada movimiento de sus inmensas alas sacudía el lugar como un intenso ciclón, y las fuertes corrientes levantaban la grava y escombros que daban fe de la batalla que minutos antes se vivió en aquel sitio. La nieve, que hasta hace unos momentos adornaba el lugar, había sido reemplazada por la parvada de mariposas blancas que revoloteaban en todo el salón. Estas dibujaban una bella y fantástica escena que se veía distorsionada por la sed de sangre de Alhena, que carcomía el interior de los chicos como si de sus huesos nacieran espinas que los punzaban desde adentro.
«Alhena: Tan simple que pudo ser...» - susurró - «Sólo debían entregar a los niños y morir con tranquilidad».
«Alzir: Con lo cansado que estoy de todo, la idea de morir no suena mal» - respondió - «Pero preferiría que te retractes de tu conducta y no traiciones más a la región».
«Alhena: ¡Ja! ¿Renunciar a mi deseo y seguir a la sombra de la debilidad de este lugar? Mejor prepárate para sufrir durante los últimos minutos de vida que te quedan, anciano».
Con un solo aleteo, la sacerdotisa lanzó una violenta corriente de aire que destrozó el comedor, esparciendo por todo el lugar las piezas rotas de madera que salieron disparadas a gran velocidad en todas las direcciones, clavándose en el techo y las paredes. En un parpadeo, Alzir tomó a la inerte Pólux y la llevó junto a los chicos y un agotado Mekb, y para protegerlos, levantó una gran cúpula de aire rojizo que serviría como barrera para evitar que sufrieran daños durante la batalla.
Alhena descendió muy rápido hacia donde estaba el viejo mago, y con su espada de cristal inició una fuerte y veloz serie de ataques que Alzir contenía con su báculo de madera.
«Alhena: ¡Vamos viejo! ¿Eso es todo lo que puedes hacer?» - dijo con tono burlón mientras arrinconaba a Alzir contra una pared..
El viejo mago se había quedado sin lugar a escapar, lo que la sacerdotisa aprovechó para atacarlo con toda su fuerza, dirigiendo la brillante espada a su corazón.
La mirada temerosa de Adam seguía cada violento movimiento que se daba frente a él. La angustia lo invadía al ver cómo estaba a punto de ser vencido el último obstáculo que había entre sus indefensas existencias y la mujer que quería capturarlos.
«Alhena: Muere...» - susurró.
Sus inmensas alas la impulsaron con una velocidad inhumana para atacar. El impacto retumbó por todo el lugar e hizo un inmenso agujero en la robusta pared de mármol, dejando ver el extenso jardín que estaba afuera.
«Alhena: Acaben con lo que queda, pequeñas» - dijo victoriosa mientras las pequeñas mariposas se abalanzaron y empezaron a escarbar la pila de escombros en busca del cadáver de Alzir.
«Alzir: Detonación primaria».
Una luz roja empezó a filtrarse entre los trozos de mármol acuñados en el piso. Segundos después, una explosión los dispersó, acabando con todas las mariposas de Alhena, quien alcanzó a cubrirse del ataque con una de sus alas.
Un pequeño remolino de viento y tierra se levantó tras ella, y de él salió un ileso Alzir que sólo se sacudía la túnica para quitar el polvo que había caído sobre ella.
«Alzir: Supuse que sería buena idea eliminarlas primero para ahorrarse un prob-» - sus palabras fueron interrumpidas por una gruesa lanza de cristal que Alhena lanzó hacia él, pero antes de que lo impactara, su cuerpo y todos sus objetos se dispersaron como una nube de polvo, que luego de unos segundos se reagrupó para tomar la forma original del mago. La escena se repitió un par de veces más, hasta que la sacerdotisa detuvo sus ataques para poder recuperar el aliento.
«Alzir: Perder el control y dejarse llevar por la ira nunca es bueno, joven Alhena. Mírate ya co-»
«Alhena: ¡Extensión!»
Sin darse cuenta, Alzir había sido rodeado por cinco lanzas de cristal que estaban clavadas al suelo. De estas se extendieron unas brillantes cadenas que sujetaron sus brazos, piernas y cuello, dejando al viejo mago totalmente inmovilizado.
«Alhena: No debiste lastimar a mis pequeñas... ahora sufre» - dijo antes de elevarse y formar una gran vara de cristal que soltó sin dirección - «¡Variable cefeida: Ankathia!»
La pieza cristalina se fragmentó en un centenar de pequeñas espinas que la sacerdotisa impulsó con uno de sus aleteos, dirigiendo hacia el mago una carga de proyectiles que descendieron a una velocidad increíble, como si fuese una violenta lluvia de meteoros.
«Alhena: Espero que no seas tan débil para caer con esto».
Un robusto y agrietado muro de tierra se sostenía entre ellos dos, pero luego de unos segundos terminó por derrumbarse producto de los impactos del ataque.
«Alzir: Uh... eso estuvo cerca» - dijo mientras se miraba sus brazos y piernas heridos por las esquirlas. Aunque había logrado evitar la totalidad del impacto, los cortes que tenía eran prueba de la fuerza que Alhena podía imprimirle a una técnica básica.
«No hay comparación» - pensaba Adam mientras observaba desde la distancia lo que ocurría. Él seguía toda la batalla desde el inicio y sabía que Mekb había usado la misma habilidad que la sacerdotisa acababa de mostrar, pero el poder del paladín no se acercaba en absoluto, dejando claro el nivel superior que poseía ella.
«???: Parece que el viejo la está pasando mal...»
Una voz cansada interrumpió la cavilación del joven químico, quien de inmediato se giró para ver de dónde provenía, encontrándose con Mekb. El paladín limpiaba suavemente la zona en la que tenía clavada la estaca de cristal antes de tomar una bocanada de aire y sacarla de su hombro de un solo tirón. Adam sintió un intenso escalofrío al ver la cruda acción de aquel hombre, quien rápidamente cauterizó su herida con una pequeña onda de calor que emitió desde su mano derecha.
«Mekb: También piensas lo mismo, ¿no?»
«Adam: ¿A qué te refieres?»
«Mekb: Alzir... aparentemente la diferencia de poder es grande y Alhena tiene algunas ventajas, pero aunque nunca he visto al viejo en batalla, siento que detrás de esa arrugada cara y actitud despreocupada se esconde algo monstruoso».
«Adam: Monstruoso» - pensó. Era aterrador para él que alguien como el poderoso paladín se refiriera así a otra persona, pues a los ojos del chico, todos en aquel lugar ya eran seres absurdamente fuertes y con habilidades que él solo conocía de cuentos y películas.
Un fuerte ruido atrajo su atención, irrumpiendo la conversación que llevaban. Alhena había reiniciado su ofensiva lanzando ataques a distancia, a la vez que aprovechaba la bestial velocidad que sus alas le otorgaban para abalanzarse contra el mago, quien con dificultad lograba defenderse de todos los impactos.
«Mekb: Con Alhena compartí algunas misiones y peleas, y aunque era muy fuerte, no pensé que pudiera pasarle por encima al viejo de esta forma» - le dijo a Adam mientras se acercaba a la inmóvil Pólux para cubrirla con un trozo de su rota capa que estaba cerca - «Sin embargo, su eos es superior y diferente a como lo recordaba... se ve algo extraño».
«Adam: ¿Eos?»
«Mekb: Ah, aún no lo saben. El eos es el nombre de la energía que cada uno posee y otorga la afinidad con alguna línea elemental del universo. Para lograr usar cualquier técnica, es necesario adquirir la capacidad de dominar cierta cantidad de este poder, pero aunque tengas todo el eos del cosmos, si tu cuerpo no tiene afinidad con la línea elemental que deseas usar, no puedes ejecutar ninguna habilidad que pertenezca a esta. Como ya se dijo antes, las habilidades se dividen según su modo de ejecución. Están las "variables", los "cantos" y las "técnicas superiores o únicas". Estas últimas no requieren llamado previo, sino que sólo basta con recitar su nombre».
«Adam: ¿Qué es el llamado previo?» - preguntó confundido.
«Mekb: Es la conjuración que se hace antes de mencionar el nombre de la técnica. Cuando se usa una variable, debe mencionarse la línea elemental a la que pertenece como las variables infernales, eólicas o glaciales, mientras que el uso de un canto requiere que se nombre su fuente primigenia, como los cantos animales» - se detuvo un momento para tomar aire, pues su estado no le permitía hablar con normalidad - «Aparte de esto, el eos que se desarrolla en cada persona tiene una apariencia única, como si fuese el rostro de tu poder, aunque un dominio de alto nivel te permite ocultar o disfrazar su apariencia, pero es imposible imitar la de otro ser. Pero no todos pueden ver el eos, pues se debe superar un entrenamiento y obtener afinidad en concreto, que no es de mucho interés pues requiere un largo tiempo de preparación».
«Adam: Pero tú puedes verlo, ¿no es así?»
«Mekb: Muy atento, chico. Yo puedo hacerlo, y es por eso que al ver a Alhena puedo notar que su energía está perturbada, como si una sombra opacara su color. Pero también... el eos del viejo se ve bastante frágil y estático, y aunque su profundidad dé la sensación de que tras esa débil cortina se oculta algo abrumador, parece que es el mismo Alzir quien no quiere que esto se revele».
«Adam: Pero si se ve tan fuerte como dices, ¿por qué se limita a defenderse? La pelea cada vez se torna más desigual, y es Alhena quien está barriendo el lugar con él» - comentó con preocupación.
«Mekb: No lo sé, chico... aunque no tiene sentido, es como si simplemente hubiese elegido que todo sea así».
Entre risas, Alhena continuaba su indiscriminada ráfaga de ataques. Los movimientos y hechizos que Alzir usaba para defenderse eran cada vez menos efectivos, y su cuerpo recibió más impactos de los que pudo soportar hasta que cayó de rodillas.
«Alhena: ¿Esto es todo lo que tiene el grandioso Alzir?» - dijo mientras descendía y se ubicaba a una distancia prudente.
El hechicero sólo miraba hacia el suelo, ignorando las soberbias palabras de la sacerdotisa. Estaba en la peor situación posible, y desde el otro lado Adam y Mekb observaban como se avecinaba su final.
«Alzir: Tal vez sólo debo dejar que todo acabe» - pensó - «He pasado mucho tiempo a la espera de poder cumplir una misión que no tiene sentido... han sido casi 200 años aguardando para esto, pero si todo termina aquí podré volver con-»
«???: Miremos juntos un nuevo atardecer...»
Aquella voz que provenía de sus más valiosos recuerdos retumbó en su viejo corazón. De inmediato levantó su mirada, y la confusa expresión que albergaba en su rostro desconcertó a Alhena por un instante.
«Alhena: ¿Reaccionaste? Igual ya es tarde» - dijo sonriendo.
En su mano derecha se formó un delgado cetro de cristal blanco que luego de unos segundos dejó caer al suelo, rompiéndose en mil fragmentos que se dispersaron frente a ella y se enterraron en el suelo.
«Alhena: ¡Variable vítrea: Avlí!»
En un parpadeo, incontables flores de cristal surgieron y se extendieron hasta rodear a Alzir, formando un inmenso y bello jardín. Un momento después, las pequeñas figuras empezaron a florecer del cuerpo del viejo mago, clavando sus afiladas raíces en su cuerpo.
«Alhena: ¡¡Ahora te convertirás en el recipiente y alimento de mis bellas flores, y morirás mientras ellas absorben toda tu sangre!!»
Adam observaba desde la distancia la desoladora escena, mientras su pecho se inundaba de temor al sentir que la muerte se acercaría a todos ellos luego de que Alzir no estuviera.
«Alzir: Si caigo aquí todo habrá terminado, pero... si muero, se perderá lo que queda de ella, si, eso... luego de tanto tiempo, el único recuerdo que queda de su existencia es... mi vida, una vida sujeta a cumplir mi misión... ¡no!, nuestra misión» - pensó.
«???: Miremos juntos un nuevo atardecer...»
«Alzir: Mientras la luna nos acompaña a envejecer...» - susurró.
Moviendo sus brazos entre las flores de cristal, el mago logró sujetar su báculo. Una luz blanca se encendió en su pecho y poco a poco se hizo más intensa, hasta iluminar por completo el salón.
«Alzir: Lo siento, joven Alhena, aún no puedo morir» - dijo en voz baja al tiempo que levantaba el cetro, apuntando hacia el techo - «Variable sidérea: Púlsar...»
«Alhena: ¡¿Variable...»
«Mekb: ...Sidérea?! ¡Abajo, chico!»
El brillo que salía del pecho del mago empezó a palpitar, y un par de segundos después, una violenta onda se expandió, arrasando con todas las flores a su alrededor. Una inmensa nube de polvo y cristal se levantó luego de esto, y la luz de la luna que entraba por el agujero de la pared se reflejaba en las diminutas piezas de vidrio volaron por el aire, como si fueran un centenar de luciérnagas revoloteando por el gran salón. Tras esto se podía ver a Alhena protegiéndose con sus alas, que le permitieron salir ilesa.
«Alhena: ¡¡¿Cómo hiciste eso?!!» - gritó confundida y enojada - «¡¡Sólo eres una vieja mascota de Gémini!!»
«Alzir: La historia guarda muchos secretos, joven Alhena» - respondió mientras se quitaba algunas raíces de cristal que aún estaban incrustados en sus brazos.
«Alhena: ¡¡No vengas con tus frases estúpidas, anciano!!»
Con desespero empezó a formar grandes estoques de cristal que lanzaba erráticamente hacia Alzir, quien podía evitarlas sin mayor problema mientras se acercaba a ella.
«Alhena: Ni creas que vas a tocarme» - le dijo a la vez que elevaba su mano- «¡¡Variab-»
«Alzir: Variable sidérea: Asteri...» - susurró mientras apuntaba con su índice derecho hacia la sacerdotisa.
De la punta de su dedo salió un haz de luz que perforó la mano que tenía levantada Alhena. La velocidad con la que aquel rayo recorrió la distancia entre ambos no le dio oportunidad de esquivarlo. La fuerza del ataque horadó la piel, músculo y hueso de la sacerdotisa como si fuera un tibio cuchillo pasando a través de un bloque de mantequilla. El intenso calor del haz cauterizó en un segundo aquel agujero que había hecho en la suave y pálida palma de la mano de Alhena, quien no podía procesar con claridad lo que acababa de suceder.
«Alhena: Ah... Ja-Jajaja... esto...» - balbuceaba entre risas mientras miraba su herida.
Alzir se detuvo al ver cómo las inmensas alas de la sacerdotisa empezaban a cerrarse lentamente, escondiendo la perturbadora expresión que se había dibujado en su rostro. Cuando se cubrió totalmente, un capullo de cristal naranja se fue formando a su alrededor, ocultando a la vista de los demás lo que sucedía en su interior. Su confuso tartajeo se detuvo y antes de quedar rodeada por completo, dejó salir un gran suspiro, para luego quedar en silencio por unos segundos.
«Alhena: Segundo canto animal: Omegamorphosis» - se escuchó al interior del capullo.
Su cubierta se rompió y los pequeños cristales quedaron esparcidos a su alrededor. Aquellas alas naranjas que habían cobijado a Alhena se volvieron aún más grandes, y ahora relucían un brillante color azul adornadas con un profundo borde exterior negro. Lentamente se fueron asomando dos largas espinas negras de cristal que salían de la parte baja de cada una de sus alas, dándole la apariencia de una mariposa Ulisses.
«Mekb: La forma final...»
«Adam: ¿Eh?»
«Mekb: El segundo canto animal le permite a su usuario evolucionar su transformación para alcanzar el nivel de una de las especies superiores del animal con el que tiene afinidad para ejecutar el primer canto» - respondió con extrañeza - «Lo que me sorprende es que el uso de un canto implica cierto riesgo para su usuario pues existe la posibilidad de que se salga de control, pero el hecho de usar dos cantos a la vez conlleva una carga mucho más pesada para su cuerpo, dificultando aún más el uso de ambas técnicas e incrementando el riesgo. Pero hay algo que no termino de entender...».
«Adam: ¿Qué cosa?» - preguntó nervioso.
«Mekb: Aunque la conexión de Alhena con las mariposas es más que evidente, los cantos animales no son técnicas afines a sus líneas elementales ni a su estilo de pelea...»
Alhena extendió sus brillantes alas y dejó entrever una cálida sonrisa antes de desaparecer de la vista de Adam y Mekb. A una velocidad imperceptible, la sacerdotisa se había ubicado a la espalda de Alzir para luego intentar asestar un mortal golpe con una de sus colas de cristal. El hechicero logró levantar su báculo para defenderse, y aunque evitó parte del impacto, la fuerza del golpe lo empujó violentamente, haciendo que cayera y se arrastrara hasta detenerse contra una pared.
«Alhena: ¿Te encuentras bien, anciano? Levántate tranquilo y usa todos los trucos que quieras...»
Su actitud agresiva y despiadada había sido reemplazada por una escalofriante tranquilidad que se veía reflejada en su serena expresión y su dulce forma de actuar.
«Alzir: ¿A qué debo esa preocupación, joven Alhena?» - preguntó mientras se limpiaba la sangre que se asomaba por el profundo corte de su pómulo izquierdo.
«Alhena: Sentir este poder en mi interior es maravilloso» - dijo antes de dejar salir una corta risa - «Ya deberías haber notado que no eres rival para mi... no dejas de ser un frágil y débil anciano».
«Alzir: Estas en lo correcto» - respondió a la vez que se ponía de pie.
«Alhena: Es una lástima que no quieras vivir».
«Alzir: Al contrario... no tengo permitido morir aquí».
«Alhena: Quien decide y permite que algo suceda en este momento, soy yo» - respondió con frialdad, dejando de lado la gentileza de antes - «Y hoy, yo decido matarte».
Sus alas la elevaron al tiempo que una de sus colas de cristal punzaba su antebrazo, dejando abierta una profunda herida.
«Alhena: Primer canto de obsidiana: Icor».
La sangre que brotaba de su corte se iba evaporando para formar una extraña nube con la que la sacerdotisa moldeaba una esfera que flotaba sobre la palma de su mano, en la que no había rastro alguno del daño que sufrió a causa del haz de luz que lanzó Alzir minutos antes.
«Alzir: Vas a perder mucha sangre por usar eso, joven Alhena».
«Alhena: Tan observador como siempre» - dijo con tono sarcástico - «Pero no tienes nada de qué preocuparte. La regeneración acelerada de la mariposa de la vida me permite curar mis heridas y así evitar cualquier riesgo. Mejor ocúpate de tu bienestar, anciano».
Con suavidad sopló el cúmulo de vapor rojizo para darle un impulso en dirección a donde estaba parado el hechicero. Alzir chocó su báculo contra el suelo para levantar un muro de tierra frente a él, pero en un segundo aquella nube lo convirtió en polvo, obligándolo a retroceder saltando de un lado a otro para evitar ser alcanzado.
«Alhena: ¡Vamos, viejo, sólo quédate quieto y muere!» - le gritó entre risas - «¡o tendré que amarrarte de nu-»
«Alzir: Variable sidérea: Asteri» - desde la distancia lanzó de nuevo un haz de luz intentando atravesar la nube rubescente, pero la energía se deshizo al entrar en contacto con esta, y su ataque se desvaneció en un instante.
«Adam: Po-¿Por qué no funcionó?»
«Mekb: El canto de obsidiana es un gran problema» - respondió - «Ese vapor que ves es el resultado de la cristalización de la sangre que permite crear un cúmulo de cuchillas diminutas, capaces de cortar incluso las partículas de eos. Por eso la luz del viejo se deshizo cuando trató de atravesarla».
Alzir había sido obligado a recular hasta que fue arrinconado contra la pared del fondo del gran salón, sin espacio alguno para huir del imparable ataque de la sacerdotisa. Esta agitó sus inmensas alas azules para crear una onda de viento que le dio más velocidad a la nube carmesí.
Cuando el rimero de cristales rojos atravesó por completo a Alzir y se acercaba al muro tras él, Alhena liberó su técnica, haciendo que la sangre volviera a su forma líquida, pintando en aquella pared blanca una violenta mancha que reflejaba su violenta y despiadada intención de destrozarlo por completo.
El cuerpo de Alzir que quedó cubierto por el viscoso manto rojo cayó de rodillas, mientras Alhena se acercaba formando una extensa lanza de cristal con la que pretendía asestarle el golpe final.
«Alhena: Al fin... adiós, maldito anciano» - susurró sonriendo.
La afilada punta del arma de Alhena salió volando, y el ruido que aquel trozo de cristal causó al caer y romperse aturdió a la confundida sacerdotisa, que se quedó en silencio observando la extraña situación.
Un suave crujido se escuchó en el gran salón, afianzando aún más el desconcierto de quienes miraban cómo se desprendían unos robustos trozos de tierra del cuerpo de Alzir. Bajo esa extraña armadura se asomaban las prendas rasgadas del mago, que dejaban entrever un sinnúmero de largos y profundos cortes. En un instante, todas sus heridas dejaron de sangrar al tiempo, pero las laceraciones aún seguían abiertas, mostrando un extraño y tenue brillo al interior de ellas. Alzir sujetó su báculo para después agachar la cabeza y dejar salir un profundo suspiro.
«Alzir: Uh... agh... hubiera preferido no llegar a esto» - dijo mientras se ponía de pie apoyándose en su bastón.
«Alhena: C-¿Cómo es que-» - sus palabras se enredaban entre la sorpresa y temor que le causaba lo que sucedía - «T-Tú deb-erías estar agonizando».
Del rostro cabizbajo de Alzir se desprendían pedazos de piel, que al caer al suelo se convertían en un extraño polvo gris. Entre su desgarrada vestimenta podía notarse cómo en varias partes la envejecida carne de su cuerpo se desprendía de él.
«Mekb: Su eos... es imposible...» - musitó.
Lentamente, el hechicero empezó a bajar la caperuza de su rota túnica. Aquel cabello corto y canoso de antes había sido reemplazado por una lisa cabellera que era tan oscura como el rincón más profundo del océano, y se extendía hasta la parte baja de sus pantorrillas. Su clara y deteriorada tez desapareció por completo, dándole lugar a una firme piel tan blanca como las nubes del cielo de verano, que dibujaba un rejuvenecido y hermoso rostro de finos rasgos que albergaba unos ojos de un profundo y único color violeta. Ese deslumbrante tono se reflejaba en el báculo que había dejado de ser una larga pieza de madera gastada para convertirse en un espléndido cetro blanco, tan resplandeciente como las estrellas que adornaban el cielo de esa fría noche.
«Mekb: No hay duda...»
«Adam: ¡¿Qué es lo que está pasando?!»
«Mekb: Los relatos y libros de la antigüedad hablaban de la extinta Sirio como una próspera región que era hogar de fuertes guerreros que lucharon hasta el final durante los catastróficos eventos del Conflicto de Astrotesie» - respondió en voz baja - «Quienes nacimos tiempo después, crecimos leyendo y escuchando las historias sobre el viejo mundo, conociendo las aventuras y tragedias de quienes ya no están entre nosotros...»
Poco a poco Alhena se fue alejando de él, mientras observaba atónita el repentino cambio que ocurría frente a sus ojos, en los cuales se mostraba su desconcierto al ver la imponente y hermosa figura que se levantaba ante ella.
«Alhena: Esos... esos ojos» - susurraba mientras sus piernas flaqueaban por el temor, haciendo que cayera de rodillas.
«Mekb: Una de aquellas obras hablaba de "Las Puertas del Vacío", haciendo referencia a los distintivos ojos de uno de los cinco guardianes de la casa principal de Sirio, quien cayó junto a sus compañeros cuando las fuerzas del Acuerdo de Nyx arrasaron con todo a su paso».
«Alhena: Tú eres...»
«Mekb: Sobresalía como el hechicero de mayor rango de su región, portador del inconfundible Báculo de la Luna y quien llegó a ser uno de los mejores usuarios de la línea elemental que está más allá de los cielos... fue conocido como...»
«Alhena: El Clérigo Plateado».
«Mekb: Muliphein Merc».
«Muliphein: Ugh, ya había olvidado ese viejo sobrenombre» - le dijo a Alhena con una voz que sonaba menos rasposa y cansada que antes - «Está bien si sólo me sigues llamando "anciano"».
El silencio que se posó en el lugar durante unos segundos fue interrumpido por una suave risa de la sacerdotisa, que poco a poco se hacía más ruidosa y burlesca.
«Alhena: Sí, es cierto» - respondió mientras se ponía de pie y ordenaba su vestido - «No eres más que un miserable anciano que recurre a imitar a un muerto para engañar a los demás. ¡Ya estás muy viejo para esos trucos!»
Sus alas se abrieron totalmente mostrando un brillo azulado antes de agitarse para elevarla, haciendo que todo el lugar retumbara con cada aleteo que daba.
«Alhena: Como sea, no puedo dar espacio a otro de tus juegos tontos, así que... mejor acabo con todos».
La sacerdotisa clavó las espinas negras en la fosa cubital de sus dos brazos, causando una herida de la cual brotaba sangre a chorros, que se cristalizaba para alimentar una nueva e inmensa nube roja. Sin embargo, usar otra vez aquel canto al tiempo que tenía activadas otras dos técnicas del mismo nivel empezaba a tener efectos sobre su cuerpo. En su expresión se notaba la carga que implicaba utilizar de forma consecutiva ese tipo de técnicas, además de empezar a sufrir cortos ataques de tos en los que expulsaba aún más sangre de la que ya estaba perdiendo con el canto de obsidiana.
«Alhena: Me pidieron llevarlos con vida, así que mientras respiren no creo que haya problema si les falta una que otra extremidad» - dijo mirando a Adam y los demás chicos, a la vez que dirigía el cúmulo de cuchillas carmesí hacia ellos - «Espero que no vayan a mo-»
«Muliphein: ¡Variable sidérea: Suprakosmos!»
Una inmensa pared cristalina se levantó entre la sacerdotisa y los demás, frenando el avance de la nube de obsidiana, al tiempo que se alzaban otros tres muros que encerraron a Alhena en un cubículo sin cubierta que abarcaba poco más de la mitad del salón del comedor, enjaulándola junto al mago.
«Alhena: Q-¡¿Qué hiciste?!»
Sin prestarle atención, Muliphein levantó su cetro plateado durante unos segundos apuntando hacia ella, quien al notar la energía que se concentraba en la joya rojiza que tenía el báculo en su parte superior, intentó romper la barrera pero ni siquiera los cristales de su canto lograron hacerlo.
«Muliphein: Algunas cosas me parecen algo inocuas, joven Alhena» - dijo al tiempo que una pequeña esfera de energía blanca se formaba frente a su cetro - «Aunque el uso de un canto no implique mayor peligro siempre y cuando el usuario pueda mantener el control, hay otros que, por su solo uso, ya implican un gran sacrificio».
Con su báculo empujó la pequeña bola blanca que se alimentó de la energía vital del mago, y se movió hasta llegar al centro de la gran cerca, absorbiendo poco a poco el cúmulo de cuchillas de sangre que se esparcían por el lugar. Llena de temor, Alhena formó un gran estoque con lo que quedaba de su colosal nube carmesí con el que empezó a perforar el techo, creando un inmenso agujero para intentar escapar por arriba. El brillo de la luna que se asomó por ahí le mostró cómo aquella barrera con la que Muliphein la había encerrado se extendía por varios metros hasta el cielo, pero no tenía revestimiento alguno que le cubriera la salida por la parte superior. De inmediato desplegó sus alas e imprimió toda su fuerza en ese último intento por salir ilesa, pero la fuerza de atracción de la esfera era cada vez más intensa, lo que evitaba que la sacerdotisa pudiera usar toda su velocidad.
«Muliphein: ¡Todo pudo ser diferente, joven Alhena, pero este es el resultado de tus decisiones!» - gritó desde abajo - «¡¡Tercer canto del firmamento: Supernova!!»
El rostro del mago mostraba el fuerte dolor que sentía en todo su cuerpo a causa del uso de aquella técnica, al mismo tiempo que la sangre brotó de sus ojos y nariz. En ese momento, el globo de energía empezó a emitir un intenso resplandor blanco mientras se elevaba lentamente hasta sobresalir por el techo de la casa principal.
La deslumbrante luz iluminó toda la ciudad y los campos aledaños como si fuera el sol de mediodía, para luego darle paso a una abrumadora explosión que retumbó por todo el territorio cercano.
«Mekb: ¡¡Al suelo, chico!!» - le gritó a Adam antes de abalanzarse sobre Pólux para cubrirla.
...
«Mekb: Chico, ¿estás bien?» - preguntó aturdido.
«Adam: Si, si...» - contestó con tono apabullado después de verificar que ninguno de sus compañeros estuvieran heridos.
Luego de unos minutos, el humo comenzó a disiparse y el rastro de luz que aún alumbraba con fuerza les permitió observar algunos de los daños causados. La explosión afectó toda el ala este de la casa principal, destruyendo el salón del gran comedor, la cocina, la torre de almacenamiento y el jardín contiguo. Lo único que conservaba su forma en ese lugar era la barrera de aire que el hechicero había conjurado al inicio de todo para poder protegerlos, pero luego de unos segundos, esta se desvaneció.
En el centro del cráter que había formado el ataque cayó un deforme y opaco capullo de cristal, que un momento después se quebró en cientos de fragmentos que llovieron lentamente a su alrededor. Entre los trozos de vidrio yacía arrodillada la malherida sacerdotisa.
«Alhena: N-Nec- ¡¡Ahgg!!» - intentaba hablar, pero el dolor de sus heridas ahogaba las palabras.
La ausencia de la mitad de su vestido había dejado al descubierto todo su torso, mostrando su destrozado brazo izquierdo que aún se unía a su hombro por algunas tiras de piel y músculo, además de mostrar las graves quemaduras que habían afectado su espalda, pecho y todo el lado izquierdo de su cara. Sus brillantes alas azules habían sido arrancadas por la violenta explosión, dejando dos agujeros en su dorso.
«Muliphein: No es momento de esforzarse, joven Alhena» - le dijo mientras deshacía la barricada de energía que había formado para protegerse - «Sin el canto animal y la bendición de la mariposa, no hay forma alguna en que puedas recuperarte por cuenta propia. Sólo ríndete para poder ayudarte».
El mago empezó a caminar lentamente hacia ella, quien seguía balbuceando de rodillas en aquel lugar.
«Alhena: Nece-sito más pod-» - se detuvo para poder vomitar. El espeso cúmulo de sangre que salía de su boca era señal de la gravedad de sus heridas internas.
En el instante en que Alhena agachó su cabeza, Muliphein pudo ver cómo salía un extraño humo negro de los agujeros de su espalda. De inmediato se detuvo y dio un salto hacia atrás para ponerse a distancia y adoptar una postura defensiva, previendo el riesgo que podría correr si se acercaba más.
«???: Se ve tan ~sss~ miserable... Darle más poder es ~sss~ un desperdicio ~sss~»
Un potente escalofrío atravesó la columna de Adam como si lo hubiese alcanzado un relámpago, abriendo el paso al temor que invadió todo su ser. Aquellas palabras provenían de la oscura niebla que lentamente daba forma a dos serpientes negras que salían del cuerpo de la sacerdotisa, similares a las que el joven químico había observado en la pesadilla que tuvo luego de las intensas pruebas de la mañana.
«Muliphein: Lerna» - murmuró desconcertado. De inmediato las dos sombras apuntaron sus ojos amarillos hacia él.
«Adam: ¿Qué es... eso?» - preguntó aterrorizado.
«Mekb: Lerna... la serpiente de dos cabezas nacida de las umbrías del mundo, que vive atada al contrato familiar con e-» - un extraño sonido irrumpió su respuesta.
Sus escamosos y oscuros cuerpos se arrastraron por el suelo hasta llegar frente a Muliphein, para luego levantarse y mirar de cerca su rostro.
«Lerna: ~sss~ Las Puertas del Vacío ~sss~» - dijo su cabeza derecha, que siempre hablaba primero - «Parece que encontré algo de utilidad para mi señor ~sss~»
Sus alargadas figuras se regresaron y rodearon el cuerpo de Alhena, dejando visible sólo su cabeza. Muliphein observaba anonadado lo que sucedía, sin poder emitir palabra alguna.
«Lerna: Sin embargo ~sss~ que aún sigas con vida no cambiara el resultado ~sss~... Mi señor al fin tendrá La Mano en su ~sss~ poder...»
Poco a poco las sombras empezaron a desvanecerse junto a Alhena, dejando atrás un rastro de humo y hollín que se mezcló con el charco de sangre que había quedado en el lugar donde cayó la herida sacerdotisa.
«Lerna: Sólo es ~sss~ cuestión de tiempo para que eso pase, así que nos veremos de nuevo ~sss~, Muliphein Merc...»
...