V. Sacrificio
«Tener intelecto o habilidades "superiores" al promedio suele traer más problemas que ventajas, o al menos así lo sentí.
A los nueve años me dieron salida de la clínica y pude empezar a estudiar. El ingreso a la escuela fue complejo porque entraba al primer grado teniendo cuatro o cinco años más que los demás, por lo que me molestaban por ser un gigante tonto, o cosas por el estilo. En los cursos siguientes me llamaban "nerd" por tener calificaciones altas y ser reconocido por todos los profesores. Todo esto hizo que esa época fuera un infierno y que nadie quisiera acercarse a mi, pero al menos el tener un desempeño superior hizo que fuera promovido a cursos avanzados, saltándome así algunos años escolares y reduciendo el tiempo que debía soportar esa tortura.
A los dieciséis había terminado la preparatoria y a los veinte años recibía el título de Químico en la prestigiosa Universidad Solomon III. Pasé de ser un "fenómeno" a ser conocido como "prodigio" o "el nuevo genio de la química", lo que le había dado un nuevo aire a mis días. Sin embargo, no pasó mucho hasta que toda motivación se desvaneciera, lo que hizo que la vida empezara a perder todo sentido, opacando todos los "magníficos" y "sorprendentes" logros que hasta ese momento había conseguido, pero días después pasó algo que cambió mi forma de pensar...
Estaba en mi dormitorio dejando que el tiempo corriera lanzando una pelota de goma contra el techo, cuando el sonido de notificaciones de mi computadora irrumpió aquel momento. Había llegado a mi buzón el correo semanal de la universidad, el cual se reprodujo automáticamente como solía hacerse, pero fue lo que sonó después lo que realmente llamó mi atención:
Estudiante prodigio del Departamento de Salud de nuestra univer... «"Prodigio", ¿eh?» - pensé. Había escuchado tantas veces esa palabra cuando se referían a mi que llegué a pensar que sólo la usaban conmigo, pero no era así. Dejé mi cama de inmediato y me senté frente a la pantalla para ver en detalle aquella noticia:
Sarah Spring, con tan solo dieciocho años, se ha puesto en la mira de diferentes empresas a nivel mundial, luego de que a tan corta edad haya finalizado sus estudios especializados de microcirugía reconstructiva y nanotecnología, pero ha sido Binary-S Corp., reconocida por la Revista Wildtech como la Número Uno en el campo del mercado farmacéutico y robótico, la que ha logrado hacerse con los servicios y el talento de la joven genio.
Ahí estaba yo, atónito ante todo lo que decían de aquella chica pálida de cabello castaño adornado con cintas rosadas. Una curiosa sensación invadió mi pecho y una sonrisa algo torcida se dibujó en mi rostro. Sentí como si tuviera seis años de nuevo, y estuviera en el parque frente a la clínica junto a Ethan y Marianne, ansioso por demostrarles que podía cavar un agujero más profundo que el de ellos... había encontrado una nueva motivación: voy a superar a Sarah Spring.
Un par de años después finalicé mi preparación en química molecular y nanotecnología, que eran estudios similares a los de ella, y así llamé la atención de la misma empresa que la reclutó. Me enviaron una carta con una invitación para hacer parte de uno de sus nuevos proyectos, a la cuál acepté inmediatamente. Acortar la distancia con aquella prodigio me hizo sentir feliz...
Esa misma semana me mudé a Kanna, la ciudad donde está la sede principal de la corporación, con el fin de hacer el ingreso oficial y conocer mi nuevo lugar de trabajo. El Doctor Larssen me dio un breve recorrido por la instalación para luego llevarme a una pequeña sala de juntas. «La directora del programa te está esperando para conocerte.» - me dijo antes de dejarme frente a la puerta.
Tomé aire y entré dando pasos firmes para demostrar mi seguridad, pero toda esa valentía duró solo unos segundos hasta que pude ver a la persona que estaba al otro extremo del lugar. Ella respondió con una sonrisa a mi cara de sorpresa, mientras se sujetaba una trenza con algunas cintas rosa.
«Sarah: Bienvenido al Proyecto Eternal, Doctooor...» - se detuvo mientras revisaba la carpeta que tenía frente a ella - «Adam Silver.»
Ella era la estrella más brillante, y yo aún seguía a su espalda...»
[...]
Cruzaron el largo pasaje hasta llegar a una sala bastante amplia. En el centro había un monumento que constaba de dos lanzas doradas clavadas en una roca blanca, que se cruzaban formando una X y atravesaban la cabeza de dos serpientes negras.
«Wass: Esperen aquí...»
«Sath: Un momento.»
Los pequeños se regresaron a la salida dejando a los demás ahí. En las paredes de aquel lugar habían algunas pinturas de extrañas batallas y personajes que eran totalmente desconocidos para ellos. Empezaron a recorrer el lugar como si estuvieran en algún museo mientras esperaban.
«Akane: Mira, pequeño. Así se podrían ver Silver y tú si no fueran tan flojos.» - le dijo mientras señalaba una de las imágenes.
«Adam: El sacrificio de Heracles.» - leyó en la inscripción bajo el cuadro.
En él se retrataba a dos hombres grandes y musculosos que estaban parados de espalda en una llanura, y en el fondo se veía una línea de sombras negras bajo un bello atardecer.
«Akane: Mira, pequeño. Así se podrían ver Silver y tú si no fueran tan flojos.» - le dijo mientras señalaba una de las imágenes.
«Adam: El sacrificio de Heracles.» - leyó en la inscripción bajo el cuadro.
En él se retrataba a dos hombres grandes y musculosos que estaban parados de espalda en una llanura, y en el fondo se veía una línea de sombras negras bajo un bello atardecer.
«Sarah: El Hércules de la mitología griega. ¿Cuál de los dos es Heracles?»
«???: Ninguno.» - Una firme voz femenina se escuchó desde la parte alta de las escaleras que estaban al fondo de la sala.
Cuando voltearon a ver se encontraron con un hombre y una mujer de una piel tan pálida que se perdía entre el blanco del lugar. Empezaron a bajar con el eco marcando el ritmo de cada uno de sus pasos hasta llegar frente a los chicos, mientras que ellos sólo se agruparon temiendo que algo pudiera suceder.
La mujer vestía un traje blanco que resaltaba su esbelta figura, con una capa corta que se sujetaba de su cuello y cubría su pecho. Su cabello, tan gris como las nubes que anuncian una fuerte tormenta, bajaba hasta sus pantorrillas, y sus ojos verdes brillaban como la más pura de las esmeraldas, presentando ante los demás una imagen sacada del más hermoso de los sueños.
Por otra parte, el delgado y alto hombre que bajaba junto a ella era tan bello como su compañera, y su cabello, también gris, se extendía suavemente hasta rozar con sus hombros. Vestía una larga capa blanca que tenía el símbolo de géminis que habían visto a las afueras, bordado en el centro del pecho. A diferencia de aquella mujer, sus ojos eran tan oscuros y profundos como un agujero negro capaz de absorber todo lo que estuviera frente a ellos, dando la impresión de que toda su belleza sólo era un truco para ocultar el verdadero peligro que ocultaba su ser.
«Sarah: ¿Qu-quienes son ustedes?»
«???: Disculpa la falta de modales. Mi nombre es Pólux y él es mi hermano Cástor.» - dijo inclinándose levemente hacia el frente.
«Cástor: Bienvenidos a las Puertas Gemelas. Esperábamos por ustedes... desde hace mucho tiempo.»
De nuevo el misterio era el protagonista del momento. Aquel comentario generó en los chicos una mala sensación sobre su aparición en ese lugar y sobre las intenciones que podrían tener las dos personas que estaban frente a ellos.
«Adam: Debemos salir de aquí.» - pensó de inmediato, sintiendo que corrían peligro.
«Pólux: No tienes que preocuparte de esa manera.» - le dijo.
Adam dio un paso hacia atrás, sorprendido por lo que acababa de pasar. La delicada sonrisa que se dibujó en el rostro de la bella Pólux le confirmó que su mente ya no era un lugar privado.
«Cástor: Escuché que preguntaban por Heracles» - dijo luego de aclarar la garganta, tratando de romper la tensión que se había generado por los trucos de su hermana - «El nombre de los hombres que están en la imagen es Algethi y Korneos, y eran los antiguos líderes de la Facción de Heracles, ubicada en nuestra región.»
Poco a poco el relato del misterioso hombre fue captando la atención de los chicos, despejando lentamente el nerviosismo que había tomado el control del ambiente.
«Cástor: Hace mucho tiempo, en la vieja guerra conocida como "Conflicto de Astrotesie" que se dio a causa de los intereses egoístas y la búsqueda de poder, se firmó el Acuerdo de Nyx, donde los líderes de algunas de las principales regiones se aliaron para atacar a los demás con el fin de convertirse en la fuerza dominante de todo el continente. Para esto, intentaron apoderarse de algunas de las Reliquias de Kyklos, que son doce armas construidas por los primeros astros y repartidas equitativamente entre las doce regiones principales, con el fin de conservar el equilibrio y la paz...»
Se acercó al cuadro mientras los demás lo observaban caminar frente a ellos, dejando un suave aroma a su paso.
«Cástor: La escena que se quiso inmortalizar en aquella imagen es la del momento previo a la gran Batalla de la llanura Céres, donde los dos hombres más fuertes de Heracles protegieron nuestra ciudad del ataque coordinado entre dos de las regiones más fuertes del Acuerdo de Nyx, que enviaron más de 1500 soldados con el fin de apoderarse de nuestra reliquia y destruir la casa principal de la región Gémini. Algethi y Korneos le pidieron al resto de su escuadrón que se dirigieran hacia la ciudad y prepararan una posible huida, mientras que ellos se quedaron atrás para hacerle frente al peligro.» - Cástor dejó salir un gran suspiro antes de finalizar - «Exterminaron a más de 1200 hombres de las fuerzas enemigas obligándolos a renunciar a sus planes, antes de caer derrotados, pero su sacrificio salvó su hogar, nuestro hogar, y a su vez fue decisivo para lograr darle fin a la guerra. Por esto - dijo mientras iba de regreso hacia el monumento que estaba en el centro de la sala - levantamos esto en honor al gran Sacrificio de Heracles, representando a los dos protagonistas con unas lanzas doradas similares a nuestra reliquia, las cuales detuvieron el ataque de aquellas serpientes.»
Algo que parecía sacado de los libros de la antigua mitología se presentaba ante ellos como la verdadera historia de ese lugar, pero antes de que pudieran hacer alguna pregunta sobre esto, un fuerte temblor se sintió.
«Pólux: Oye, Cástor...» - irrumpió con tono serio.
Un pequeño tornado de hojas secas y polvo se levantó entre Pólux y Cástor, que se desvaneció segundos despúes, dejando a su paso a un cansado Alzir.
«Alzir: Señor, señora... están atacando la ciudad.» - dijo mientras trataba de recuperar el aliento - «Son las Lyncidas...las cinco. Wass y Sath se quedaron atrás enfrentándolas a las afueras, cerca al puente, y me enviaron para dar aviso por lo que tuve que usar el portal de viento.»
«Cástor: Ya veo. Lleva a los viajeros al com-»
Antes de que pudiera terminar, una gran mancha negra se formo debajo de ellos. De inmediato todos se alejaron rápidamente, quedando Alzir junto a los chicos.
«???: Ohh... así que el rumor de que habían forasteros era cierto. Gracias por dejar el rastro, viejo» - Una extraña voz se escuchó desde el piso. En un momento, cinco mujeres desconocidas empezaron a ascender a través de aquella zona oscura.
«Alzir: Señorita Sarah... todos, síganme por favor.» - Ellos reaccionaron y siguieron la orden de Alzir, pero el grito de aquella mujer de cabello naranja los detuvo de golpe.
«???: ¡Anciano cobarde! ¿Dejas atrás a unos niños sólo para huir?» - en ese momento, la mujer que estaba a su derecha lanzó frente a él los pequeños cuerpos de Wass y Sath, que yacían inconscientes.
En un instante, una fuerte corriente de aire retumbó en el lugar, acompañado por una dulce y corta risa.
«Pólux: Parece que alguien se ha metido donde no debe.» - dijo mientras guardaba una reluciente espada dorada que llevaba en su espalda.
La mujer rubia que hace unos instantes había arrojado a los pequeños niños acababa de ser decapitada sin que ninguno de los presentes pudiera notarlo. La presión que aún quedaba en su cuerpo hizo que la sangre saliera disparada a chorros desde su cuello, dándole un nuevo color al lugar.
«???: Se-señora Elvashak, la-la cabeza de Pardalis no está.» - le susurró la tímida mujer de cabello negro que estaba atrás de ella. De inmediato la mujer de cabello naranja adquirió una postura de batalla y desenvainó una hoz que llevaba amarrada a su espalda.
Adam y los demás se habían quedado inmóviles ante lo que acababan de ver. Estaban en medio de algo que superaba con creces toda su capacidad física y mental, haciéndoles notar el grado de inferioridad en que se encontraban.
«Sarah: Vamos a morir...» - dijo entre lágrimas antes de dejarse caer sobre sus rodillas.
Adam había logrado mantener la compostura mental, pero era consciente de que en esta ocasión no tenía ninguna posibilidad de hacer algo, aunque tampoco se daba por vencido.
«Elvashak: ¡¡MIRIA, AHORA!!»
La misma mujer que acababa de hablarle sacó de una pequeña bolsa una joya similar a la que Alzir lleva incrustada en su báculo.
«Miria: Variable eclipsante: ¡Hipparcos!»
La piedra rojiza se quebró y emanó un manto de absoluta oscuridad que cubrió todo el lugar.
«Elvashak: Nuestros ojos nos permiten ver en este manto de vacío, así que no podrán ganar.» - dijo entre risas - «Miria, Alscia, Ukat... vamos a mostrarle el poder de Lynx y vengar la muerte de Pardalis.»
Sus voces se esparcían de manera uniforme entre aquella niebla, lo que hacía imposible ubicarlas, o al menos eso creían.
«???: Yo me encargo, la imprudencia no es bien recibida...» - irrumpió una fría voz.
En un segundo, la densa oscuridad desapareció como cuando el viento disipa una nube de polvo, levantando el telón de una escena llena de crueldad y terror.
Cástor sujetaba del cuello a Miria y a otra de las mujeres, y tumbada en el suelo estaba la última de sus compañeras a la que él presionaba con su pie derecho. Sólo Elvashak había evitado ser atrapada.
«Cástor: Invadir la casa de alguien sin permiso es... imprudente.» - dijo antes de bajar su pie por completo, destrozando la cabeza de aquella mujer.
El sonido del cráneo rompiéndose retumbó por todo el lugar, aterrorizando por completo a los chicos. Akane no pudo evitar vomitar, y los demás sólo podían observar con horror aquella violencia que parecía no tener fin. En medio del miedo, Adam trataba de observar cada detalle, esperando conseguir algo que pudiera ser de ayuda para ellos, evitando así sucumbir ante el pánico que había invadido todo su ser.
«Adam: Debo protegerlos, debo protegerlos.» - se repetía en su cabeza mientras miraba a Sarah aún postrada en el suelo, derrotada por el miedo.
«Elvashak: Eres un monstruo... ¡UN MALDITO MONSTRUO!» - dijo entre lágrimas al ver la situación de sus compañeras, entendiendo que no tenía ninguna oportunidad de hacer algo.
«Cástor: Insultar a alguien en su propia casa es... muy imprudente.» - respondió mientras apretaba su mano derecha, destruyendo por completo el cuello de la chica que sujetaba, para luego arrojar el deforme cadáver a los pies de la impotente mujer.
«Miria: Hu...huya, señora Elvash...»
En un instante, Elvashak desenfundó un gran kukri que tenía sujetado a su pierna derecha y lo lanzó hacia Cástor, quien lo esquivó sin ningún problema.
«Cástor: Vaya... atacar a alguien en su propia casa, eso si es una imp-»
Su confiado discurso se vio interrumpido por un desgarrador grito. Elvashak aprovechó la brecha que se abrió y se movió a una velocidad inhumana, rescatando a Miria.
«Elvashak: Vas a pagar por esto, bastardo de Gémini.» - dijo antes de desaparecer entre una mancha oscura igual a la que usaron para entrar.
En el instante previo, cuando Cástor dejó pasar el ataque de Elvashak, esta siguió su camino directo hacia Sarah que estaba inmóvil justo atrás de él.
«Adam: ¿Es..tás bien?»
La sombra que la cubrió hizo que Sarah reaccionara.
«Adam: Siempre quise alcanzarte, superarte... pero he estado todo el tiempo detrás de ti.» - dijo con voz entrecortada - «Al menos por...una vez, tenía que estar por delante y hacerte ver mi espalda...»
«Sarah: De qué estas hab-»
Adam perdió el equilibrio y cayó de espalda quedando frente a ella, quien aún no entendía lo que estaba sucediendo, hasta que vio sobresalir del pecho de su compañero una gran cuchilla que se había incrustado desde su hombro hasta su estómago.
«Sarah: Oye, Silver...¡¡SILVEEEEEER!!»
...