XIV. La noche de las moscas
« «???: ¿Alguna vez has soñado con un mundo diferente?»
Su pregunta me tomó por sorpresa, haciendo que mi pulso se acelerara por un instante. Esa noche había sido tensa, por lo que decidí ver junto a Noelle una película del viejo siglo 21 llamada "Las Crónicas de Narnia", con el fin de relajarme un poco e intentar dormir. La ansiedad por la prueba final del Proyecto Eternal que se llevaría a cabo al día siguiente me consumía, y tal vez Noelle solo intentaba hacerme conversa y distraerme un poco. A fin de cuentas, era mi IAAC, y su operatividad estaba conectada a todos mis sistemas vitales, por lo que para ella era muy simple notar mi estrés.
«¿A qué te refieres con eso?» - pregunté de regreso.
«Noelle: No lo sé... un lugar de fantasía más allá de todo lo que conocemos, donde puedes empezar de cero, usando tus conocimientos pasados para formar el futuro que desees».
«Empezar de cero...» - pensé.
Con esas palabras, mi apreciada asistente había hurgado en lo más profundo de mis deseos. Aunque en esta realidad había logrado establecerme en una posición social relativamente acomodada, sentía que lo que yo era no me llenaba... Con esto, no era extraño para mí el desear una nueva oportunidad de "ser", e imaginar diferentes escenarios era el resultado de eso.
«Noelle: Realmente sería genial tener un nuevo comienzo en un mundo donde los sufrimientos y conflictos de este lugar sean reemplazados por alegría y tranquilidad, ya sabes, como las típicas historias de paraísos y reencarnaciones. Supongo que ese es el deseo humano».
«En realidad suena aburrido así» - respondí - «No creo que tenga mucho sentido anhelar un mundo donde todo esté bien. Parte de ese "sufrimiento" que mencionas es lo que le da emoción a la existencia. Además, es imposible desconocer que, parte de la naturaleza humana, o no, la naturaleza de la vida misma es la batalla. Desde las especies más desarrolladas como la nuestra, hasta el más pequeño de los insectos tienen en su interior el instinto de luchar para sobrevivir...»
El sonido de mi teléfono irrumpió la conversación. Era la notificación de un mensaje inesperado.
De: Sarah S: No duerman tan tarde. Mañana es un día importante.
Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro. Al parecer no era el único que estaba ansioso por la prueba final. Después de todo, era el momento de comprobar si los últimos años de trabajo habían sido fructíferos, o si por el contrario habíamos habíamos recorrido la senda que nos llevaría al fracaso.
«Como sea, Noelle, si algún día me veo envuelto en alguna extraña situación de tener que empezar de cero en otro mundo de fantasía, solo espero no verme involucrado en conflictos locales».
«Noelle: ¿No que la batalla y el sufrimiento le dan emoción a la vida?»
«Ya es difícil la lucha por sobrevivir. Solo quisiera tener la oportunidad de tomar mejores decisiones y encaminar mi vida hacia algo que realmente me haga feliz. No está entre mis deseos quedar a la mitad de una pelea entre magos, caballeros, brujas y leones» - respondí mientras veía la batalla final de aquella película». »
[...]
Un seco y fuerte ruido se escuchó. Adam abrió sus ojos de inmediato, aunque la luz del día lo deslumbró por unos segundos. La somnolencia y el mareo que invadían su cabeza se habían mezclado en un fuerte coctel que le impedía hacer pleno uso de su conciencia. De fondo se escuchaban algunas voces dispersas, que poco a poco se hacían claras y entendibles.
«???: Ay, ay, ay...»
«???: No puedo creer que seas tan estúpido para caerte de la cama»
«???: No es algo que haya hecho con intención, ¿va?»
Entre risas se daba una discusión que carecía de sentido para el chico que apenas despertaba. Cuando intentó moverse para ver de qué se trataba todo, sintió un fuerte tirón en los músculos de su espalda y cuello, haciendo que emitiera un leve quejido.
«???: ¡Oigan, ya despertó!» - exclamó una voz familiar.
Mientras las dos personas que antes hablaban se acercaban a su cama, Adam había logrado adaptarse a la iluminación, y ahora enfocaba su mirada en la preocupada chica de cabello color miel adornado con unas cintas rosa que yacía sentada a su lado.
«Adam: S-Sarah...»
El joven químico intentó levantarse una vez más, pero sus movimientos eran erráticos. De inmediato, los dos chicos que estaban al frente se acercaron y con cuidado lo ayudaron a sentarse apoyado en su almohada.
«Adam: Andy, Isaac...»
«Sarah: ¿Cómo te sientes, Silver?»
«Adam: Estoy muy... cansado... como si hubiera corrido la Maratón de Kanna...»
«Isaac: Ah, es cierto. El año pasado casi quedas de último, y luego de eso no fuiste al laboratorio por cuatro días».
«Andy: No creo que puedas decir nada si tú ni siquiera pudiste terminar el recorrido».
«Isaac: Pero si n-»
«Sarah: ¡Suficiente!» - interrumpió alterada.
Todos se quedaron en silencio ante su airada reacción. Sarah observó esto y agachó su mirada, avergonzada por lo sucedido.
«Andy: Levanta la cara, Sarah. Solo omitíamos las cosas con conversaciones triviales, pero entendemos lo que sientes... también nos preocupamos por lo que pasa» - dijo con seriedad mientras miraba hacia la parte de atrás de la habitación.
Sus expresiones se apagaron, y de inmediato Adam se giró para ver lo que causaba esto. Una inmaculada chica de cabello negro se encontraba recostada como si el tiempo se hubiera detenido a su alrededor.
«Adam: ¿Qué ocurrió?»
«Isaac: Akane no ha mostrado señal de reaccionar pronto, y su respiración es bastante débil».
«Andy: Tal vez su IAAC pueda decirnos qué pasa» - replicó - «Noelle, ¿puedes comunicarte con Haya-»
Sus ojos se abrieron a tope y sus latidos se aceleraron al notar que el brazalete de su asistente no estaba. Volteó a ver hacia todos los rincones de aquel lugar, pero no encontró nada.
«Sarah: Calma, Silver. No te muevas tan fuerte que aún estas recuperándote» - le dijo mientras levantaba la mancha derecha de la bata que vestía - «Como ves, tampoco tengo a Otto conmigo, al igual que los demás. Según lo que dijo Mekb, los retiraron de nosotros mientras nos ordenaban para revisar nuestro estado».
«Adam: ¿Mekb? ¿Hace mucho se fue?» - preguntó confundido.
«Sarah: Un par de horas, tal vez. No tengo cómo medir el tiempo. Él entró pocos minutos después de que nosotros despertáramos. Trató de explicar lo sucedido, pero sigue siendo difícil entender lo que pasa. Sin embargo, pidió que conserváramos la calma y descansáramos un poco más, mientras un tal Muliphein pasaba a vernos».
Al escuchar ese nombre, Adam recodó de golpe todo lo sucedido; la cruel y fantástica batalla que terminaría con la derrota de la sacerdotisa de las mariposas y la aparición de ese extraño espectro de ojos amarillos.
La conversación se vio interrumpida por tres suaves toques que se escucharon en la puerta. Isaac se levantó para abrir, mientras los demás observaban expectantes.
«???: ¡Joven Priddy, me alegra ver que se encuentra en buenas condiciones!»
Un hombre de piel blanca que vestía una larga capa azul de bordes dorados hacía su aparición. Su larga y lisa cabellera negra enmarcaban con una fina sutileza sus brillantes ojos color violeta.
«Adam: Muliphein...»
«Muliphein: ¡Joven Silver!» - dijo antes de caminar hacia él.
En una rápida reacción, Isaac sujetó con fuerza el brazo del hechicero, quien se detuvo al ver su curiosa reacción.
«Isaac: ¡¡¿Quién eres y cómo es que nos conoces?!!» - gritó alterado.
«Muliphein: La imprudencia no es bien recibida, joven Priddy» - respondió sonriendo - «Pensé que ya lo había dejado claro».
El rostro del chico rubio se llenó de miedo y de inmediato lo soltó.
«Adam: Tranquilos, él es Alzir» - dijo mientras se levantaba lentamente.
«Andy: ¿Cómo que Alzir? El viejo mago no se parece en nada a esta persona».
«Adam: Si, lo que pasó fue q-»
«Muliphein: Larga historia, señorita Swan» - irrumpió - «Por ahora solo vine a verificar que estuvieran en buen estado».
«Sarah: No lo estamos» - replicó con firmeza - «Akane aún no despierta, y nos quitaron nuestros brazaletes sin nuestro consentimiento».
«Muliphein: Oh, entiendo... Su compañera va a despertar luego de que la revise Be, así que no hay motivos para preocuparse. Al parecer su sensibilidad al eos es muy alta, por lo que necesitará algo más que estos tres días para recomponerse».
«Andy: ¿Tres días?»
«Muliphein: Así es, señorita Swan» - le contestó con amabilidad - «Ustedes pasaron tres días durmiendo. La señora Pólux y Be se encargaron de cuidarlos durante este tiempo».
Los cuatro chicos se miraron confundidos antes de dirigir de nuevo su atención hacia aquel hombre cuya forma pasiva y suave de hablar no armonizaba con su figura joven y vigorosa. Además, un nuevo nombre había entrado a escena: Be. Sin embargo, nadie se animó a preguntar sobre eso.
«Muliphein: En fin, no me queda más que decirles que una vez salga de aquí, ingresarán algunos sirvientes de la casa para ayudarlos a llegar a sus habitaciones. Al final del atardecer pasaré a llamarlos. Hay mucho por hablar, así que deberán reunirse con los miembros de mayor rango en las Puertas Gemelas, quienes les darán una explicación de lo sucedido y responderán a todas sus preguntas. Su ropa y sus pertenencias están en sus cuartos, pero los artilugios que usan en sus brazos les serán regresados durante la reunión».
Sin dar lugar a nada, el hechicero salió de la sala, y tal y como lo adelantó, ingresaron seis personas vestidas de trajes oscuros.
...
Los cuatro chicos se encontraron a las afueras de sus habitaciones luego del llamado del hombre de ojos violeta. Sin sus asistentes no tenían noción del tiempo, pero la aparición de Muliphein les daba una herramienta para suponer que eran entre las 6 y las 6:30 pm. Todo era similar a la anterior ocasión en la que habían sido citados al comedor, con la diferencia de que su guía no era aquel anciano que les dio la bienvenida a este mundo, sino que ahora tenían al frente a un atractivo hombre de rasgos que nunca habían visto, cuya belleza solo era alcanzada por el misterio que lo rodeaba.
Siguieron su camino en silencio hasta llegar al salón del comedor principal. Al estar en la entrada, Adam notó que todo rastro de la extraordinaria y devastadora pelea que había tenido lugar ahí había desaparecido. Las paredes, el techo y todo lo que fue destruido estaba completamente restaurado, como si nada hubiese pasado. Sus compañeros no pudieron notar nada de esto pue, aunque estuvieron despiertos, no eran conscientes de nada a causa de la sustancia con la que Alhena los había incapacitado.
Quienes servían ya no eran los delgados y extraños seres que habían visto la última vez que estuvieron en ese lugar, sino que ahora se encargaban unas personas de piel clara vestidas de negro, quienes en silencio y con sutil elegancia ubicaban distintos platos. Aun así, ese detalle perdió importancia frente a la aterradora presencia de las personas sentadas en un extremo de la mesa.
Pólux y Cástor se ubicaban en el centro, y a su izquierda había un asiento libre. Luego de este estaban los pequeños Wass y Sath, y al final de ese lado se encontraba un hombre de fuerte contextura y mirada profunda, que vestía una robusta armadura plateada, cuyos antebrazos se teñían de un extraño color cobrizo a causa de la corrosión del óxido que se podía percibir en aquellas piezas de metal.
Hacia el lado derecho de los dos grandes líderes de la región había otro asiento vacío, y junto a este se encontraba Mekb, el ya conocido paladín, quien aún tenía en su rostro pequeñas marcas del anterior combate. A su derecha se podía ver un tercer asiento desocupado, que separaba al reluciente caballero de un anciano que cubría parte de su brillante cabellera blanca con la capucha de su túnica marrón. La expresión apagada y cansada de ese desconocido contrastaba totalmente con la delgada mujer que se sentaba al final de aquel extremo. Aquella chica de cabello azul claro usaba un corto vestido negro con algunos detalles de hilo que bordeaban flores de diferentes colores. Su vestimenta juvenil y despreocupada parecía no tener lugar entre la solemnidad y el decoro de las prendas que portaban los demás, por lo que no era difícil fijar la atención en ella.
Muliphein ubicó a los chicos en los lugares del otro lado de la mesa, y un chasquido de Cástor fue la señal que dio paso a los hombres y las mujeres que se encargaban de servir. Los cinco jóvenes no podían evitar mirar con recelo y desconfianza la comida, pues les recordaba lo sucedido días atrás.
«Pólux: No hay nada de que preocuparse. La causante de todos los inconvenientes se ha marchado, y los súbditos que auspiciaron sus actos han sido eliminados» - dijo al ver sus rostros cautelosos.
«Isaac: ¿E-eliminados?»
Aunque las palabras de la gran señora buscaban tranquilizarlos, habían tenido un efecto totalmente contrario, alterándolos aún más.
«???: ¡Yoh hoh! Qué mala elección de palabras, señora P» - irrumpió con un tono extrañamente animado la misteriosa y colorida chica - «Coman y beban toooodo lo que quieran, que no hay motivos para dudar».
Sonriendo, tomó un pan y se lo comió de un bocado, para luego tomar de un solo trago un vaso lleno de un líquido similar al jugo de limón.
«???: ¡¡Yeeeeeey, delici-»
«???: ¡Suficiente, Inca!»
Una voz grave se escuchó del otro extremo de la mesa. De pie se observaba al hombre de robusta armadura que miraba furioso a la ruidosa mujer que tosía atragantada ante el inesperado regaño.
«Inca: L-lo siento, General Taum» - respondió con voz aplacada, al tiempo que se sentaba de nuevo.
Cuando todo estuvo en orden, la puerta de entrada al comedor se abrió sin previo aviso. Esto atrajo la atención de todos, quienes observaban con atención el ingreso de dos personas.
«Sarah: ¡¡Akane!!» - se levantó y corrió al ver a su amiga, pero su emoción fue irrumpida de golpe por la desconocida que iba a su lado. La mujer de cabello azul oscuro que usaba una brillante y larga capa negra que dejaba entrever el hermoso vestido blanco que ceñía su delgado cuerpo se ubicó entre las dos chicas.
«???: No la presiones. Aún debe descansar» - dicho esto, se hizo a un lado.
«Akane: Hola, Sarah... estoy bien» - susurró con voz débil - «¿Me ayudas a ubicarme?»
Sarah tomó su mano y lentamente la acomodó entre sus compañeros, quienes observaban preocupados su estado. Al mismo tiempo, aquella hermosa mujer de ojos grises se sentaba en el lugar que estaba libre entre Inca y el misterioso anciano.
El instante de silencio que se había sembrado en el comedor fue cortado por un inesperado aplauso.
«Muliphein: ¡Bien!» - dijo mientras se ubicaba en el asiento que estaba libre a la izquierda de Pólux - «Ya que están todos, permítanme presentarles a las principales figuras de Gémini».
El hombre de ojos amatista levantó su mano y empezó a señalar a sus compañeros, identificándolos uno a uno.
«Muliphein: A su izquierda pueeden ver a Taum, la mayor autoridad militar de nuestro territorio».
«Taum: General Taum Woo, comandante del Ejército Geminorum. Un placer conocerlos» - saludó amablemente mientras hacía una sutil venia.
«Muliphein: A su lado están Wass y Sath. Ya conocen a los pequeños, así que no es necesario presentarlos de nuevo. Ellos son los Regentes de las Puertas Gemelas, y velan por su funcionamiento y seguridad»
Sin decir nada, los dos niños saludaron respetuosamente a sus invitados, quienes observaban con extrañeza aquella escena.
«Muliphein: Del otro lado de la mesa y junto a nuestros señores está Mekb, nuestro brillante paladín y primer cabal-»
«???: Sigue siendo muy extraño que hables con tanta soltura y confianza cuando para nosotros aún es extraño verte, joven guardián» - las palabras del anciano de capa café destilaban serenidad y paz. Se escuchaba como un viejo arzobispo recitando sus oraciones en una ceremonia de domingo.
«Inca: ¡Viejoooo!» - replicó quejándose - «Yo quería ser presentada como los demás, con ese anuncio tan ruidoso».
«???: Lamento interrumpir tu diversión, mi pequeña, pero me es imposible reservarme la incomodidad que genera esto».
«Taum: El Niño de Hielo dijo que esta era una buena forma de empezar, señor Kapp. Además, él ha sido quien ha pasado más tiempo con los niños, así que debemos acoger sus sugerencias. Comparto su sentimiento, pero ahora se trata de algo más importante. Lo demás puede esperar».
«Cástor: Ya hablaremos de eso...» - susurró con frialdad. Sus palabras estremecieron a los chicos ante la autoridad que expelía aquel hombre.
«¡¡Sí, señor!!» - se escucharon al unísono las voces de los dos hombres que hablaban antes.
«Pólux: Continúa».
«Muliphein: Sí, señora» - respondió apresurado - «El joven Mekb porta el título de Primer Caballero, y es el guardia de los asuntos de la señora Pólux. También es el principal emisario de Gémini, y se encarga también de todo lo referente a la seguridad de los habitantes de nuestra región».
«Mekb: Me alegra verlos en buena condición. Lamento lo sucedido, y pongo a su disposición todo de mí para lo que puedan necesitar».
«Inca: Todo un caballero» - susurró de forma burlona.
«Muliphein: A su lado está Kappa. Es un archimago de primer nivel, responsable de todos los asuntos políticos y comerciales de Gémini. Junto a Mekb son quienes velan por el desarrollo y bienestar de las personas que habitan nuestro territorio».
El anciano se quedó en silencio, ignorando lo dicho antes, como muestra de su malestar por lo que ocurría. Muliphein continuó sin esperar, para evitar que sus invitados se pudieran sentir incómodos por esto.
«Muliphein: ¡Bien! Luego tenemos a Be. Ella estuvo a cargo de la recuperación y cuidado de todos ustedes. Es la líder de la Unidad de Sanación e Investigación Médica de la región».
«Be: Hola de nuevo» - saludó antes de dejar salir una cautivadora sonrisa que se robó todas las miradas presentes, dejando la sala en silencio por unos segundos.
«Muliphein: Mjm, si...» - se aclaró la garganta antes de continuar - «Por último tenem-»
«Inca: ¡Yo, yo!» - irrumpió animada - «¡Mi nombre es Inca! Miembro de la Guardia Central de las Puertas Gemelas, subcomandante del Ejercito Geminorum y líder de la Unidad Especial de Asesinato y Caza».
Los cinco chicos miraban sorprendidos a la distintiva joven, cuya presentación contrariaba totalmente su apariencia.
«Muliphein: Lo has hecho sonar bastante mal, Inca» - susurró avergonzado.
«Inca: No hay nada de qué preocuparse, bello hombre de ojos raros» - le respondió antes de fijar su mirada en los chicos - «Ellos son mis amigos, así que no deben tener miedo».
«¿De qué se trataba todo esto?» - Adam volteó a ver a Sarah, quien le regresó la mirada llena de confusión. En ese instante, Pólux se puso de pie, y como si hubiese escuchado los pensamientos de ambos, los miró fijamente antes de empezar a hablar.
«Pólux: Frente a ustedes se han presentado la mayoría de autoridades de nuestra región. Se encuentra ausente el buscador, pero pronto estará aquí. Nuestra intención es generar en ustedes algo de tranquilidad y confianza en su bienvenida a este lugar, teniendo en cuenta que nuestro primer encuentro fue perturbado por el sucio acto de traición de Alhena, que solo buscaba apoderarse de ustedes».
«Sarah: ¿Apoderarse de nosotros?» - la inconformidad y el enojo impulsaban con fuerza las palabras de la chica de cintas rosa. Akane sujetó su mano para detenerla, pero poco le importó a su amiga quien se levantó para continuar su reclamo - «¡No sabemos quiénes son ustedes, es la primera vez que los vemos, ni siquiera sabemos dónde estamos, ¿y ahora resulta que quieren "apoderarse de nosotros"?!»
«Taum: ¡Quién te crees para presentar esa falta de respeto a la señora Pólux!» - respondió antes de golpear la mesa y pararse de su silla.
La sombra del inmenso hombre que superaba los dos metros de altura cubrió a Sarah como si fuese una pequeña planta bajo un gran roble. Su pecho se inflaba bajo la brillante armadura que lo cubría, y sus ojos miraban a la pequeña mujer como si la fuera a destrozar con un simple parpadeo.
Akane y sus compañeros miraban con miedo la reacción del General, pero Sarah no había cedido ni un centímetro ante aquel grito. Por el contrario, sus bellos ojos claros se apuntalaban con furia leonina en el rostro de Taum.
«Inca: Ohh... una gatita valiente» - murmuró.
La tensión se mantuvo hasta que un tenue resoplido arrastró hacia un lado la atención de todos. Por alguna razón, era inevitable ignorarlo, pues esa sutil acción ejerció una presión abrumadora en todo el lugar.
«Cástor: Taum... suficiente» - sus suaves palabras estuvieron acompañadas por una fría mirada que de reojo le lanzó a un subordinado.
En silencio, el General regresó a su lugar con una expresión de vergüenza y temor. El respeto hacia él y su hermana gemela era notorio, pero esta era la primera vez que los chicos veían que la autoridad se ejerciera a través del miedo.
Ante esa escena, Sarah también se sentó. El sudor empezó a caer por su frente, afectada por la frívola intervención del hombre de ojos negros. Luego de un instante pudo recuperar la compostura, entendiendo que su reacción había sido un destello de imprudencia que podía traerle problemas a ella y a sus amigos. A fin de cuentas, si algo tenían claro los cinco es que estaban frente a seres que sobrepasaban de forma aplastante sus capacidades.
Mientras todo esto ocurría, Adam pudo notar cómo Wass y Sath miraban a Sarah detenidamente, con una precisión que hacía entender que observaban algo imperceptible para los demás. Cuando todos se sentaron de nuevo, los pequeños se acercaron a Pólux para decirle algo al oído, luego regresaron a sus lugares y continuaron vigilantes a todo lo que hacían los cinco invitados.
«Pólux: Entiendo tu disgusto, señorita, pero antes de resolver tus cuestionamientos y cualquier otra duda que tú o tus compañeros tengan, quisiera contarles una historia».
Su tono amable les devolvió un poco la calma y alivianó la carga que la actitud de su hermano había creado sobre ellos, quienes aguardaron en silencio, atentos a las palabras de la gran señora.
«Pólux: Los Primeros Astros forjaron este inmenso jardín para usarlo como hogar de su más preciada invención: la humanidad. Aquí, en este mundo llamado Tigarden, los creadores dejaron grandes fuentes de recursos, innumerables bestias, extensos ríos, inmensas montañas y coloridas flores que adornaron el continente que se veía rodeado por vastos mares, y así empezaron a darle forma a una nueva vida. Cuanto todo estuvo listo, los astros se reunieron y repartieron el terreno a su gusto, dividiéndolo en trece regiones en las que cada uno puso diez hombres y diez mujeres creados a su gusto. En una muestra del afecto hacia sus "hijos", acordaron sembrar en cada región la semilla de la "llama eterna", una pequeña flor que proveía un fuego sagrado e inextinguible, que los humanos podían usar y manipular para desarrollar las bases de su existencia».
Un suave malestar empezó a crecer en el pecho de Adam, que por un instante se reflejó en sus ojos. Wass y Sath lo notaron de inmediato, y fijaron desde ese momento su atención en el chico de ojos carmesí.
«Pólux: Los primeros astros educaron a su gusto a los humanos de su respectiva región, inculcando en ellos diferentes conceptos que se convirtieron en los pilares de diversas sociedades que avanzaron a pasos agigantados gracias a otro de los favores que sus creadores les otorgaron: la afinidad con las líneas elementales de la vida. Con esto, los humanos podían controlar la tierra para levantar edificaciones con facilidad, el fuego para tener luz y calor en la penumbra, el agua para darle vida a sus cultivos, y el aire para alivianar sus cargas. Tenían en sus manos una gran herramienta que facilitó la creación de pequeños asentamientos que poco a poco se fueron convirtiendo en grandes ciudades, capaces de albergar a la creciente población.
Las grandes enseñanzas de los astros, sumados al crecimiento de sus pueblos, dieron lugar a que se establecieran diferentes pensamientos entre las regiones, que desde un inicio fueron independientes entre sí. Al observar esto, los creadores acordaron retirarse y delegar a una segunda generación de "grandes señores" para que lideraran y cuidaran el progreso de sus tierras. A este suceso se le conoció como La Desaparición de Primavera, y ocurrió mil años después de la creación de los hombres y mujeres primigenios.
De esta forma, los humanos empezaron su época de independencia y autocuidado, dándole inicio a la Primera Vida».
Nuevamente se hicieron visibles algunos signos de molestia, pero ahora no era solo en la expresión de Adam, sino que todos sus compañeros se veían igual. Las palabras de Pólux parecían escarbar en lo profundo de las mentes de los chicos, y a medida que la historia avanzaba, aquella sensación se hacía más fuerte.
«Pólux: Cada región, siguiendo sus enseñanzas particulares, encontró la forma de alcanzar la prosperidad. Diversos mercados se formaron y las relaciones comerciales hacia el exterior empezaron a florecer. Al mismo tiempo, los grandes señores desarrollaron las leyes y políticas propias de sus dominios, que luego usaron como carta de presentación para diversos negocios y acuerdos que se crearon entre algunas regiones.
Sin embargo, el perder el amparo de los astros dio paso a un gobierno de emociones humanas. Lentamente la oscuridad de sus corazones salía a flote, y la ambición daba sus primeros pasos en el mundo, trayendo consigo conflictos internos y externos. Algunos concluían con la caída de los gobernantes y la imposición de nuevos líderes, y otros se zanjaban en pequeñas batallas entre regiones vecinas, que solían finalizar con acuerdos que implicaban la cesión de terrenos de una región a otra, lo que distorsionó la igualdad que los primeros astros habían dejado en su mundo. A lo anterior se sumó el hecho de que las enseñanzas de los creadores se habían convertido en credos irrenunciables para algunas regiones, y la devoción a esto generó otro tipo de confrontaciones entre quienes profesaban ideales contrarios.
Habían pasado ya 800 años y casi 20 generaciones de "líderes" desde que los astros habían abandonado este lugar, pero siguieron observando el desarrollo de su adorado mundo, por lo que estaban al tanto de lo que sucedía. Desde la distancia notaron cómo aquellas grietas que se habían formado estaban resquebrajando lo que construyeron, así que acordaron regresar para evitar una catástrofe mayor».
Pólux detuvo su relato por un instante al ver la expresión de los chicos. Estiró su brazo y con suavidad tomó algo de la mesa. Un pequeño trozo de un postre que se asemejaba a un pastel fue llevado a su boca, mientras observaba cómo las miradas de sus invitados seguían sus movimientos con mucha atención.
«Pólux: ¿Desean algo? No han comido nada desde hace varios días, y estoy segura de que el tratamiento que les dimos no sacia el hambre. Coman un poco, y luego continuamos».
Ella tenía razón. Aunque el temor por lo sucedido la última vez que comieron algo en ese lugar aún estaba latente, el ruido de sus estómagos había delatado necesidad.
«Akane: Si, señora. Por favor».
El silencio fue irrumpido por la tímida voz de la chica de cabello negro. Aún se encontraba bastante débil y afectada por lo sucedido, pero se atrevió a dar el primer paso para generar confianza en sus compañeros, y así poder aceptar lo ofrecido por la imponente mujer.
«Pólux: Está bien» - dijo esbozando una dulce sonrisa - «Inca, hazte cargo».
«Inca: ¡Yey! Con gusto, señora P».
Se acercó a cada uno con una bandeja llena de todas las opciones que estaban servidas en la mesa. Los chicos tomaron algunas cosas y quedaron sorprendidos al ver cómo el olor encajaba perfectamente con el exquisito sabor de cada cosa que probaban. Habían dado el primer bocado con cautela, pero esta no duró mucho antes de que cayeran rendidos ante la jugosidad de la comida. Los demás presentes en el gran comedor solo observaban en silencio el festín que se daban sus invitados, sonriendo ante aquella escena carente de cualquiera de las reglas de etiqueta y modales, lo que reflejaba el voraz apetito que habitaba las entrañas de los cinco chicos.
Fue cuando terminaron de comer que notaron el bochornoso espectáculo que habían dado. Avergonzados, se disculparon ante sus anfitriones. Todos, exceptuando al General, se mostraron despreocupados por esto, mientras Inca se levantaba una vez más para ofrecerles una bebida rojiza, cuyo sabor se asemejaba a la flor de jamaica. Un corto e inesperado momento de esparcimiento le dio al grupo la tranquilidad necesaria para relajarse un poco.
«Pólux: Aún queda mucho por hablar, así que continuemos» - dijo antes de tomar un sorbo de la bebida que tenía en un pequeño pocillo dorado, atrayendo la atención de todos - «Como dije antes, ya habían pasado 800 años de esa Primera Vida, y al ver el caos que se estaba gestando, los creadores acordaron arribar una vez más a Tigarden. Su llegada llenó de alegría a los habitantes, quienes observaban con admiración a los seres de los que hablaban los libros y los relatos que a través de la historia se habían transmitido. Sin embargo, lo que sucedió luego tomó por sorpresa a todos.
No había pasado ni un solo día desde su regreso cuando ejecutaron a los señores de cada región, a sus colaboradores y a los familiares de todos estos, para luego asumir el control total de su creación. Edificaron su nuevo gobierno sobre el miedo, con el fin de evitar cualquier guerra innecesaria que pudiera destruir todo lo construido hasta ahora. Aunque pudiese sonar como un control tirano sobre su gente, realmente no intervenían en nada más que el cuidado básico de las regiones, pero era el terror que habían creado con sus actos lo que les permitía mantener todo bajo control. Y era este mismo terror el que había hecho que en los corazones de toda la humanidad se sembrara un sentimiento de rechazo hacia los astros. Desde los más jóvenes hasta los ancianos, todos sentían que habían perdido aquella libertad que por tanto tiempo disfrutaron.
A raíz de eso, inició un periodo de estancamiento conocido como la Era de Cristal. Se le llama así a los casi 150 años en los que la zozobra y la duda rondaban en silencio por todo el continente, mostrando que la frágil y tensa paz que se había instaurado se rompería con la leve brisa de la rebelión.
Los astros, conscientes del rechazo que generaban, trataban de conservar la mayor distancia posible, y adelantaban todas sus labores sin ejercer interferencia en cualquier asunto humano. Esta lejanía fue aprovechada por diversos grupos que se gestaron en todas las regiones, quienes en secreto se reunían preparando su insurrección. Bajo la dirección de un sabio conocido como Matusalén, entrenaron para crear técnicas a partir de la bendición que les había sido otorgada desde el inicio de su existencia. Fue así como tomaron lo que antes solo eran herramientas para manejar los elementos y forjar su civilización, y lo transformaron en un recurso que les permitiría derrocar por la fuerza a los seres creadores, o al menos ese era su objetivo.
La Era de Cristal finalizó en el año 1950, cuando un ejército conjunto conformado por guerreros de todo el continente decidió actuar. Los astros solían reunirse cada seis meses en un lugar conocido como la Sala de la Creación, una gran construcción que se alzaba en una extensa planicie en la región central del continente. Aquí discutían y acordaban las acciones que como líderes tomarían sobre sus tierras, entre otras cosas que la humanidad desconocía.
La Noche de las Moscas» - resaltó luego de un largo suspiro - «Creo que no pudieron elegir un mejor nombre, pues aquel evento solo sirvió para mostrar la abismal distancia que existe entre un humano y un dios. Esa noche, miles de hombres y mujeres aguardaban a la distancia, observando la imponente catedral, y escondidos en la oscuridad prepararon su primer ataque.
Utilizando sus habilidades, levantaron una inmensa roca que cubrieron con fuego, para luego lanzarla con el impulso de quienes dominaban la línea elemental del aire. Su gran tamaño y su abrumadora velocidad formaron una devastadora técnica, capaz de arrasar con todo a su paso. La explosión que causó retumbó en toda la región, levantando una gran nube de polvo que cubrió momentáneamente el cielo. Un impacto inevitable que habría sido capaz de destruir cualquier ciudad.
Luego de unos minutos, el aturdimiento había parado, y el ejército se preparó y emprendió su camino hacia la Sala. Entre cantos y festejos avanzaban con paso firme hasta que una fuerte ráfaga de aire despejó por completo el panorama, deshaciendo la nube de polvo y con ella también había desaparecido la dicha que invadía sus corazones.
Tras la cortina de humo podía verse cómo la Sala de la Creación yacía casi intacta. Solo tenía algunas grietas en la cúpula y en la fachada. En uno de los balcones se posaba la figura del astro Capricornus, cuya frondosa cabellera ámbar se ondeaba bajo la luz de la luna que brillaba en el despejado cielo, mientras desaparecía al ingresar de nuevo a la Sala.
Era el silencio quien ahora reclamaba como suyo ese lugar en el que antes celebraban los humanos, y se posó en el durante un momento hasta que la inmensa puerta dorada de la catedral se abrió lentamente para darle paso a todos los primeros astros. Era imposible distinguir si eran hombres o mujeres, pues sus rasgos bañados de divinidad habían abandonado cualquier detalle banal que los pudiera enfrascar en un concepto tan mundano.
La mayoría de integrantes del ejército cedieron ante el miedo y cayeron totalmente sumidos en la derrota. Sin embargo, de aquel mar de resignación se levantó el grito furioso de un hombre de avanzada edad. Matusalén, el sabio que había comandado la rebelión, el mismo que durante cien años había preparado a sus hombres para hacer de la naturaleza su arma, se puso de pie ante la mirada atónita de sus compañeros, y sin temor lanzó un ataque desafiante hacia los creadores. Una gran bola de fuego iluminó la llanura. El anciano albergó toda su energía en esas mortales llamas, en un último intento por darle a la humanidad la superioridad que creía merecer.
Sin embargo, las esperanzas que alimentaron su última ofensiva se desvanecieron frente al tenue soplido que salió de la boca de Capricornus. El brillo anaranjado que coloreaba la noche se esfumó en un parpadeo, y el suave olor de la hierba fue reemplazado súbitamente por un hedor ferroso que penetraba la nariz de Matusalén. Bajo la luz plateada que adornaba el cielo y la tierra, el sabio observaba la frívola mirada del astro que le hacía frente. No había humano capaz de soportar el terror que infundía aquel ser superior, pero ese hombre se sostenía de pie, apoyado por el instinto de defender al ejército que había seguido su lucha.
Sin explicación alguna, todos los astros regresaron al interior de la Sala de la Creación, dándole la espalda a quien con valentía los desafiaba. Matusalén cayó de rodillas al ver que desaparecían, sintiendo alivio por lograr sobrevivir y salvar a su gente... una tensa alegría que duró pocos segundos, pues el reflejo de la luna sobre el mar carmesí que lo rodeaba ahogó crudamente su ilusión. Los sollozos y esperanzas de miles de personas que lo acompañaban se habían esfumado sin que pudiera darse cuenta. La vívida llanura verde que los acogió mientras preparaban su ataque se había convertido en un estanque de sangre donde flotaban estáticos los restos de carne y vísceras de quienes antes eran sus compañeros de batalla. Capricornus castigó a Matusalén al dejarlo con vida, solo para que este se convirtiera en el emisario de su desdicha, y sirviera como ejemplo de lo que resultaría si se desafiaba a los dioses.
La Noche de las Moscas... llamada así para no olvidar lo inferiores que son los seres humanos, quienes cayeron como insectos ante los astros.
Podría creerse que los creadores eran seres crueles, pero no fue así. El acto de Capricornus fue reprochado por la gran mayoría, condenándolo como una muestra de soberbia y sevicia contra sus hijos. Esto llevó a que se diera una gran discusión que terminó con la decisión de devolverle a los humanos el control de su existencia. Los astros terminaron por aceptar que las guerras eran la expresión de la naturaleza humana, y que en su deseo de protegerlos lo que habían logrado era frenar el desarrollo de sus hijos y generar repudio hacia ellos como seres superiores, contrariando todo lo que habían deseado cuando crearon a los pobladores de Tigarden.
Con esto asumido, los primeros astros acordaron dar un último regalo a su preciada invención, por lo que forjaron trece objetos para que las regiones pudieran luchar en igualdad de condiciones. Estos fueron conocidos como las Reliquias de Kyklos, y contenían un fragmento del poder de los creadores. Sin embargo, no existía ningún humano capaz de usarlas y soportar tanto poder, así que crearon un grupo de nuevos humanos, dotados de la fuerza suficiente para tolerar la carga que imponían esos objetos sagrados.
Estos seres se convirtieron en los líderes de cada región, y con el tiempo aprendieron las costumbres y vivencias de los habitantes del lugar que les fue asignado. Cuando sus cuerpos fallecían, la energía de los astros se trasladaba al contenedor más apto, y su elección variaba dependiendo de lo designado en cada región. Esto marcó el inicio de la "Segunda Vida", que transcurrió desde el año 1950 y duró poco más de 1400 años en los que se dio un gran desarrollo social, político, cultural y militar. Aunque el sacrificio fue grande, Matusalén y su gente lograron su cometido, dándole a la humanidad una libertad cercana a la que soñaban.
Las rutas del progreso que cada región ha recorrido son muy diferentes, por lo que cada territorio se formó sobre sus propios modos e ideales. Con el tiempo, esto dio lugar a crear nuevas relaciones políticas y comerciales, así como diversos avances científicos, agrícolas, entre muchas otras cosas. Estos pasos agigantados también crearon amistades y conflictos al interior de las regiones, que ocasionalmente resultaban en cortas batallas que, aunque no solían tener mayor impacto en el continente, si reflejaban la inestabilidad del mundo. Y fue así como, tras pasar tanto tiempo en una relativa calma que poco a poco se fue desgastando, la guerra hizo su aparición por primera vez en Iakos».
«Al parecer los humanos son iguales sin importar el lugar que habiten» - pensó Adam. Seguía siendo una historia que para ellos era algo sacado de un cuento, pero en aquel lugar era la realidad de sus vidas, y no había más por hacer que seguir esforzándose por aceptarlo. Sin embargo, sus pensamientos se habían centrado en lo que ese relato causaba en su interior.
"Guerra"... No era una palabra desconocida para él, pero por alguna extraña razón, sentía cómo su estómago se revolvía, y un escalofrío atravesaba su cuerpo al escuchar esa última parte. Miró de reojo a sus compañeros y observó la misma tensión en ellos. También se dio cuenta de que Pólux parecía disfrutar verlos así. En ese instante recordó lo sucedido la primera vez que se encontraron con las máximas autoridades de Gémini. Aquel día sintió cómo esa mujer había accedido a su mente, respondiendo a una pregunta de la que él ni siquiera había pronunciado una letra. No pudo evitar que el nerviosismo inundara su pecho al saber que estaban vulnerables ante su macabro poder, pero sabía que debía atraer su atención para que abandonara la conciencia de sus compañeros. Respiró profundamente y se preparó para hablar, pero antes de poder emitir cualquier ruido, Pólux lo miró fijamente y luego aplaudió un par de veces para disolver la capa de silencio que cubría la sala.
«Pólux: Por cierto, esos brazaletes que tenían puestos son artilugios bastante... curiosos» - un abrupto cambio de tema que cayó sobre ellos como una lluvia de invierno. Los ojos de los chicos se abrieron llenos de sorpresa, temiendo por el estado de sus asistentes - «No se preocupen, solo los observamos un poco antes de guardarlos para ustedes mientras aún dormían. No le ha ocurrido nada malo a sus "compañeros"».
"¿Compañeros?" ¿Qué tanto pudieron hacer o imaginar al descubrir la existencia de aquellas inteligencias artificiales que acompañaban su cotidianidad? Para ellos no eran simples objetos, por lo que su preocupación era muy grande, y esto se sumaba al ya permanente miedo que los había acompañado desde su llegada a aquel desconocido mundo.
«Pólux: Creo que ya es momento de que pase» - le susurró a Muliphein, quien se levantó para abrir la entrada al comedor.
El sonido de las bisagras retumbaba en el pecho de los temerosos jóvenes, quienes solo podían observar fijamente hacia la gran puerta que daba acceso a ese lugar. Lentamente apareció una silueta sosteniendo una brillante bandeja plateada donde sobresalían los dispositivos que albergaban a sus IAAC. Tal vez esto les hubiese traído algo de alegría si no fuera porque esa persona que vestía una inmaculada túnica blanca hacía parte de sus últimos años vividos.
Su cabello era blanco como un témpano de hielo, y sus ojos oscuros y azules arrasaban todo como la más furiosa de las olas. Los chicos sintieron de inmediato el frío que ya conocido que solía rodear al gélido hombre, y sus corazones se aceleraron ante lo inexplicable de aquella escena. En ese mundo desconocido, un rostro familiar aparecía para llenarlos de más dudas y miedo. El ambiente ahora se sentía más turbulento, y los arrastraba como si fueran pequeños peces en una gran tormenta.
«???: Hola, niños. Me alegra verlos bien».
Aquella suave y frívola voz pertenecía a quien ellos conocían como el director del departamento de Investigación y Desarrollo de Binary - S.
«Sarah: K-Kay Larssen...»
...
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