VII. Luz de luna
«Cuando Binary-S expresó su interés por reclutarme y me hizo parte de su selecto grupo de investigadores, las directivas de mi universidad me apoyaron y vigilaron todo el proceso de vinculación. De inicio a fin, tuve esa mano que me ayudó a solucionar distintos problemas que surgían, que aunque fueran relativamente simples, no tenía realmente idea de como tratarlos. Uno de ellos fue el asunto de la mudanza y residencia en Kanna, la ciudad donde se ubicaba la sede en la que trabajaría, pues se encargaron de todos los trámites para rentar el sitio en el que viviría, logrando conseguir un apartamento cercano a la estación del tren que cubría la ruta más rápida para llegar al sector empresarial donde estaban las instalaciones de la corporación. Lo único que ordené el día que llegué fue el sitio en el que iba a dormir, dejando lo demás aún acomodado en las cajas y maletas que llevaba.
La primera noche ahí fue bastante extraña, pues sólo era un ser humano más entre un mar de personas a las que no conocía, así como tampoco sabía mucho de dónde estaba, recordándome que ahora enfrentaba una nueva soledad. Al estar en el décimo piso de ese modesto edificio, tenía frente a mi ventana un extenso paisaje de luces de muchos colores que mostraban lo viva que era la ciudad aún a altas horas de la noche, pero había una que destacaba por sobre todas las demás, y atravesaba el vidrio para iluminar con su resplandor plateado todo el lugar... «Gracias» dije en mi mente para luego dejar salir una suave sonrisa. Verla me recordaba a los complejos y dolorosos días que pasé en la clínica cuando era niño, o a las tediosas noches que viví aislado en mi cuarto de universidad, pues la oscuridad de esos momentos se veía irrumpida por la resplandeciente visita que solía aparecer para cobijarme con su brillo, haciéndome sentir acompañado mientras me susurraba al oído «nunca vas a estar solo», y así fue... Apareció en aquel vacío escenario ocupado con algunas cajas y miles de expectativas por el nuevo paso que daba para cumplir el objetivo que un par de años atrás me había planteado, sólo para recordarme que ella estaría ahí aún cuando nadie más lo hiciera...»
[...]
Los chicos se pusieron de pie para seguir a los niños. Para sorpresa de Adam, no sentía ninguna molestia y podía moverse con normalidad, confirmando lo increíble de la habilidad de Sarah.
Tras recorrer un pasillo, llegaron a unas escaleras que bajaban hacia el sector en que estaba el comedor. Desde arriba podían ver la larga mesa en la que los esperaban Pólux y Cástor. Los ojos oscuros del pálido hombre se iluminaron al ver aparecer a los cinco jóvenes, y en un parpadeo cruzó toda la sala y subió para quedar frente a ellos sin que ninguno de ellos pudiera notarlo.
«Cástor: ¡Maravilloso!» - dijo mientras inspeccionaba a Adam - «Es maravilloso lo que ha pasado...»
En un momento se detuvo para voltear a ver a Sarah, quien lo miraba con bastante temor y repulsión al ver lo que hacía con su compañero.
«Cástor: Y tú...tus hermosas manos, tu valiosa sangre» - repetía a la vez que acariciaba el cabello de Sarah - «No hay duda de que ustedes son l-»
«Pólux: ¡¡Suficiente!!» - gritó luego de dar un fuerte golpe en la mesa que sacudió a todos - «ya es... suficiente, hermanito».
«Cástor: Mil... mil disculpas. Adelante, pasen a la mesa».
Sin mayor alternativa, siguieron la indicación del extraño e indescifrable individuo. Entre toda esa tensión, los chicos no notaron el momento en que Wass y Sath se fueron, pero su presencia no haría ninguna diferencia. Al final seguían siendo cinco simples niños en contra de un poder abrumador, así que decidieron llevar las cosas de la manera más tranquila posible.
«Cástor: Queríamos... disculparnos por las molestias causadas por mi descuido. Por eso organizamos un gran banquete para ustedes». - dijo mientras hacía una seña con su mano derecha.
En ese momento, la puerta que estaba ubicada al fondo del salón se abrió para dar paso a seis personas que ingresaron sosteniendo grandes bandejas llenas de diversos platos que ubicaron sobre la mesa antes de regresar en silencio por el mismo lugar por el que entraron. No era posible saber si eran hombres o mujeres, pues sus rostros tenían rasgos neutros y carentes de expresión, además que su vestimenta eran largas batas blancas que no permitían detallar su figura.
«Pólux: Pueden tomar lo que deseen. Les aseguro que aunque no sea similar a lo que comen en sus casa, nada de lo que hay aquí afectará el correcto funcionamiento de sus cuerpos».
«Adam: ¿Nuestra casa?» - pensó - «¿Sabrá cómo podemos regresar?»
«Pólux: No lo sé». - irrumpió con una bella sonrisa dirigida a Adam, quien entendía lo que acababa de pasar.
Una fría gota de sudor recorrió su espalda, como señal del temor que le producía la capacidad que tenía aquella mujer para conocer lo que él pensaba. Sarah pudo notar la incomodidad que él sentía, y aunque no conocía la causa de esto, decidió mostrar cordialidad para evitar disgustar o alterar a sus anfitriones.
«Sarah: Vaya vaya, todo se ve delicioso».
Sus compañeros voltearon a verla asombrados por la naturalidad con la que ella había hablado y accedido a tomar la comida, pero no tardaron en ver cómo temblaban sus manos mientras sujetaba uno de los platos, haciéndoles entender que no estaba tan tranquila como aparentaba. Una vez más, la pequeña bruja rosa daba el primer paso, haciendo a un lado el miedo, solo por proteger y tranquilizar a sus amigos.
«Pólux: No deben tener miedo. Entiendo que lo vivido hace unas horas fue bastante... crudo, podría decirse». - dijo al ver la reacción de todos. De inmediato se puso de pie y tomó una jarra que estaba frente a ella, para acercarse a ellos y servirles una desconocida bebida - «Esas mujeres que atacaron por sorpresa sólo eran enviadas por un viejo conocido de una región vecina, que al parecer aún no supera algunos problemas del pasado. Lamento mucho que se hayan visto involucrados en algo en lo que no tienen nada que ver, pero es deber nuestro no dejar que aquellas sucias manos alcancen a nuestros valiosos visitantes».
Dejando más misterios en el aire con sus palabras, terminó de servir las bebidas y regresó a su asiento.
«Pólux: Beban con confianza, por favor. Es preparado con algunas de las mejores hojas del Jardín de Carpo. Cualquier pregunta que tengan será resuelta al terminar la cena. Mientras tanto pueden compartirnos sus nombres, para así poder establecer una relación más cordial y amena».
Luego de una breve presentación, empezaron a degustar la comida en silencio y con la mayor calma posible. Al terminar, todos coincidieron con el buen sabor de lo que habían probado, y agradecieron por la atención que hasta ahora habían recibido. En ese momento, las personas que momentos antes habían servido toda la mesa ingresaron para recoger y limpiar, y en cuestión de segundos la despejaron, dejándola reluciente, como si no hubiese sido usada en ningún momento.
Los chicos se quedaron en silencio de nuevo, antes de reunir valor para iniciar la conversación que sus dudas añoraban.
«Andy: Esto... señor Cástor, señora Pólux, estamos realmente agradecidos por la comida y todo lo que nos han brindado hasta el momento» - inició algo titubeante - «Pero, sin ninguna intención de ser imprudente, quisiera saber a qué se debe la cortesía y cuidado con un grupo de desconocidos, teniendo en cuenta que al inicio sus dos pequeños niños no nos recibieron de la mejor manera...» - Una pregunta directa bajo una voz suave. Andy era capaz de estructurar la frase y usar las palabras indicadas para generar en quien la escuchara una agradable comodidad, lo que le permitía obtener la mayor cantidad de información posible sobre lo que deseaba saber.
Los dos hermanos se miraron por un momento antes de responder. Parecía como si a través de sus ojos tuvieran una rápida pero profunda discusión acerca de lo que iban a decir.
«Cástor: Joven Andy Swan... los hemos esperado durante mucho tiempo». - ambos se levantaron de la mesa y empezaron a caminar hacia las escaleras - «Subiremos a la azotea para poder explicarles mejor».
Los demás también se pusieron de pie y siguieron en silencio la ruta que establecieron aquellas dos misteriosas personas. Ascendieron durante varios minutos hasta llegar al último piso de la gran casa y alcanzar una puerta que daba con una extensa terraza, cobijada por la brillante luz de una inmensa luna, custodiada por incontables estrellas que adornaban el infinito y oscuro sendero de la noche. Los dos hermanos avanzaron, mientras los chicos se quedaron junto a dicha entrada.
«Cástor: Majestuosa, ¿no es así?» - dijo mirando al cielo.
Los demás observaron como la luna se veía gigante en comparación a la que ellos estaban acostumbrados a ver.
«Cástor: La historia cuenta que esta luna se posaría en el cielo para anunciar la llegada de...» - Los dos hermanos se voltearon a ver durante un momento, del mismo modo en que lo hicieron antes de responder a la pregunta de Andy cuando estaban en el comedor. Luego de un instante, Cástor cortó el contacto visual y miró de nuevo hacia el cielo - «La leyenda dice que, días antes de la llegada de la Mano del Sol y durante todo el tiempo que esté presente, se podrá ver en el cielo la gran Luna de Plata, como señal para que todo el mundo lo sepa».
«Andy: ¿La Mano del Sol?»
«Pólux: Así es, Joven Andy». - respondió mientras se giraba para no seguir dándoles la espalda - «Otra de las creaciones de los Primeros Astros».
«Adam: De nuevo los Primeros Astros... esas palabras ya las habían mencionado antes» - pensó.
«Pólux: Si, los mismos que Cástor mencionó hace unas horas». - dijo sonriéndole a Adam, sólo por divertirse y atemorizarlo al recordarle que su mente era un lugar vulnerable - «Ellos fueron los creadores de lo que hoy se conoce como Regiones, y dejaron en cada una de ellas una Reliquia de Kyklos con el único fin de conservar el equilibrio de poder entre todos, como ya lo había dicho mi hermano. Por otro lado, la Mano del Sol es un regalo extra que dejaron como bonificación para...» - sin previo avisó se quedó en silencio y empezó a respirar fuerte, tratando de olfatear algo en especial - «Parece que tenemos más visitas indeseadas».
Pólux llevó su mano izquierda a su espalda y sujetó el mango dorado de la espada que siempre cargaba. Al mismo tiempo Cástor se giró preparado para enfrentar la inesperada amenaza, mientras que los chicos sólo se quedaron inmóviles al sentir la tensión y el peligro en el aire.
«???: No era mi intención alertarlos». - se escuchó una voz proveniente de la puerta de acceso al lugar, la cual había quedado abierta. En ese momento una sombra se empezó a asomar, y de a poco se fue haciendo visible un hombre cubierto por una túnica azul, apoyado en su distintivo báculo adornado con una brillante gema roja incrustada - «Sólo vengo con nuevas noticias, pero no quería interrumpir en su relato, mi señora, así que me oculté esperando a que terminara».
«Pólux: No es necesario actuar de forma tan sospechosa, Alzir».- respondió bajando la guardia y acercándose a la puerta.
«Alzir: Ruego me disculpen, mis señores» - replicó inclinándose levemente como señal de respeto - «Pero sólo venía a informar que la sacerdotisa acaba de llegar».
La expresión de sorpresa de Cástor y Pólux llamó la atención de los demás. Los hermanos se miraron de nuevo, y tras otras de esas curiosas conversaciones visuales sostenidas, emprendieron su camino hacia las escaleras.
«Cástor: Atiende a nuestros huéspedes y llévalos a sus habitaciones para que se preparen» - le dijo a Alzir.
Pasaron junto a ellos dejando su distintivo y dulce aroma, atrayendo toda la atención mientras los veían desaparecer en la oscuridad del camino. Aún era difícil para ellos entender que tras esa belleza y clase se encontraban un par de bestias dotadas de extrema fuerza y poder.
«Alzir: ¡Ejem!» - se aclaró la voz para atraerlos de nuevo - «Les indicaré los cuartos que van a usar».
Llenos de nuevas incógnitas y con más preguntas que respuestas obtenidas, siguieron el camino por el que el misterioso anciano los guiaba.
«Isaac: ¿A qué se habrán referido con eso de la Mano del Sol?» - le preguntó a sus compañeros.
Entre todos empezaron a hablar en voz baja y suponer cosas basándose en la poca información que tenían, haciendo que su discusión no fuera nada productiva.
«Akane: Puede que el término sólo sea para referenciarnos como forasteros inesperados».
«Isaac: Pero dijeron que nos habían estado esperando por mucho tiempo... ¿y si somos los héroes enviados a salvar este mundo?»
Acababan de escuchar aquél término y todas sus conclusiones carecían de precisión y sentido - aunque hasta ahora todo en ese lugar no tenía ninguna lógica para ellos. Compartían entre suaves risas sus ideas, buscando hacer más llevadero el momento y darle un poco de calma al grupo.
«Andy: Tal vez seamos los villanos que vienen a destruir este lugar».
«Sarah: Aunque seríamos los malos más débiles y fáciles de derrotar *fiu fiu*».
Sin que nadie lo esperara, Alzir frenó su camino de golpe, sorprendiendo a los demás que también se detuvieron al instante. Aquella acción había llenado de tensión el momento, lo que rompió cruelmente la animada conversación que los chicos llevaban.
«Alzir: Les sugieron no exponer esos pensamientos delante de los señores o de cualquier otra persona de la casa» - dijo con un tono parco que combinaba perfectamente con su helada expresión - «Recuerden que la imprudencia no es bien vista aquí».
«Imprudencia»... la palabra que en ese lugar significaba el mayor de los peligros, y ellos lo habían vivido en carne propia desde su llegada. Aún notando el temor en el rostro de los chicos, Alzir les dio la espalda y continuó bajando por las escaleras, haciendo una señal con su mano para que lo siguieran. Por temor a alguna represalia, ellos lo siguieron sin dejar salir ninguna palabra.
«Alzir: La Mano del Sol es el comodín que recibe de manera aleatoria una Región, y pueden usarlo con el fin que deseen. No implica en realidad un desnivel de poder o una ventaja que pueda romper el equilibrio que se ha establecido en el mundo, pero si puede servir como elemento sorpresa para obtener el resultado más favorable en alguna situación que lo requiera».
El anciano se detuvo al llegar a la puerta del tercer nivel. Al pasarla llegaron a un largo pasillo blanco adornado con una brillante y suave alfombra dorada que combinaba con los imponentes candelabros que se veían a lo largo del techo. A cada lado del pasillo habían diez puertas, y cada una estaba marcada con un número romano, los cuales iniciaban en el I con la primera puerta de la derecha y finalizaban con el XX de la última de la izquierda. Avanzaron por el lugar y Alzir se detuvo a mitad del corredor, para señalarles que las habitaciones que les correspondían iban de la X a la XIV.
«Alzir: Las mujeres usaran las primeras tres y los hombres las dos que siguen» - les dijo mientras iba abriendo cada una de las cinco puertas indicadas - «Al interior encontrarán algo de ropa, un lugar para descansar y un espacio para asearse. A medianoche pasaré por ustedes, así que les recomiendo estar listos a tiempo».
Dentro de cada cuarto se podía encontrar una amplia y cómoda cama, y junto a ella un pequeño mueble similar a una mesa de noche, sobre la que habían algunas prendas de vestir de color blanco, dobladas y preparadas para ellos.
«Alzir: Vendré a medianoche, no lo olviden». - dijo antes de irse.
[...]
Los chicos ya habían notado que el tiempo en ese lugar corría y se medía de la misma forma en la que ellos lo hacían, por lo que podían controlar esa información con los relojes que tenían en los brazaletes de las IAAC, así que estar listos antes de la hora indicada no fue ningún inconveniente.
Minutos antes de la medianoche, se reunieron en la habitación XI que había ocupado Sarah. Todos habían dejado atrás sus rotas batas de laboratorio y su ropa sucia, y ahora vestían pantalones y camisas blancas hechos casi a su medida. Las prendas tenían el símbolo de Gémini en todos los botones dorados que servían para sujetarlas.
«Sarah: Ya han dejado muy claro que debemos ser cuidadosos con cada cosa que se haga».
«Adam: Y se piense» - irrumpió.
«Isaac: Cómo que... ¿qué quieres decir con eso, Silver?» - preguntó expresando la confusión que su comentario había generado en todos, añadiendo a su tono el enojo que empezaba a surgir en el - «Este no es momento para una de tus bromitas».
«Akane: Cálmate, pequeño. Deja de reaccionar así o terminarás corriendo peligro de nuevo» - le dijo sonriendo mientras le empezaba a acariciar suavemente el cabello para tranquilizarlo, lo cuál siempre funcionaba - «Ahora, explica a qué te refieres, Silver».
Adam se quedó en silencio unos momentos, arrepentido por poner nerviosos a sus compañeros, pero entendió que era necesario que ellos lo supieran, para así poder estar al tanto de todo y que no fueran sorprendidos.
«Adam: Pólux ha respondido en tres ocasiones a preguntas que sólo he formulado en mi mente. Sin que yo haya dicho alguna palabra, ella me ha mirado y ha dejado salir tranquilamente solución a mis dudas» - respondió con algo de pena por no haberlo mencionado antes.
«Sarah: Vaya vaya, estamos llenos de problemas y desventajas... pero por ahora sólo podemos seguirles el hilo en todo y actuar con la mayor cautela posible» - dijo luego de pensar en lo que acababa de escuchar por un momento - «Así que nada de impulsividad, ¿entendido Doctor Priddy?»
«Isaac: Si, directora» - replicó disgustado mientras se dirigía a la puerta para huir de la discusión, pero al abrirla se encontró con un rostro arrugado por la edad, lo que lo sorprendió dejándolo inmóvil.
«Alzir: Joven Isaac, me alegra verlo tan animado... ¿Sucedió algo interesante?» - lo saludó con una sonrisa para luego ignorarlo y dirigir su mirada hacia las personas que estaban tras él - «Ya es hora. Debo llevarlos a la azotea de nuevo. Allá aguardan por ustedes».
Todos salieron y avanzaron tras los pasos del viejo hombre. Tras recorrer la misma ruta llena de escaleras y silencio, estaban de nuevo en aquella azotea que habían visitado antes, aunque todo se sentía diferente esta vez. Al cruzar la entrada se encontraron con una nube de pequeñas mariposas blancas que brillaban con la luz de la gran luna. Alzir chocó su báculo contra el piso, haciendo que el bello espectáculo terminara de inmediato, dispersando a los insectos que emprendieron vuelo hacia atrás, rodeando a quien estaba junto a Pólux y Cástor en el centro del lugar, en el cuál había una bella fuente de piedra que no estaba la primera vez que habían ido.
«Alzir: Avancen, los están esperando» - le ordenó a los jóvenes, quienes siguieron su indicación.
«Cástor: Bienvenidos de nuevo, hijos del sol. Quiero que conozcan a Alhena, la sacerdotisa de más alto rango en nuestra Región» - dijo mientras señalaba a la persona desconocida que estaba junto a ellos.
Aquella mujer tenía una ancha capa verde que la cubría completamente, por lo que no era posible observar su rostro. Se inclinó sutilmente ante ellos, quienes respondieron su gesto imitando su acción de cortesía.
«Pólux: Entonces, ya es el momento» - irrumpió - «Alhena, puedes empezar».
«Alhena: Si, mi señora».
Con un suave movimiento de sus manos, la reservada sacerdotisa sacó una pequeña caja llena de piedras rojas que regó sobre la base de la pileta, para luego tomar una brillante bolsa de tela dorada que traía bajo su capa, en la cual llevaba una gran bola de cristal.
«Alhena: Explora por nosotros el misterio, revela ante nosotros tu verdad» - recitó con voz firme mientras posaba aquella esfera sobre las rocas que había puesto antes en la fuente.
«Adam: Esas joyas son iguales a la del báculo de Alzir... tienen los mismos colores y manchas que el NX3» - pensó - «pero... esa bola de cristal es igual... se ve exactamente igual al núcleo del brazalete de las IAAC».
De repente una intensa luz alumbró el lugar durante unos segundos, lo que cegó a los chicos durante ese momento. El viento sopló fuerte por un segundo, y luego se calmó para dar paso a un extraño aire frío.
«Pólux: Nos honra inmensamente su presencia, señora» - anunció mientras se inclinaba sobre su rodilla derecha. Cástor y Alhena hicieron lo mismo, confundiendo a los demás quienes empezaban de a poco a ver lo que estaba pasando.
«???: Ah, sólo son los gemelos y su pequeña curandera» - respondió con desgano una bella voz femenina.
Ante la atónita mirada del grupo, se presentaba una mujer de piel tan blanca como la nieve. Tenía el cabello liso el cual se extendía hasta el final de su espalda, y estaba dividido al medio. La mitad derecha era tan negra como el cielo nocturno y la otra mitad tan plateada como la luna que lo adornaba en ese instante. Sus ojos también compartían esos colores, combinando a la perfección para crear una imagen tan hermosa que inspiraba a morir sólo por verla. Su esbelto cuerpo, que flotaba sobre la fuente antes mencionada, no portaba ninguna prenda de vestir, pero estaba rodeado por dos largas tiras de tela blanca y negra que se movían con violencia en torno a ella, cubriéndola de las miradas curiosas.
«Alzir: Ella es Bellatrix, el oráculo de Gémini» - le susurró a los chicos que observaban sin entender lo que estaba pasando - «Es la portadora de todo recuerdo y verdad».
Las palabras de Alzir alcanzaron los agudos oídos de la majestuosa mujer, quien se giró de inmediato para ver quienes estaban hablando a su espalda.
«Bellatrix: ¿Hmm? Ah, es el viejo mago» - dijo al ver a Alzir, pero su expresión cambió por completo al ver a esas cinco personas desconocidas. Suavemente descendió hacia ellos y empezó a rodearlos para observarlos con detalle.
«Bellatrix: ¿Ellos son?».
«Cástor: Eso es lo que queremos que usted nos diga».
«Bellatrix: Hmm... ya veo».
Las cintas que giraban a su alrededor golpearon con fuerza el piso, haciendo que su cuerpo se levantara y flotara sobre ellos. El sonido que emitió ese movimiento los dejó aturdidos por un minuto, lo que impidió que reaccionaran a lo que sucedía. Empezaron a notar que la brisa se hacía cada vez más fría, y en un instante las telas de Bellatrix se extendieron hasta cercarlos por completo, dejándolos al interior de un gran vórtice que se asemejaba a una fuerte tormenta de nieve.
«Bellatrix: Tenemos tanto de qué hablar, niños. Espero que puedan llegar bien...» - se escuchó su parca voz entremezclada con la ruidosa ventisca que los encerraba entre la confusión y el miedo.
El gélido aire congeló sus cuerpos, y Adam pudo ver cómo sus compañeros sucumbían ante esto. Trataba de resistirse pero no pudo evitar ser vencido por el frío que empezaba a arrastrarlo hacia la inconsciencia. La belleza de la noche había sido reemplazada por la oscuridad, y en su interior logró escuchar una voz familiar que había estado ausente hasta el momento.
«???: Te extrañé, Adam».
...