martes, 16 de junio de 2020

El secreto de la bruja rosa

VI. El secreto de la bruja rosa



«El ser humano es por excelencia una especie comunicativa, que por necesidad establece diversas relaciones a través del lenguaje, con el fin de evitar el terminar aislados. Aún así, hay cosas que es mejor guardarse, secretos que no deben revelarse... o eso solía pensar luego de entender bien lo que me sucedía.

El ver manchas de colores en los objetos empezó a hacerse más recurrente, pero nunca tuve con quién hablar sobre eso porque creía que estaba realmente mal y que terminaría recluido en un  hospital como cuando era niño. Con el tiempo logré acostumbrarme a eso, lo que ayudó en gran medida a pasar varios días sin ningún inconveniente, hasta que llegué a la universidad y entendí del todo qué era lo que me estaba pasando. 

Durante las prácticas de laboratorio pude notar que varios de los elementos que usábamos en los experimentos tenían el mismo color que algunas manchas que solía ver en otras cosas. «Parece que veo de qué está hecho un objeto» pensé. Una conclusión bastante apresurada, o eso pensaría cualquier persona, pero yo me la empecé a tomar en serio impulsado por la ficción que para esa época llenaba mi cabeza, producto de las películas y series que solía ver en mi tiempo libre, que era bastante por el hecho de no tener amigos.

Hasta aquí no había nada raro, de no ser porque en esa misma semana, influenciado por ese aire de "superhéroe" empecé a experimentar con mi nueva habilidad... Si, la misma que me atemorizó por años pasaba a convertirse en mi nuevo juguete favorito.

Descubrí que para activarla sólo debía pensar en querer saber "de qué estaba hecho" el objeto que quería, y no era necesario tenerlo cerca para poder ver su composición. Sin embargo, sólo era posible utilizar esto sobre una sola cosa al tiempo. El verdadero problema surgió un día que estaba en mi cuarto esperando a que llegara la comida que había pedido. Quedé tan fascinado con el color plateado que brillaba en el montón de sal que se me acababa de regar sobre el comedor, que me enfoqué por completo en esto y pasé a ignorar el resto de mi entorno. Cuando reaccioné, una nube de pequeñas rocas del mismo color plata flotaban frente a mi, lo que me asustó e hizo que perdiera el control de algo que no sabía cómo estaba haciendo. En ese momento, dos de esas piedras cayeron dentro del vaso de cristal en el que tenía un poco de agua, causando una pequeña explosión que quebró aquel recipiente. Aquellos fragmentos plateados eran el sodio extraído en su totalidad de la sal, que tuvo una reacción volátil típica de los metales alcalinos al entrar en contacto con el líquido antes mencionado.

El destello que iluminó por un momento la habitación me trajo de regreso a la realidad, haciéndome entender que no era ningún superpoder ni mucho menos un juego. Me prometí entre el temor y la duda que no usaría esa "habilidad" por diversión, pero continué con las pruebas para aprender lo que más pudiera sobre eso.

Para cuando acabé mis estudios y llegué a Binary-S había logrado observar y memorizar los componentes que cada color representaba, y también había aprendido a controlar la activación de aquel atributo ocular, lo que hacía que no tuviera que estar viendo los colores de las cosas en momentos en que no lo deseaba. 

En ocasiones me sentía algo agobiado por el concepto de amistad. Desde que Ethan y Marianne se fueron, no había tenido la chance de llamar "amigo" a otra persona, pero sólo bastaron un par de meses para que los cinco miembros del equipo científico del Proyecto Eternal creáramos un lazo bastante fuerte para considerarnos algo más que simples compañeros de trabajo. Tal vez porque pasábamos mucho tiempo juntos, o no sé, pero los aprecio y los considero... mis amigos. Es por eso que llegué a pensar que lo que hacía no coincidía con ese pensamiento, porque les estaba ocultando algo realmente importante.

«No es necesario ser un libro que le muestra la totalidad de sus hojas a los demás» - dijo Isaac cuando les hablé sobre ese confuso sentimiento en una de las primeras salidas a comer que tuvimos luego de salir del laboratorio - «La gente tiene cosas que no quiere que nadie más sepa, y eso es normal». Aunque todos asentían a lo que él decía, el tema había generado algo de incomodidad en Sarah, o eso parecía.

Al final de esa noche, ella me acercó a la estación de tren. Se detuvo en la calle del frente, y mientras me bajaba de su auto ella recitó algo que hasta el día de hoy retumba en mi mente: «Tal vez algún día te revele el secreto de mis mayores penas. Ese que le arrebata piezas a la muerte, ese que corre por mis venas». Bajó su cabeza hasta apoyarla suavemente contra el volante que aún sujetaba con ambas manos. Su cabello cubrió una parte de su rostro, pero no ocultó la lágrima que bajaba por su mejilla derecha.»

[...]

«Sarah: Sil-qué hiciste Adam» - repetía mientras trataba de limpiar al rededor de la herida con un pedazo de tela de su bata de laboratorio que acababa de arrancar.

La desesperación era la dueña de ese momento. Adam yacía en el suelo con una herida que ni en la peor de sus pesadillas hubiera podido imaginar, mientras sus compañeros observaban en silencio con asombro y terror. Sólo Sarah podía moverse para intentar hacer algo, aunque el panorama no era para nada alentador.

«Adam: Sólo fu-» - la sangre que se acumulaba en su garganta no lo dejaba hablar con claridad.

«Cástor: Nopuedesernopuedesernopuedeser» - repetía inmóvil al ver lo que sucedía. Sentía que su pecho se quemaba y su expresión no concordaba en nada con la estilizada y fina imagen que reveló en un inicio.

«Pólux: ¡Alzir! la sacerdotiza, tráela ya» - dijo al ver que su hermano empezaba a sucumbir ante la ansiedad y la locura.

«Alzir: Mi señora, ella está fuera de la ciudad». - respondió con temor.

«Pólux: ¡Debemos llevarlo hasta allá, de prisa!» - dijo mientras se acercaba al malherido Adam con la intención de cargarlo.

Sin pensarlo, Sarah se interpuso en el camino de la bella mujer. Sus ojos inundados por las lágrimas le arrojaron a Pólux una desafiante y afilada mirada.

«Sarah: Nadie lo va a tocar.» - replicó.

Aquellas palabras retumbaron por toda la sala, sorprendiendo a todos los que estaban ahí. Sus miradas se encontraron por un momento, y Pólux se detuvo al notar que tras esa fuerte reacción se escondía algo más.

«Pólux: Ya veo...»

De inmediato, Sarah regresó donde estaba su compañero y se arrodilló junto a él para acariciar su cabello.

«Sarah: Tal vez algún día te revele el secreto de mis mayores penas...» - susurró mientras bajaba sus manos lentamente hacia el cuchillo que hería a Adam.

«Cástor: ¡¡Qu-QUÉ EST-» - trató de gritarle al notar lo que ella estaba haciendo, al tiempo que avanzaba para detenerla, pero antes de que diera un paso más, Pólux se acercó a él y lo detuvo.

«Pólux: Sólo observa, hermano.»

Sarah sujetó con firmeza el mango del kukri que sobresalía en el pecho de Adam y con un brusco movimiento lo extrajo. El sonido de la carne y los huesos siendo sacudidos armonizaba una aterradora escena. Él, aún consciente, podía ver cómo sus entrañas afloraban por la gran herida que ahora se abría más.

Con su último esfuerzo miró a su compañera sin entender lo que acababa de suceder, pero se encontró con una expresión serena en el rostro de Sarah, que contrastaba con las lágrimas que caían sin control por sus pálidas mejillas. Ella le devolvió una dulce sonrisa, para luego tomar con su mano derecha la afilada cuchilla y dirigirla hacia ella.

«Sarah: Perdón...»

[...]

De golpe Adam abrió sus ojos. Estaba acostado en la cama de un lugar desconocido, cubierto con una suave manta del mismo color blanco que cubrían las paredes y el techo. Un fuerte escalofrío recorrió su cuerpo mientras trataba de recobrar el sentido. «¿Qué pasó?» pensó antes de recordar la secuencia de violencia que había dejado una gran pieza de metal incrustada en su cuerpo. De inmediato levantó la sábana para revisar su torso, pero no había rastro de ninguna herida.

«???: Despertaste, al fin.» - se escuchó a un lado de su cama.

Adam giró su cabeza hacia el lugar de donde provenía aquella voz, para encontrarse a Andy recostada en un sofá. «Qué sucedió? - le preguntó.

Andy se sentó, organizó el cuello de su camisa y desarrugó el frente de su falda.

«Andy: Hemos estado aquí, esperando durante las últimas tres horas a que reaccionaras. Hace un momento vino el señor Alzir para hablar con Sarah y Akane salió junto a ella, mientras que Isaac sólo fue a tomar aire.» - respondió al tiempo que ordenaba su rubio y brillante cabello.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación y entraron los tres chicos que acababan de mencionar, cortando la conversación que se estaba llevando.

«Akane: ¡Silver!» - dijo alegremente - «¿Cómo te sientes?»

«Adam: Estoy...» - se detuvo al notar que estaba realmente bien, como si sólo acabara de despertar en lugar de haberse desmayado por el dolor de tener el cuerpo cortado por la mitad.

«Isaac: Estábamos muy preocupados» - dijo mientras se sentaba a su lado - «Qué bueno es verte bien, Silver».

Adam vio que Sarah se había quedado junto a la puerta. En ese momento recordó lo que ella había hecho antes de que quedara inconsciente y la preocupación lo invadió.

«Adam: Oye, Spri-»

«Sarah: Me alegro de saber que estás bien». - irrumpió sin mirarlo mientras cerraba la puerta.

Andy notó cómo la vergüenza y el temor se habían apoderado de Sarah, por lo que se puso de pie y fue hasta donde ella estaba.

«Andy: Vamos, directora». - dijo mientras tomaba su mano y la halaba con ella hacia donde estaban los demás - «Creo que debemos hablar».

Todos se ubicaron al rededor de la cama en la que Adam estaba y se sentaron en ella formando un pequeño círculo.

«Akane: Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos reunimos así».

«Andy: Los últimos dos meses fueron bastante intensos. Era el final del proyecto y el inicio de nuestro éxito». - dijo antes de dejar salir una gran sonrisa.

Entre risas compartieron comentarios y recuerdos de lo que había sido para ellos todo ese tiempo que llevaban trabajando juntos. Habían sido varios años de esfuerzo, felicidad y frustración que estaban llegando a su fin, o eso habían pensado.

«Akane: Pero ahora... estamos metidos en algo que no tiene sentido». - irrumpió.

El ambiente alegre que hasta hace unos segundos cubría el lugar empezó a ser reemplazado por una pesada tensión, y las sonrisas desaparecieron para dejar rostros serios y llenos de duda.

«Isaac: Yo...» - se detuvo un momento agobiado por el miedo - «Yo morí... pude sentir cómo mi cuerpo se deshizo al chocar contra el techo de ese salón, y un segundo después estaba ahí de nuevo, de pie, como si nada hubiera pasado».

Akane tomó su mano al ver cómo el temor se reflejaba en su cara. El recuerdo de lo sucedido era reciente y el terror aún se posaba en el interior de todos. Isaac le sonrió de regreso y tomó aire para continuar.

«Isaac: Luego está lo de esas mujeres que fueron prácticamente destruidas por esa mujer y su hermano... Sólo somos unos chicos débiles, que no tienen ninguna oportunidad frente al absurdo poder de la gente de este lugar. ¿Qué es este lugar?... Como sea, de no ser por Sarah hubiéramos perdido a Silver, y por el momento eso es lo importante, que estamos todos juntos».

Las últimas palabras de lo que acababa de escuchar hicieron eco en la cabeza de Adam. En ese momento levantó su mirada y la apuntó hacia Sarah, quien estaba agachada, tratando de ocultar la pena que sentía.

«Adam: ¿Gracias a Sarah?» - preguntó confundido, al recordar las lágrimas, la sonrisa y la mano de Sarah llevando el kukri a su cuerpo - «Tú... ¿De verdad estás bien?» - dijo con angustia.

Sarah se escondía aún más, cubriendo toda su cara con su cabello.

«Andy: Directora» - la llamó mientras le recogía el cabello para dejar su rostro a la vista - «Es momento de que hables sobre lo que pasó y sobre lo que hiciste. Creo que todos debemos saberlo con claridad».

«Sarah: ¡Mmmmaaaah! Está bien». - respondió con un pequeño berrinche - «Primero... perdón, Silver. La presión del momento hizo que no fuera nada delicada al retirar el cuchillo. De verdad, lo siento» - dijo agachando la cabeza - «Pero tenía que hacerlo».

Desde ese momento, su mirada nerviosa y su tono de voz infantil desaparecieron, dando paso a una actitud fría que en unos segundos cubrió todo el lugar.

«Sarah: Luego de eso, usé el kukri para hacer un corte en mi brazo, lo suficientemente profundo para que saliera una gran cantidad de sangre y así dejar que se mezclara con la tuya en tu herida, para poder iniciar un proceso de reconstrucción».

Ninguno de sus compañeros podía entender lo que acababa de decir. ¿Que su sangre se mezclara con la de Adam? ¿Un proceso de reconstrucción? Si bien es cierto que los demás habían visto algo extraordinario mientras Sarah curaba la herida de Silver, hasta el momento nadie se explicaba eso y tampoco habían preguntado nada al respecto.

«Isaac: Eso suena GENIAL». - dijo sonriendo.

«Akane: Silencio, pequeño». - replicó antes de cubrir la boca de Isaac con su mano - «Deja de ser imp-».

«Sarah: Puedo...controlar la sangre».

Sus palabras hicieron eco en el profundo silencio que se acababa de posar en esa habitación. Ella dejó salir un gran suspiro, ordenó su cabello y continuó.

«Sarah: Desde que era niña he vivido bajo el cuidado de tutores, ya que mi familia nunca ha estado conmigo. Cuando tenía casi trece años y estaba a punto de ingresar a la universidad estuve viviendo con una familia que no tenía hijos pero si algunos perros, entre ellos un labrador llamado Sam, que solía estar siempre junto a mi. Un día, en uno de los paseos que solíamos dar, otro perro se escapó del garaje en el que estaba encerrado y se lanzó a atacarme. Aunque traté de evitarlo, su mordida logró alcanzar mi pierna, dejando una herida que sangraba mucho aunque no era nada peligroso. En ese momento Sam se lanzó a defenderme pero perdió en el enfrentamiento y aunque logró ahuyentar al otro animal, salió de ahí con una grave mordida en su cuello. No sabía qué hacer, así que sólo gritaba pidiendo ayuda mientras me sentaba y ponía su cabeza sobre mis piernas. 

Momentos después, empecé a sentir un raro hormigueo en la zona en la que aquel perro me había lastimado, y al mismo tiempo un fuerte dolor apareció en mi cuello, en el mismo lugar en que Sam tenía esa grave herida. Un par de minutos más tarde llegó alguien que lo llevó al veterinario y a mi al hospital. Afortunadamente logró sobrevivir, y aunque no volví a saber de él luego de abandonar esa casa para mudarme a los dormitorios de la universidad, su recuerdo quedó grabado en mi, pues en ese instante pude sentir y vivir el dolor y sufrimiento que sintió Sam durante aquel violento encuentro.

Mientras estaba en mis estudios de medicina, busqué en diferentes libros algo que pudiera explicar lo que viví en ese entonces, pero nada me daba algo que me ayudara a entender. Luego le hablé a uno de mis profesores sobre lo que había pasado, y aunque no conocía ningún caso similar o algún término o diagnóstico que coincidiera con lo que le dije, mencionó que en ocasiones los vínculos emocionales o lazos de sangre pueden hacer que compartamos los sentimientos o sensaciones de alguien más, pero que al final todo esto era algo psicológico.

Aunque para ese punto sonaba como si no tuviera alguna relación, el término "lazos de sangre" se había instalado en mi cabeza, haciéndome recordar cada detalle de lo vivido ese día. Aferrándome a esto, decidí experimentar con un pequeño ratón que capturé. Le hice un profundo corte en el cuello y luego pasé la cuchilla por mi antebrazo, para dejar que mi sangre y la del pequeño animal entraran en contacto. Sin explicación alguna, mi cuerpo se llenó de miedo y el dolor que sentía era insoportable. Estaba sintiendo lo mismo que sentía el roedor que acababa de herir, lo que me hizo entender lo cruel de todo lo que estaba haciendo. Corrí a buscar el botiquín que tenía en mi cuarto y tomé algunos elementos de la clase de cirugía para tratar de salvarlo del infierno al que yo misma lo había sometido.

Limpié su herida y preparé todo para suturarla... o eso pensaba hacer, porque lo que pasó fue algo totalmente diferente. En ese momento sólo pensaba en recomponer lo que había hecho, pero cada movimiento que tenía planeado fue reproducido por la sangre. Pensé en limpiar su cuello pero aquella mancha roja regresó al interior del ratón como si tuviera voluntad propia; pensé en todo el proceso de sutura y en ese instante pequeños hilos que salían de mi brazo y de la herida del animal cosieron y sellaron su corte... En poco menos de cinco minutos pude ver cómo el mismo ratón que estaba a punto de morir desangrado se levantaba sin ninguna cicatriz ni marca de nada, luego de que esos hilos de sangre realizaran todo el proceso de reconstrucción y aceleraran la recuperación.» - Se detuvo un instante para respirar y ordenar de nuevo su cabello y sus ideas, pero se sorprendió al ver la atención con la que sus compañeros la escuchaban y la observaban - «Esto... al inicio me sentía como un fenómeno, un ser repulsivo y extraño que hacía cosas asquerosas. Huí de todo eso y actué como si nunca hubiera pasado nada, pero no podía pasar el resto de mi vida tratando de esconderme de algo que estaba dentro de mi. Con el paso del tiempo hice muchas pruebas pero nunca había intentado algo así en otra persona, hasta hoy. Lo que hice en ti fue exactamente lo mismo que hice con el pequeño ratón.» - dijo mirando fijamente a Adam - «Reconstruí tu cuerpo utilizando todo lo aprendido en mis estudios y esa abominable habilidad que vive en mi interior... aunque sea un monstruo, no voy a dejar que nadie muera mientras pueda evitarlo».

El silencio reinó por unos segundos en aquella habitación. La increíble historia que acababan de escuchar no sonaba tan irreal para Adam, que también guardaba un secreto similar. Aún así, lo que más pesaba para él era el hecho de que ella debió sentir un inmenso dolor para poder ayudarlo.

«Akane: Sa-Sarah...» - irrumpió con las lágrimas desbordándose de sus ojos, antes de lanzarse a abrazar a su amiga - «No digas eso, no eres ningún monstruo, no digas eso de nuevo».

Su vieja amiga acariciaba su cabello, y de a poco los demás se fueron juntando a su alrededor. La vergüenza del rostro de Sarah se transformó en sorpresa y alegría al sentirse acogida aún luego de revelar su más oscuro secreto.

«Adam: Es cierto, esto es lo que significa ser amigos: el poder contar con alguien sin importar qué suceda». - pensó. Con una sonrisa empezó a acercarse a los demás, con la firme intención de agradecerle a su compañera por todo, pero su impulso se vio interrumpido por una aparición inesperada.

La puerta de la habitación se abrió sin previo aviso, y tras ella aparecieron los dos pequeños niños que les habían dado aquella cruel bienvenida a ese extraño lugar.

«Wass: Forasteros...»

«Sath: Nuestros señores...»

«Wass: Los invitan...»

«Sath: A cenar.»

Los chicos se pusieron de pie ante el llamado de los niños sin pronunciar palabra alguna. Para sorpresa de Adam, no sentía ninguna molestia y podía moverse con normalidad, confirmando el increíble poder de Sarah.

«Wass: Por favor...»

«Sath: Acompáñennos».


...



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VOLUMEN 2: El alba de la guerra