XVII. Reino Animal
Habían pasado poco más de dos horas desde su salida de Las Puertas Gemelas. El sonido de las ruedas del coche al avanzar por el pedregoso camino era lo único que se podía escuchar. Aunque el ruido del exterior fuera bastante fuerte o el movimiento turbulento, el interior del carruaje se conservaba totalmente indemne, y ninguno de los pasajeros había percibido nada extraño durante el viaje.
«Andy: Entonces, señor Alzir...»
«Kay: No, Alzir no» - irrumpió - «Alzir era el nombre que me acompañó durante el tiempo que estuve en Gémini, antes de la guerra. Luego del tiempo en la Tierra, nuevos pensamientos se formaron en mí, y ya no soy el mismo de aquella época. Ahora soy Kay Larssen, y prefiero conservar ese nombre como señal de la nueva persona que soy».
El clérigo plateado lo miró con sorpresa al escuchar sus palabras.
«Kay:¿Pasa algo, joven Merc?»
«Muliphein: No, señor Al-¡Kay! Señor Kay» - respondió con nerviosismo - «Es solo que... fue su existencia la que me permitió vivir hasta hoy. Ocultarme bajo la imagen de Alzir Repsil es algo por lo que debo disculparme con usted, aun cuando su decisión sea dejar atrás esa identidad».
«Kay: Tranquilo, tranquilo. Dejar atrás todo sabiendo que fui útil de algún modo es algo reconfortante, y más si todo sirvió para salvar la vida de un joven prodigio» - respondió sonriendo - «Además, ahora que tu verdadera identidad fue descubierta, no queda ninguna razón para conservar ese nombre».
«Muliphein: ¡Entendido, señor! ¡Muchas gracias!»
«Kay: Bien, con esto claro, pasemos a otras cosas más importantes» - dijo mientras volteaba a ver a Andy - «¿Tenías algo por decir?»
«Andy: Sí, bueno, solo quería saber a dónde íbamos, y de qué se trataba este nuevo "entrenamiento"».
«Muliphein: Eso puedo responderlo yo» - replicó antes de tomar la taza de té que estaba en la pequeña mesa que tenían al frente. El interior del carruaje estaba totalmente alfombrado y decorado con elementos que, a simple vista, mostraban su alto valor - «Como dijo el señor Aldebarán antes de salir, vamos a Simeis. Esta ciudad es la capital del reino de Taurus, es decir, la ciudad más importante de su región».
«Akane: ¿Un reino?» - preguntó emocionada.
«Kay: Lamento cortar la idea que te hace esa palabra, pero con "reino" no se refiere a lo que ustedes conocen. En realidad, el señor Aldebarán proclamó su tierra como el "Reino de Taurus" basándose en una de sus habilidades únicas, y tal vez la más importante para nuestros intereses».
«Isaac: Agradecemos si dejan de lado tantos rodeos» - susurró molesto al ver la cara de decepción de Akane ante la respuesta que había dado el viejo hechicero.
«Muliphein: ¡Gkj!» - un abrupto sonido se escuchó, precediendo la inevitable tos por atragantarse con su bebida, a causa de la sorpresa que le generó lo dicho por el chico.
Kay solo reía mientras golpeaba la espalda de su compañero, como si lo consolara de forma irónica.
«Muliphein: Ya, gracias» - dijo luego de aclararse la garganta con fuerza - «No esperaba que hablaran así, cuando en las Puertas Gemelas no hacían más que asentir en silencio a todo lo que les decían».
«Sarah: No íbamos a pasar todo el tiempo con la cabeza baja, y menos luego de que nos dejaran claro que vamos a estar más cerca de morir que de regresar a casa. Por eso, creo que es buen momento para que empiecen a ser claros y concretos, dándonos así el tiempo de conocer las herramientas que vamos a tener para intentar sobrevivir» - dijo con sutil furia, antes de dar un leve golpe en la mesa.
El ambiente al interior del coche cambió drásticamente. Sarah había pasado al frente, como un gran león que exhibe sus amenazantes colmillos para proteger a los suyos.
«Muliphein: Muy bien, señorita Spring» - dijo mirándola fijamente a los ojos - «Luego de la batalla que tuvimos contra Alhena, ustedes pasaron por una prueba, ¿recuerdan? Visitaron momentos determinantes de su pasado, y fue una buena oportunidad para sanar viejas heridas que aún sangraban. Sin embargo, el objetivo de todo esto era evaluar su afinidad con las líneas elementales de Tigarden. Encontramos que, al ser personas formadas en un entorno ajeno al de este mundo, no tenían sus conciencias alineadas con ninguno de los elementos de la naturaleza.
Aun así, aquel resultado fue bastante útil. Como ya saben, al interior de cada uno de ustedes hay un fragmento de la reliquia de Sirio, La Mano, pero no conocíamos la razón por la que el señor Alphcam había fragmentado la joya en esa cantidad de piezas. Mientras observaba su desempeño en aquella prueba, noté que la conciencia y el eos de ustedes tiene más compatibilidad con las líneas animales».
«Sarah: ¿Eso es bueno o malo?»
«Muliphein: El saber eso nos dio a entender que la reliquia se dividió de esa manera porque cada una de las piezas almacena la esencia de cada uno de los cinco señores que tuvo la región de Sirio, ya que estos líderes tuvieron en común que su afinidad original era con las líneas animales. Lo que queda ahora es conocer cuál le corresponde a cada uno de ustedes, y de este modo poder tener una preparación correcta para la batalla. Según lo que sabemos, dos de ustedes ya han mostrado indicios de los poderes que sus fragmentos acogen, incluso en el mundo del que vienen, donde el eos no existe. Esto es buena señal de acoplamiento, pero ahora solo queda que, bajo la tutela del señor Aldebarán, conozcan su afinidad y desarrollen su propio estilo de pelea acorde a sus capacidades».
El hombre de Sirio sujetó nuevamente su taza de té, y esta vez se tomó su tiempo para beber con calma. Los chicos solo lo miraron en silencio, esperando a que continuara.
«Muliphein: ¿Qué?» - preguntó mirándolos de reojo - «¿No fui lo suficientemente "claro" y "concreto"? Pensé qu-»
Un fuerte ruido que se escuchó a las afueras del carruaje interrumpió la conversación. Se oían además algunas voces a la distancia, al tiempo que la agitada respiración del toro que halaba el coche se hacía cada vez más sonora. Kay y Muliphien sintieron de inmediato una extraña sensación en el aire y notaron que se habían detenido. El Clérigo de Plata avanzó hacia la puerta y la abrió lentamente.
«???: ¡Joven Merc!» - se escuchó desde el frente.
«Muliphein: Señor Aldebarán» - respondió sorprendido - «¿Sucede algo?»
«Aldebarán: ¡Sí que sucede!» - dijo riendo - «Es mejor que cuiden a los niños».
La luz de la luna iluminaba la colorida llanura en la que se encontraban, y las estrellas se podían ver reflejadas en el rocío de las flores que se extendían por el lugar, formando un hermoso jardín en medio de la nada.
Ahí, bajo la inmensidad del paisaje, un pequeño niño rubio se encontraba parado frente al carruaje, irrumpiendo en su camino. El gran toro respiraba con furia, apuntando con sus cuernos hacia él. Aldebarán soltó las riendas y le dio un par de palmadas en el lomo, con la intención de calmarlo.
«???: ¡¡Maestro Al!!» - dijo el pequeño desconocido.
Un crudo escalofrío descendió por la columna de Muliphein al escuchar esa voz. Aunque aquel saludo no iba dirigido hacia él, supo de inmediato de quién se trataba.
«Muliphein: Señor Kay... ese es... ese es Rukbat de Sagitta».
Sus ojos amatista se habían posado fijamente en el niño de brillante y rubia cabellera, y su cuerpo temblaba como si estuviese a punto de colapsar. Kay notó la reacción de su compañero, y se apresuró a bajar para detenerlo antes de que cometiera alguna imprudencia.
«Aldebarán: Entonces, ¿a qué debemos esta "grata" sorpresa"?» - le preguntó a Rukbat, mientras seguía acariciando a la bestia doraba que tiraba del carruaje.
«Rukbat: Nada, nada, nada, nada. Solo daba un paseo por este lugar que tantos gratos y majestuosos recuerdos me trae» - respondió con alegría - «Fueron buenos momentos los que pasamos aquí, ¿no cree, maestro? El bello Jardín de los Pecadores... Sigue siendo curioso que lo hayan nombrado así solo por nuestro divertido encuentro de hace 200 años».
«Aldebarán: No es algo que desee recordar o repetir en este momento, pero si tu deseo es hacerlo, no creo que el resultado vaya a ser diferente al de la anterior vez» - respondió mientras bajaba y se paraba adelante del carruaje, frente al extraño chico.
En ese instante, el aire del lugar se hizo extremadamente pesado, y el ambiente cambió por completo. Aldebarán había liberado una gran cantidad de poder que aterrorizó a las dos súbditas que lo acompañaban, las cuales se agarraron con fuerza de las riendas del toro.
«Rukbat: No, no, no, no. No es mi deseo iniciar una pelea ahora. Solo venía a reclamar algo que debía encontrar por aquí, pero lo último que esperaba era ver a mi maestro custodiando mi objetivo» - dijo antes de inclinarse sutilmente, haciéndole una suave venia al líder de Taurus - «¿Podrías simplemente dejar que me lleve lo que necesito? Así ahorramos tiempo y evitamos sacrificios innecesarios».
A diferencia de la fuerza que ejercía el eos liberado por Aldebarán, el poder del niño líder de Sagitta había sembrado una atmósfera asquerosa que causaba temor y revolvía las entrañas de los que estaban alrededor.
«Rukbat: Bueno, eso quisiera decir con un poco más de seguridad, pero yo vine solo, y tú tienes a varios amigos, entre esos...» - se quedó mirando fijamente hacia el carruaje, observando a Muliphein y a Kay, quienes quedaron paralizados ante la fuerte y terrorífica risa que el niño dejó salir - «Vaya, vaya, vaya, vaya... ¡Pero si es el rememorado y desaparecido Clérigo Plateado! Un par de súbditos se alegrarán al saber que los rumores de que su viejo amigo sigue con vida son ciertos» - aunque su voz era la de un niño que trataba con respeto a quien tenía al frente, sus palabras expelían una sensación amenazante, cargada de violencia y sed de sangre - «Y bueno, también están las dos Pléyades y ese anciano extraño que tiene algo familiar... Como sea, empieza a parecer divertido».
«Aldebarán: ¿Tantas ganas tienes de romper la tregua? No estás en el mejor de los sitios para tomar una decisión tan problemática».
El líder de Sagitta se echó a reír a carcajadas, cayendo de rodillas y golpeando el suelo con desespero, ante la mirada confundida de los demás.
«Rukbat: Espera, espera, espera, espera, ¿dijiste "tregua"? Parece que pasas mucho tiempo con esos gemelos del sur, y se te están pegando sus idioteces» - dijo mientras recuperaba el aliento y se ponía de pie.
«Aldebarán: ¿Y qué es lo que se te hace tan gracioso? Yo también quiero reír» - contestó con tono sarcástico.
«Rukbat: ¡Vamos, maestro! ¿De verdad crees que ha habido una tregua en estos 200 años? Solamente se le ha permitido a la población humana movilizarse con cierta tranquilidad por el continente y adelantar actividades comerciales, pero la guerra nunca ha cesado. Han muerto muchos, aún se lucha en sitios estratégicos, y la tensión nunca se ha ido por completo. Los únicos que tienen engañado a su pueblo con la mentira de la "tregua" son los tontos de Gémini, que viven avergonzados de sus derrotas y le mienten a la gente diciendo que todo está bien, pero no creo que tú seas así ahora, ¿o sí, maestro? Sería decepcionante que te hayas rebajado al nivel de ellos. Incluso, la idiotez de esos dos hermanos le permitió a Antares infiltrarse y obtener demasiada información valiosa, ¿y sabes cómo fue? ¿lo sabes, verdad? ¡Los traicionó una de sus queridas sacerdotisas!» - hablaba sin parar y entre risas, y cada vez lo hacía con más fuerza - «Han pasado 200 años y los tontos siguen siendo tontos, así como Alphcam lo fue en aquella época, y fue por su culpa que toda su región ahora solo existe en el recuerdo de unos pocos... ¿crees que me equivoco, maestro? ¡¡Puedes preguntarle al hombre que tienes a tu espalda!! JAJAJAJA... Aún con todo eso, ¿sigues creyendo de forma ingenua que estamos en "tregua"? Mira a esos hermosos ojos amatista que lo perdieron todo gracias a alguien que pensaba de esa forma tan infantil y estúpida, y responde... Míralo a esos hermosos ojos que tiene y pregúntale, haz que sea el Clérigo Plateado quien te recuerde que, gracias a su querido líder que se dejó consumir por la estupidez humana, todo su pueblo murió... pregúntale, maestro, pregúntale... ¡¡VAMOS, MAESTRO, PREGÚNT-»
«Aldebarán: ¡¡MIUUUUUU!!»
El fuerte estruendo causado por el señor de Taurus aturdió a todos. Los pétalos de las flores que había por todo el lugar se levantaron y revolotearon en el aire como si fuera una parvada de mariposas. La voz del niño se vio irrumpida por la arremetida de Aldebarán. Con un solo movimiento imperceptible a los ojos de todos los presentes, había logrado eliminar la distancia existente entre él y Rukbat, para luego embestirlo con un violento zarpazo que destrozó totalmente la cabeza del molesto chico rubio, haciendo que grumos de sangre y restos de su cabeza cayeran danzantes junto a los coloridos pétalos que aún volaban.
«???: Hm... hm hm hm... jajajaja...» - se escuchó una extraña risa que provenía del cuerpo mutilado que yacía en el suelo - «Ya nos veremos de nuevo, maestro».
Luego de aquellas palabras, los restos del niño se convirtieron en un charco de sangre que consumió la vida de las flores y vegetación circundantes. Aldebarán sacudió su mano para quitar los trozos de carne que tenía pegados, y se acercó a sus compañeras quienes terminaron de limpiarlo con un poco de agua.
«Aldebarán: ¿Están todos bien?»
«Kay: Sí, señor. Todo está bien».
«Muliphein: Adhara...» - susurró.
El mago de ojos amatista sujetó su muñeca izquierda, como si intentara agarrar algo que ya no estaba ahí.
«Aldebarán: Suban entonces. Aún queda camino por recorrer» - dijo antes de ubicarse de nuevo y sujetar las riendas del carruaje.
«???: ¡Doctor Larssen!» - se escuchó una voz distorsionada.
Kay volteó a ver y se encontró con una pequeña y conocida figura proyectada desde un brazalete de IAAC.
«Kohaku: Doctor Larssen, algo le sucede a Akane».
La chica de cabello negro yacía tirada en la alfombra del interior del coche, y su cuerpo se movía de forma errática. Ninguno de sus amigos podía ayudarla porque todos habían caído desmayados en sus lugares.
«Kay: ¡Joven Merc, rápido, hay que levantar una barrera para neutralizar el eos!»
«Aldebarán: ¡¿Qué sucede?!» - preguntó desde afuera.
«Kay: Los chicos, señor Aldebarán» - respondió con preocupación - «Sus cuerpos no estaban preparados para soportar la carga de eos que fue liberada por ustedes».
Aldebarán entró a la carroza y tomó la mano de Akane, quien aún seguía convulsionando. Luego de unos segundos, su cuerpo se quedó quieto y su agitada respiración pasó a tener un ritmo suave, como si hubiese quedado inmersa en un plácido sueño.
«Aldebarán: Regulen el eos del interior para evitar daños» - replicó mientras salía.
Se ubicó nuevamente al frente y agitó con fuerza las riendas que se sacudieron sobre el lomo del gran toro. Éste respondió con un fuerte mugido a la orden recibida, retomando su camino y avanzando a toda velocidad.
...
«Adam: ¿Hay alguien?»
«???: Adam...»
«Adam: ¿Noelle?»
«Noelle: Sí, esa soy yo» - respondió - «Se están haciendo comunes este tipo de conversaciones».
«Adam: ¿Qué pasó? ¿Por qué todo está oscuro? No puedo ver nada».
«Noelle: Hubo una alteración drástica en la energía del ambiente».
«Adam: ¿No se suponía que ya estábamos adaptados al eos?»
«Noelle: No realmente. En este momento tu cuerpo está en un estado de desconexión total, por lo que tu cerebro no recibe ningún estímulo ni señal del exterior. Llevas un largo rato inconsciente, pero ya despertaste, o bueno, solo tu mente despertó. Puede que no suene muy alentador, pero si lo comparas con la anterior ocasión en que tu existencia cayó en letargo gracias a esa energía, se puede decir que ahora toleras un poco más las cosas».
«Adam: Vaya, sí que me tranquiliza eso» - contestó con sarcasmo - «¿Los demás están igual?»
«Noelle: Cada uno ha evolucionado a su modo, pero se puede decir que todos están en el mismo estado, exceptuando a la doctora Hayashi».
«Adam: ¡¿Eh?! ¿Pasó algo con Akane?»
«Noelle: Ella es mucho más susceptible a la energía de este mundo, por lo que sufre con más severidad los impactos que esto le causa. Para ella, todo se sintió como si estuviera en un carrusel sin frenos, girando a toda velocidad y sometiendo su cuerpo a condiciones intolerables. Sin embargo, el hombre que llaman Aldebarán logró estabilizarla, y luego de eso cayó profundamente dormida».
El sonido de un golpe seco irrumpió en la conversación.
«Adam: ¿Qué fue eso?»
«Noelle: Tu cuerpo está empezando a despertar».
«Adam: Siento como si todo estuviera dando vueltas...»
«Noelle: Tus sentidos empiezan a reconectarse. Ahora abre los ojos con calma. Puede que te guste lo que vas a ver» - dijo con picardía.
...
«???: ¡Adam, Adam!»
El joven químico intentó abrir sus ojos, pero una intensa luz lo encandilaba, así que se cubrió el rostro con sus manos.
«Adam: ¿Sarah?»
«???: Lamento decepcionarlo, señor Silver. Solo soy su gentil compañera, Andy Swan» - respondió con tono sarcástico.
«Adam: Andy, ¿qué pasó?»
«Andy: ¡Arriba, dormilón!» - le dijo mientras sujetaba sus manos para levantarlo - «Ya llegamos, según lo que dijo Kay».
«Adam: ¿Cómo están los chicos? ¿Tú estás bien? ¿Qué pasó con Akane? Noelle me dijo que resultó bastante afectada».
«Andy: Puedes estar tranquilo, todos están bien. Ahora están afuera ayudando a bajar el equipaje que Giselle y Abelle ordenaron para nosotros» - contestó antes de soltar sus manos y salir del carruaje - «¡Ven, Silver, mira lo genial que es este lugar!»
Adam bajó lentamente siguiendo el llamado de su compañera. Cuando sus ojos se acoplaron a la intensa luz del sol, pudo ver que frente a él se levantaba un inmenso castillo custodiado por dos grandes torres que se erigían a cada lado, como si fueran alfiles protectores. La construcción era similar a las obras del estilo barroco, y contaba con una alta puerta de madera que tenía tallado el símbolo de ♉.
Frente al lugar había una plaza llena de puestos donde vendían diferentes productos, causando un gran bullicio y movimiento a su alrededor. Muchas personas se acercaban a mirar y comprar alimentos, ropas, accesorios y demás cosas ofrecidas. A diferencia de la palidez y orden que habían percibido en Gémini, esta imagen se asemejaba más a la de un pueblo viviendo sus días de feria. La forma en que vestían y hablaban en general era totalmente contraria a la sobriedad que habían conocido en Vennati, la capital de la región que visitaron antes.
«Aldebarán: Veo que el último de ustedes ya despertó» - dijo con tono alegre - «¿Te encuentras bien, muchacho?»
«Adam: S-Sí, señor».
«Aldebarán: Bien, bien. Entonces ustedes cinco vengan conmigo, y dejen que ese par de viejos carguen las maletas» - añadió entre risas.
Los chicos miraron a Kay, quien solo les hizo una seña con un movimiento de su cabeza, indicando que siguieran al gran señor de Taurus, la cual atendieron de inmediato.
«Aldebarán: Bienvenidos a Cornucopia, la casa principal del Reino de Taurus».
Con su robusta mano empujó la puerta, la cual se abrió lentamente frente a ellos. En la entrada había una zona de recepción inicial, y justo en el centro de esta se alzaba una escultura dorada de un toro que levantaba sus patas delanteras y apuntaba con sus largos cuernos hacia el cielo. Tras esto había dos escaleras que llegaban a un segundo nivel. Muchas personas se veían pasar con afán mientras cargaban documentos y otras cosas, pero todos se tomaban un momento para dar un fraternal saludo a Aldebarán, quien respondía con su ya distintiva alegría.
«Aldebarán: Esta es la casa de gobierno de todo nuestro reino. Desde aquí se coordina el funcionamiento de todo lo que es vital para el sostenimiento de nuestra región y su gente, y son los mismos humanos quienes trabajan por su propio bienestar y orden. Yo solo cumplo con labores de supervisión y protección, por lo que no suelo intervenir en otros asuntos».
«Andy: Bastante diferente a Gémini» - susurró.
«Aldebarán: ¡Jajaja! ¿Por qué lo dice, señorita?»
«Andy: Cuando conocimos a las autoridades de ese lugar, pudimos notar que todos era seres con una presencia monstruosa, rebosantes de un poder totalmente ajeno a otros colaboradores de menor rango. Sin embargo, aquí todo se siente un poco más "normal", podría decirse, aun cuando se llaman "Reino"».
«Aldebarán: Muy observadora, señorita» - respondió sonriendo - «Aunque los gemelos y yo hemos sido bastante cercanos durante nuestra existencia, tenemos algunas diferencias en lo que respecta a la administración del poder. Sin embargo, esto no es nada raro. Casi todas las regiones tienen diferentes formas de subsistir y sus pueblos se han adaptado a esto. Es esa variedad la que ha permitido un equilibrio sostenido y colaborativo entre todos los sectores del continente... o bueno, los astros creadores esperaban que fuera así, por eso dejaron diferentes enseñanzas para cada región, pero con el tiempo algunos se sintieron inconformes o fueron corrompidos por sentimientos ajenos, lo que terminó sumiendo a Iakos en una cruenta guerra».
«Sarah: La señora de Gémini nos habló un poco de eso, pero nos mencionaron que algunos líderes habían decidido iniciar una ofensiva para hacerse con las "reliquias", y así romper el equilibrio y ganar más poder, ubicándose de esta forma por sobre los demás territorios».
Aldebarán se detuvo y se quedó en silencio por un instante. Los chicos también frenaron y se quedaron mirando al gran hombre, quien había agachado su cabeza, pero antes de siquiera preguntar algo, un gran suspiro se escuchó salir del líder de Taurus.
«Aldebarán: Vaya... ¿eso les dijo Pólux?» - preguntó con tono suave, dejando percibir un sutil sentimiento de decepción - «Bien, antes de hablar de eso, pasemos a mi sala de trabajo. Ahí estaremos más tranquilos sin el ruido de la gente, y podré mencionar algunas cosas que tal vez no les han contado...»
Dicho esto, avanzó de nuevo y empezó a subir las escaleras. Los chicos siguieron su ruta en silencio, pero en ellos se había despertado la duda por la reacción que instantes atrás había tenido aquel hombre.
«Aldebarán: También aprovecharemos para que conozcan a mis bellas guardianas mientras esperamos a que sus dos cuidadores lleguen, además de explicarles de qué se trata su entrenamiento, ya que empezaremos hoy mismo... ¡MIUUU!» - dijo con emoción.
Su grito retumbó en aquel lugar. Todas las personas se detuvieron sorprendidas al escucharlo, y luego de unos segundos, se escucharon algunas risas y saludos al gran líder.
...
«Aldebarán: ¡Les presento a los seres más hermosos del universo!»
Luego de subir al segundo piso y avanzar unos minutos, llegaron a una sala adornada con muchos libros y documentos ubicados en las estanterías de las paredes. Al fondo había una escalera que subía hasta una pequeña entrada que daba lugar a un espacio que se extendía alrededor de toda el área, funcionando como un balcón que permitía ver todo en la parte de abajo. En el centro había una mesa redonda rodeada de asientos de madera. Ahí esperaban cinco mujeres de diferentes rasgos físicos, quienes reaccionaron a las palabras de Aldebarán. Solo una se avergonzó y ocultó su rostro, mientras que la mayoría lo miró como si el gran señor de Taurus fuese un bicho raro que se había colado por alguna rendija. Solo una chica sonrió y se levantó para responderle.
«???: Buen día, señor» - dijo con frialdad - «Pensé que había quedado claro que era innecesario decir cosas como esas».
Su cabello corto y blanco iluminaba su rostro, y sus estilizadas gafas enmarcaban sus llamativos y rasgados ojos verdes. Sus gestos y forma de hablar eran similares a los que habían visto en la gente de Gémini, y el reluciente traje blanco que vestía era similar al que les habían dado a los chicos.
«Aldebarán: Mi querida Alcyone, no escatimaré esfuerzo alguno para resaltar lo maravillosas que son mis bellas compañeras, y menos delante de unos visitantes tan importantes» - contestó antes de voltear a ver a los chicos - «Mis apreciados invitados, les presento a las Pléyades, las guardianas del Reino de Taurus».
«Alcyone: Bienvenidos, jóvenes» - dijo mientras todas se ponían de pie para hacer una venia hacia los chicos - «Espero que este "hombre" que tenemos por líder no los haya importunado con sus inesperadas e indeseadas actuaciones».
«Sarah: Gracias por recibirnos» - respondió de inmediato - «Esperamos no causar mucha molestia con nuestra visita».
Aldebarán avanzó y se sentó entre sus subordinadas, mientras que los cinco jóvenes tomaron los lugares libres al otro lado de la mesa, quedando frente a las guardianas y su superior.
En ese momento, un par de toques se escucharon en la puerta. Alcyone se levantó a abrir, dándole paso a Muliphein y Kay, quienes llegaron acompañados por las dos mujeres que condujeron el carruaje durante el viaje desde Gémini. Ambos se ubicaron junto a los cinco chicos, mientras ellas ubicaron sus lugares a cada lado de Aldebarán, desplazando a las demás.
«Andy: Entonces... ¿usted es el rey y ellas son las máximas autoridades de este lugar?»
«Aldebarán: No, no, no» - respondió - «Aunque el territorio se llame "Reino", no hace referencia a su estructura política y jerárquica. Somos una región que opera de otra forma. A diferencia de Gémini, en nuestro hogar no existen rangos de ese tipo. Todas las autoridades son controladas por los mismos humanos. Aunque yo cumplo mi rol como líder y señor de Taurus, dejo que sea los mismos mortales quienes ordenen su propia existencia. Política, comercio, la vida en general de la ciudad y los demás asentamientos en nuestras tierras... son ellos quienes tienen la libertad de hacer todo para ser prósperos o encaminarse a la ruina, mientras que nosotros solo supervisamos o aconsejamos. Lo que sí está exclusivamente bajo nuestro control es el poder bélico, para garantizar la estabilidad que deseen implementar, además de protegerlos de situaciones externas. También velamos porque nuestra gente siempre esté al tanto de la verdad del mundo, y es este detalle el que marca una diferencia aun mayor respecto a las tierras de mis queridos Pólux y Cástor-»
Alcyone se aclaró la garganta con fuerza para irrumpir a Aldebarán, y él la miró con desconcierto. Ella señaló disimuladamente hacia donde estaban Kay y Muliphein, quienes en silencio escuchaban con atención lo que él decía.
«Aldebarán: Me disculpo con ustedes, ilustres servidores de las Puertas Gemelas» - dijo con gentileza - «No es mi intención criticar las formas de gobernar de sus señores, pero siento que es mi deber darle a estos jóvenes una idea de las diferencias que existen entre los pensamientos de quienes lideran. Deben saber apreciar los distintos escenarios que este continente ofrece, pero sobre todo deben tener presente que cada lugar tiene su propia realidad, y que no hay verdad absoluta en ese mar de diversidad».
Un silencio incómodo y hueco se adueñó del salón. Las miradas confusas de los chicos apuntaban a Aldebarán, quien a su vez observaba fijamente a Kay y Muliphein, como si esperara alguna reacción de ellos. Sin embargo, ambos estaban incólumes, y sin expresar muestra alguna de contrariedad o molestia.
«Aldebarán: ¡Bien! Pasemos entonces a lo que nos ha reunido hoy aquí».
Se levantó de su silla y caminó hasta ubicarse a la espalda de los chicos. Levantó suavemente su mano y, sin previo aviso, chasqueó sus dedos.
«Aldebarán: Como ya deben haberles explicado, el eos es la energía que conecta a los seres vivos con el planeta. Puede decirse que es la esencia misma de la vida; una fuente de poder tan intensa que permite manipular los elementos del universo» - dijo mientras regresaba a su lugar - «Pero entonces, ¿cómo es que eso, siendo tan potente, no termina aplastando algo tan frágil como lo es la vida humana? Eso es porque existe un mecanismo natural que impide la acumulación de eos, evitando así que alcance niveles nocivos para la salud. Para los habitantes de este planeta, hacer esto es como respirar».
En ese instante, los chicos empezaron a sentir un fuerte dolor de cabeza. El mareo se hacía intenso al tiempo que veían como si todo se moviera bruscamente. El señor de Taurus chasqueó sus dedos nuevamente, y en un segundo desaparecieron todas las molestias que ellos estaban sufriendo.
«Aldebarán: ¿Sintieron algo?» - preguntó con tono irónico - «Lancé al ambiente una descarga de eos, minúscula para no ser percibida pero suficiente para alterar el ambiente. Cualquier persona de Tigarden solo hubiera percibido el ruido que hice con mi mano, pero para ustedes significó todo un desequilibrio en lo más profundo de sus funciones vitales básicas».
«Sarah: ¿Por qué pasa eso? Se supone que el núcleo de nuestra existencia es originario de este lugar».
«Aldebarán: Sí, jovencita. Es cierto que ustedes nacieron de la reliquia que poseía Alphcam, pero sus cuerpos, su metabolismo, todo el funcionamiento de sus vidas difieren a las nuestras en el simple pero crucial detalle de que no conocen cómo liberar el eos, ya que esto se puede lograr a través de una sola cosa: la línea de afinidad».
«Sarah: ¿Podría ser un poco más claro?»
«Aldebarán: Jajaja, claro que sí, señorita» - dijo entre risas - «Sucede que, al conocer cuál es la afinidad que le corresponde, el cuerpo y la mente se adaptan para usar esto como ruta de desagüe del eos que se va acumulando. Recuerde que toda manipulación de la energía proviene de la mente, y es el deseo de esta el que se materializa en acciones conocidas como cantos, variables o técnicas propias. En palabras más simples, todas las técnicas de manipulación de eos provienen de la imaginación».
«Sarah: Entonces, si conocemos a qué somos afines, dejaremos de pasarla mal cada vez que sucede algo, y además podremos usar poderes similares a los de ustedes...»
«Aldebarán: Correcto, aunque no es tan fácil como puede sonar. Como ya se ha mencionado, el conocer la línea es algo que se logra de forma natural para los nacidos en este mundo, pero ustedes deberán forzar tanto sus cuerpos como sus mentes para conseguirlo. Sabemos que no poseen afinidad con los elementos naturales, porque si algo caracterizaba a los líderes de Sirio era su cercanía original a las líneas animales, tal y como lo deseó el astro creador de esa región. Esto no implica que en un futuro no puedan conseguir dominar técnicas elementales, pero lo que necesitamos ahora es conocer cuál es su línea original».
«Sarah: ¿Cómo sabremos eso? ¿Qué debemos hacer entonces?»
«Aldebarán: Mi habilidad única, obtenida por ser heredero de los astros, se llama "Reino Animal", y me permite utilizar todas las líneas animales, además de poder distorsionar el eos de la atmósfera para potenciar estos cambios» - dijo antes de ponerse de pie y apoyarse en la mesa. Su rostro cambió totalmente, llenándose de una expresión que denotaba expectativa y emoción - «Lo que haremos será exponerlos a ustedes a un ambiente con el eos alterado, y así podré ver hacia cuál de las líneas animales se adapta cada uno... Solo tendremos que usar una forma poco ortodoxa de presionarlos, para que sus mentes lleguen al límite y arrojen las respuestas que necesitamos...»
Mientras él decía esto, tanto las siete Pléyades como Kay y Muliphein se levantaron de sus asientos y avanzaron hasta el fondo de la sala para subir las escaleras y ubicarse en el mirador de la parte superior.
«Sarah: ¿Q-Qué está pasando?» - su pregunta fue ignorada por completo. De inmediato miró a sus compañeros y notó que todos, al igual que ella, empezaban a caer en la confusión y el miedo que les generaba la situación - «¿Doctor Larssen? ¿Muliphein? ¿Qué suc-»
Sus palabras se vieron interrumpidas por la extraña risa del hombre frente a ellos.
«Aldebarán: ¡Recuerden no interferir! - le advirtió a los demás».
Los chicos se pusieron de pie y lentamente empezaron a moverse hacia la salida, sin dejar de ver a Aldebarán, quien los observaba con sus brillantes ojos. La situación se tornaba cada vez más desesperante y Akane no pudo soportar esa presión, por lo que se giró para correr hacia la puerta. Sus compañeros cedieron ante su reacción y se dispusieron a seguirla de inmediato, dándole la espalda al líder de Taurus.
«Aldebarán: ¡MIUUUUU!» - su fuerte rugido retumbó en el lugar.
Aldebarán chocó la palma de sus manos causando un fuerte y seco sonido. Este impacto hizo que los cinco chicos frenaran de golpe. Un intenso pitido arropó sus oídos durante unos instantes, antes de darle paso a una extraña sensación. El ambiente que se posaba en aquel lugar cambió de repente. El olor de los libros guardados fue reemplazado por un aroma herbal que se desprendía del fresco aire que había empezado a revolotear entre ellos. A esto se sumaba el sonido de aves e insectos que no se podían ver, así como el ruido del agua corriendo a su alrededor. Sus ojos podían ver que aún seguían en aquel salón, pero sus cuerpos y mentes se sentían cobijados por la naturaleza misma, como si estuvieran en la mitad de la jungla.
«Aldebarán: ¡¡Disfruten del Reino Animal!!»
Su grito atrajo la atención de los chicos, quienes vieron su inmensa figura abalanzarse sobre ellos, como si fuese una bestia a punto de devorar a su presa...
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