XVI. Acople
«Isaac: Oye, Andy... ¿No te vas a comer eso?»
«Andy: Uhm, creo que no. ¿Quieres?»
«Isaac: ¡Si!»
«Andy: A veeer, di "aaaah"»
«Akane: Ya estás muy grande para estas cosas, ¿no crees?» - le dijo a Isaac mientras sujetaba la mano de Andy para quitarle el trozo de fruta que sujetaba.
«Sarah: Oh, oh, oh... parece que alguien está celosa *fiu fiu*»
Una sutil sonrisa se dibujó en el rostro de Adam, quien solo observaba en silencio la curiosa discusión que se daba durante el desayuno, que lo llevó a recordar cómo habían llegado a ese instante.
Había pasado casi un mes desde la pelea ocurrida en el salón del comedor, y esta era la primera vez en todo este tiempo que Adam escuchaba la distintiva y burlesca risa de Sarah. Un detalle que pasó desapercibido ante todos, pero él sabía que eso era una muestra de que su compañera empezaba a sentirse más tranquila en ese lugar. Ver a su líder actuar con serenidad era lo mejor que podía sucederles a los chicos, pues ella se había convertido en el pilar del grupo mientras trabajaban en Proyecto Eternal de la Corporación Binary-S, y esto no había hecho más que reforzarse durante su estadía en el nuevo mundo.
Desde la última conversación que tuvieron con las autoridades de Gémini, y luego de escuchar todo lo que Kay mencionó acerca de sus orígenes, los chicos habían empezado a aceptar su nueva realidad y poco a poco se iban acoplando a la misma. Los primeros días fueron difíciles, y ellos solo se limitaron a estar en su habitación. No se alimentaban debidamente en razón a la desconfianza que les generaba lo sucedido la última vez que habían decidido aceptar la comida que les ofrecieron.
Muliphein y Mekb solían visitarlos, pero luego del cuarto día, las únicas personas que se acercaban a aquella habitación eran dos sirvientes anónimos que se encargaban de llevar comida y hacer la limpieza. Siempre era una pareja, ambos de cabello rubio, y se veían bastante jóvenes. Solían entrar y salir en total silencio, intentando pasar desapercibidos frente a los chicos, quienes solo se dedicaban a pasar el tiempo. No fue sino hasta el sexto día que, en un momento inesperado, los dos desconocidos irrumpieron en el monótono ambiente de la habitación, y se adentraron mientras sostenían entre ambos un inmenso y colorido platillo que parecía una gran torre de helados de muchos sabores.
«???: Ehmm, t-trajimos un postre nuevo... bueno, creo que es el primero que traemos, pero es una receta nueva» - dijo con tono nervioso uno de los sirvientes.
Los cinco chicos que estaban sentados en la alfombra se giraron sorprendidos, y tras unos segundos de silencio, se levantaron y pasaron al comedor que tenía la gran habitación. Al ver esto, los dos desconocidos se acercaron y pusieron la bandeja en la mesa, para luego hacer una sutil venia y disponerse a salir.
«Sarah: ¡Oigan! Esto es mucho para nosotros, y el comedor aún tiene lugar para dos más, por si quieren quedarse».
Los dos jóvenes se giraron, revelando una gran sonrisa que iluminó sus rostros.
«???: ¡Muchas gracias, señorita!» - contestó - «¡Mi hermano y yo aceptamos su invitación!»
Rápidamente se acercaron y tomaron los lugares libres.
«???: Mi nombre es Giselle, y él es mi hermano, Abelle. El señor Cástor nos encargó atenderlos, así que no duden en pedir lo que deseen».
«???: ¡¡Un gusto conocerlos y poder servirles!!» - dijo antes de hacer una fuerte reverencia.
La emoción del momento hizo que el pequeño no midiera los espacios a su alrededor, por lo que su cabeza terminó golpeando la mesa, sacudiendo todo lo que había sobre ella.
Todos observaron sorprendidos, pero al ver que no había ocurrido nada grave, la preocupación se transformó en una larga carcajada. Fue así como los chicos conocieron a esos dos hermanos que serían lo más cercano a sus primeros amigos, y quienes más les ayudarían para adaptarse a este mundo. Con el paso de los días se hicieron más cercanos, creando un vínculo que les daba tranquilidad y los hacía sentir en confianza. Gracias a esto, Sarah y los demás accedieron a salir de su habitación y conocer un poco más del entorno.
Primero recorrieron las Puertas Gemelas. La gran mansión que funcionaba como casa de gobierno principal de la región estaba construida en su totalidad en un material de apariencia similar al mármol. Los techos y las paredes eran blancos, con unas sutiles marcas negras que se extendían por toda la superficie. Era común ver a muchas personas trabajando en el cuidado y orden del lugar, tanto en la limpieza como en asuntos que implicaban tener que cargar con muchos documentos y libros en sus manos. Por esto, la mayoría ni siquiera captaba la presencia de los cinco invitados, y quienes sí lo hacían se limitaban a observar con cautela desde la distancia.
...
Se cumplían 20 días desde su llegada a Tigarden, y luego de discutir algunas cosas, los chicos aceptaron la invitación que Giselle y Abelle habían hecho con tanta insistencia.
«Abelle: Todo listo, señora Sarah. Los esperamos aquí» - dijo desde la entrada a la habitación.
«Sarah: Ya te dije que no es necesario que me digas "señora"» - le susurró.
«Akane: ¿Están seguros de que esto está bien?»
«Isaac: ¡Tranquila! Hemos estado metidos aquí todo este tiempo, así que no habrá problema, nadie se va a enterar».
«???: ¿Qué van a hacer?»
Una voz conocida por todos se escuchó a la espalda del joven sirviente.
«Abelle: ¡S-Señor Mekb!»
«Mekb: ¡Jajaja! Tranquilo, Abelle... Veo que ya se hicieron amigos. ¿Pensaban salir?»
«Abelle: Sí señor» - respondió nervioso - «Mi hermana y yo queríamos mostrarles los... esto...»
«Andy: La plaza» - dijo al ver que se quedaba sin palabras.
«Abelle: Si, eso es, la plaza principal».
«Mekb: Uhm... Eso está muy bien» - dijo sonriendo - «Pero antes de eso, debo hablar algo con ellos, así que tendré que pedirte que esperes afuera un momento».
«Abelle: ¡Sí señor!»
El pequeño ayudante salió corriendo ante la petición de Mekb, quien entró luego de cerrar la puerta. Aunque el joven paladín era una cara conocida, los chicos llevaban mucho tiempo sin ver a ninguna de las personas importantes de la región. Según lo que había dicho Giselle, al parecer todas las autoridades se habían retirado de las Puertas Gemelas para atender asuntos de suma importancia relacionados con la estabilidad del continente. Los cinco amigos sabían que eso podría estar relacionado con el conflicto que empezaba a asomarse en aquellas tierras, y ver a Mekb ahí era un recordatorio de que, más allá de los tranquilos y divertidos días que habían pasado junto a los dos hermanos, los esperaba un camino atestado de las espinas de la guerra.
«Mekb: Me alegra verlos de nuevo. Quisiera quedarme a hablar con más calma, pero no quiero alterar sus planes» - dijo sonriendo con amabilidad - «Solo venía a informarles que en diez días vendrá a visitarlos una comisión muy importante, que se encargará de instruirlos en la fase inicial de su entrenamiento. Hubiese preferido que tuvieran algunos días más para descansar, pero las cosas en el continente se han estado agitando y otras regiones están actuando, por lo que no podemos dejar que la pieza más importante se quede atrás. Por esto, un día después de que sus cuerpos se hayan adaptado a la energía natural, empezará su preparación».
Todos prestaban atención, pero ninguno quiso responder. Miraban en silencio los destellos azulados y rojizos que provenían de los ojos heterocromáticos del caballero que les hablaba.
«Mekb: No siendo más, espero que disfruten el paseo de hoy, y les agraden las maravillas que nuestros jardines tienen para ofrecer» - dijo antes de levantarse - «Por cierto, se ven muy bien con esa ropa. Son dignos portadores de los emblemas de Heracles».
El joven paladín hizo una sutil reverencia antes de retirarse. No pasaron más de un par de segundos antes de que Giselle y Abelle aparecieran de nuevo. Estaban emocionados por llevarlos a recorrer la ciudad, y su prisa no dio lugar a que los chicos se detuvieran a pensar sobre lo que acababan de escuchar.
Aunque ya habían asumido la posición de indefensión en la que se encontraban, no dejaba de causar temor el recordarlo y ver cómo se acercaba el momento de tener que enfrentar la realidad. Sin embargo, habían acordado manejar todo con calma y darse apoyo en conjunto para evitar desmoronarse, y por eso preferían omitir lo sucedido y disfrutar de la actividad que los dos hermanos habían preparado.
...
«Andy: ¿Por qué nos miran tanto?»
«Giselle: Las personas aprecian mucho a los miembros de las Puertas Gemelas. Todos son queridos y muy respetados, por lo que ver a alguien "desconocido" portando el emblema de Heracles causa curiosidad».
«Adam: Otra vez ese nombre, Heracles»- mencionó con intriga - «La señora Pólux habló de ese nombre, y Mekb mencionó algo sobre los emblemas antes de que saliéramos».
«Abelle: Así es, señor Adam. He de suponer que mi señora les habló del "Sacrificio de Heracles". Un acto valiente que es muuuy importante en la historia de nuestra región, y es por eso que el símbolo de aquella casa se utiliza como emblema. Hay dos tipos de distinción, representadas en la Medalla de la Noche y la Medalla del Día, siendo este último uno de más difíciles de alcanzar, convirtiéndolo en un honor que solo los miembros de mayor nivel han recibido».
La conversación hacía referencia a un botón plateado que venía adherido al cuello de las camisas que les habían otorgado a los chicos. Los dos sirvientes les pidieron usarlas para salir, pues era una instrucción que habían recibido de Mekb.
«Adam: ¿Y qué significado tiene?»
«Abelle: Portar el que ustedes tienen implica ser reconocido por los líderes como un valioso miembro de nuestra tierra, capaz de hacer todo por cuidar a su pueblo. Solo es otorgado a quienes ascienden y demuestran estar dispuestos a sacrificarlo todo por el bien de Gémini».
Un fuerte escalofrío bajó por la espalda del joven químico. La expresión de los demás reflejó la incomodidad que sintieron al escuchar eso, pero Giselle lo notó y rápidamente cambió de tema.
«Giselle: ¡Aún queda mucho por hacer, así que avancemos!» - dijo con tono alegre - «Vamos a probar los caramelos que hace la Señora Dott».
Giselle levantó su brazo, señalando con este hacia un pequeño puesto ubicado en el centro de la plaza, y caminó esperando que los demás avanzaran. Los chicos entendieron el esfuerzo que ella hacía para que pudieran dejar atrás la tensión que se había sembrado en ellos, por lo que decidieron seguirle el paso. A fin de cuentas, esos dos pequeños nada tenían que ver con la confusa situación que los chicos enfrentaban, por lo que cuestionarlos o reclamarles algo no cambiaría su posición en aquel mundo.
...
Un par de horas después decidieron regresar a las Puertas Gemelas. El sol empezaba a ocultarse y un hermoso atardecer se dibujaba sobre ellos.
«Abelle: ¡¡Vamos a la terraza!!» - gritó emocionado mientras subía las extensas escaleras que llevaban al último piso de la casa.
Esa azotea había sido el lugar donde días atrás conocieron a Bellatrix, una extraña entidad que los líderes de la región llamaron "oráculo". Aquella fría y tenebrosa noche no había sido la mejor experiencia para los cinco, pero esta vez las cosas se sentían diferentes, por lo que sus corazones omitieron ese mal recuerdo.
Al llegar se encontraron con una bella imagen. El ocaso había pintado de naranja todo el lugar. Vennati era una ciudad construida alrededor de la inmensa casa principal de Gémini. Las edificaciones y residencias de la población se extendían hasta llegar a una muralla blanca, hecha de una brillante roca tan blanca como las nubes de verano. Se veía mucha gente en las calles, lo que mostraba la prosperidad y tranquilidad que abarrotaba a los habitantes de este lugar. Parecía un sitio sacado de un cuento de fantasía, donde no había espacio para nada más que la felicidad.
Adam observaba con asombro mientras recordaba una de tantas conversaciones que había tenido con Noelle acerca de tener la oportunidad de empezar una nueva vida en un lugar diferente. La melancolía invadió su pecho por un instante al recordar que su compañera había estado inactiva durante casi todo el tiempo que llevaban en ese mundo, y se sintió triste al no poder compartir con ella el hermoso y sereno atardecer.
«Andy: Esto es... maravilloso».
«Giselle: Sí, señora Andy. Durante esta época del año, los atardeceres brillan más que en otros días, preparando el cielo para la ascensión de la luna de plata» - por un instante, la emoción de la joven rubia se vio opacada por el temor, y en silencio, agachó la cabeza para esconder su rostro - «Los señores no han estado en casa últimamente, y escuché que el señor Mekb hablaba de vigilar las fronteras ante la amenaza de guerra» - susurró mientras sujetaba con fuerza la mano de Abelle - «Solo espero que nada malo pase, y así pueda seguir viendo estos atardeceres junto a mi hermano».
Los cinco chicos la miraron con sorpresa. Ellos solo habían pensado en la dificultad que enfrentaban para regresar a casa, y esto los llevó a ignorar por completo que había un sentir que pertenecía a los habitantes de este mundo. Aunque para ellos todo era un conflicto ajeno en el que solo se involucrarían para poder regresar a casa, no podían ignorar el temor que sentía aquella chica que se había esforzado por atenderlos y hacerlos sentir mejor. Un pensamiento común se sembró en sus mentes, y por un momento sintieron el deber de proteger a los dos hermanos de lo que estaba por venir.
«Sarah: Todo va a estar bien» - replicó mientras les acariciaba la cabeza a ambos.
Giselle levantó el rostro y sonrió con ilusión ante lo dicho por la chica de cintas rosa. Las palabras de Sarah carecían de soporte pues ella, al igual que sus amigos, desconocían lo que sucedía o podría ocurrir. A esto se sumaba que ignoraban por completo el cómo se podrían defender, y menos idea tenían de cómo podrían proteger a alguien más, pero aun así, la seguridad con la que la Sarah había hablado no solo sirvió para apaciguar el miedo en el corazón de los dos hermanos, sino que también llenó de valentía a sus cuatro compañeros, quienes respaldaron con firmeza sus palabras.
«¡Gracias por todo, señora Sarah!» - dijeron emocionados.
«Giselle: Iremos a cocinar un gran banquete para ustedes, así que por favor bajen a su habitación y esperen un momento» - añadió antes de halar del brazo a su hermano para salir corriendo.
Los cinco chicos atendieron la instrucción de la joven sirviente y bajaron a esperar. La noche ya se había instalado, y como lo mencionaron antes, una brillante luna empezaba a hacer su aparición, adueñándose lentamente del cielo.
Sarah avanzó primero, y antes de abandonar la terraza, se detuvo para dirigir una desafiante expresión hacia sus amigos.
«Sarah: Cuento con ustedes» - dijo mientras el brillo albo de la luna de plata se reflejaba en sus ojos color miel.
...
Al día siguiente, los cinco estaban recluidos en sus camas, producto de un intenso malestar. Esa misma tarde fueron visitados por Be, quien se encargó de hacerles una breve revisión.
«Be: No hay nada de qué preocuparse» - dijo sonriendo - «Solo tienen el cuerpo sobrecargado. Su organismo aún no se acopla a nuestro entorno rebosante de eos, por lo que tienen ciertas reacciones que pueden provocar situaciones como esta».
«Abelle: ¿Es nuestra culpa, señora Be?»
«Be: ¡No, no, no!» - contestó entre risas - «Ustedes solo querían entretenerlos y eso no es malo, así que no deben culparse por nada».
La desconcertante hermosura de aquella mujer hacía que todos los presentes fijaran plenamente su atención en ella. Cada palabra y expresión que provenían de Be agitaba sus corazones, al tiempo que los llenaba de tranquilidad. Una sensación contradictoria, totalmente inexplicable como su belleza misma.
«Be: Ahora solo queda recuperarse. Deberán guardar reposo absoluto y evitar salir de aquí durante estos días, ya que dentro de la casa se ha regulado el flujo de eos para que ustedes puedan estar bien. Tienen que estar en las mejores condiciones para cuando vengan por ustedes, así que se quedarán en la habitación bajo el cuidado de Giselle y su pequeño hermano, ¿entendido?»
Se retiró al terminar de hablar y todo fue silencio por un momento. A diferencia de la calma que daba la dulce voz de Be, cualquier ruido que perturbara el lugar se sentía como una tortura para los chicos. Los dos hermanos cuidaron de ellos durante ese tiempo, mientras retomaban sus fuerzas y terminaban de adaptarse.
Para la mañana del día 29 ya se encontraban bien, y buscaban formas de distraerse. Tenían prohibido salir de la gran casa, por lo que era el encierro lo que ahora los afectaba. Pasaron toda la mañana entre juegos e historias, hasta que llegó la hora del almuerzo. Giselle y Abelle habían preparado un espléndido menú, al igual que los días anteriores. Pudieron disfrutarlo al máximo y quedaron totalmente satisfechos, por lo que, luego de unos minutos, se vieron abrazados por el deseo de tomar una gran siesta. Uno a uno empezaron a caer dormidos, pero Adam decidió subir a la terraza a tomar aire. Ya arriba, se ubicó en un lugar sombreado y poco a poco se dejaba llevar por el sueño, mientras observaba el limpio cielo de la ciudad. Su conciencia empezaba a desvanecerse y sus párpados se hacían cada vez más pesados, hasta que no pudo mantenerse despierto.
...
«???: Adam, Adam...»
El chico de cabello rojizo se levantó de inmediato, mirando hacia todo lado para ver de dónde provenía esa voz, pero en aquel lugar no había nadie más. Transcurrieron algunas horas desde que se quedó dormido, y el cielo empezaba a teñirse de colores, anunciando la llegada del ocaso.
«???: Adam, ¿qué pasa? Tu ritmo cardiaco está acelerado».
De reojo pudo notar como un destello de luz naranja parpadeaba en su brazo derecho.
«Adam: ¡¿Noelle?!»
«Noelle: Si, esa soy yo» - respondió bromeando - «Hola de nuevo».
Kay había mencionado que las IAAC durarían entre 25 y 35 días inactivas a causa de la limpieza del eos. Su regreso era algo esperado, pero no dejaba de ser una alegre sorpresa que llegaba en el mejor momento.
«Adam: Todo está bien, ¿verdad? No puedes irte de nuevo... no me dejes solo con lo que viene...»
«Noelle: Ya, ya, todo estará bien» - dijo con tono de consuelo - «El doctor Larssen nos informó sobre lo que sucede en este lugar, antes de que entráramos a hibernación».
«Adam: No sé qué va a pasar, y la verdad es que...»
Cortó sus palabras intentando ocultar lo que afligía su mente, pero era inútil. A fin de cuentas, su asistente estaba al tanto de cada reacción al interior de su cuerpo, por lo que sabía a la perfección que no estaba del todo bien.
«Noelle: Tienes miedo, ¿no es así?»
Todo quedó en silencio por un instante, hasta que el sonido de la brisa se escuchó en la terraza. Adam se recostó de nuevo y cerró los ojos, deseando que el viento soplara con más fuerza, hasta que lograra arrastrar todas sus preocupaciones.
«¿Está bien querer algo así?» - pensó.
En ese instante, las imágenes de lo vivido en los últimos días invadieron su mente. Durante este tiempo, sus amigos se habían esforzado para poder adaptarse al abrupto cambio en sus vidas. Cada uno buscaba hacerle frente a esto a su modo, con el único fin de vencer el temor. La pelea por regresar a casa había iniciado desde el primer día para ellos, y Adam sabía que no podía convertirse en una carga para los suyos mientras se quedaba esperando a que la brisa se llevara sus problemas, menos ahora que Sarah había confiado en su palabra.
«Adam: No... no tengo miedo» - respondió mientras levantaba su mano hacia el cielo, como si quisiera alcanzar las primeras estrellas que alumbraban con la llegada de la noche - «No puedo tener miedo cuando los demás pelean por dejar ese sentimiento atrás».
Noelle no tuvo que verificar los signos de Adam para notar que su agitado ritmo cardiaco se había convertido en un sereno palpitar. La melodía que salía de su pecho había erradicado las dudas que hasta hace un momento lo perturbaban.
«???: ¡¡Señor Adam!!» - una voz infantil llamó desde la entrada.
«Noelle: ¿Quién es?»
«Adam: Solo es Abelle, luego te explico. Por ahora es mejor que te mantengas oculta» - respondió en voz baja mientras se ponía de pie.
El pequeño sirviente trataba de recuperar el aliento, apoyando sus manos sobre sus rodillas.
«Abelle: Lo estábamos buscando con urgencia. Gracias a los astros lo encontré pronto».
«Adam: ¿Qué sucede?»
«Abelle: Los señores están en el gran comedor junto a sus amigos, señor. Solo falta usted, y lo están esperando».
Adam se sorprendió y empezó a caminar sin decir nada. La situación se había tornado algo confusa e inquietante, pues habían pasado varios días sin ver a ninguno de los miembros principales de la región. Además, desde su llegada a Gémini, el salón del comedor se había convertido en un escenario de crueles batallas y extrañas conversaciones, por lo que no era una buena señal el ser convocado a ese lugar.
Al llegar atrajo las miradas de todos los presentes. La mesa tenía algunos platos que se veían deliciosos. No entendía a qué venía todo esto, pero avanzó sin consultar nada. En un lado de la mesa estaban los dos señores junto a Mekb y Muliphein, además de que había otros dos asientos vacíos. Sus amigos estaban sentados frente a ellos, y detrás se encontraba Giselle. Adam entró en silencio y tomó el lugar libre junto a Sarah. Abelle se quedó de pie junto a su hermana, custodiando la espalda de los chicos.
«Sarah: Otto regresó, al igual que las IAAC de los demás» - susurró rápidamente - «¿Noelle está bien?»
Adam asintió suavemente con la cabeza, antes de dirigir su mirada hacia los que estaban frente a ellos.
«Pólux: Buenas noches, niños. Lamento que tengan que venir así, pero algunas cosas no se han dado como estaban planeadas» - dijo antes de hacerle una señal con su mano a Mekb, quien se levantó de inmediato y salió del lugar - «Como ya se les había informado, el día de mañana tendríamos una importante visita que los ayudará en la primera etapa de su entrenamiento. Sin embargo, y por razones ajenas a nuestro control, se decidió adelantar la recepción, y los visitantes llegaron mucho antes de lo esperado».
Un extraño ruido se escuchó desde el pasillo de ingreso al comedor. Percibieron una voz desconocida proveniente del mismo lugar, opacada por el fuerte caminar de aquel desconocido. Cada uno de sus pasos retumbaba como si estuviese rompiendo el mármol del suelo que acababa de pasar. Todo se quedó en silencio justo antes de que pudieran ingresar. Tras unos segundos, Mekb apareció nuevamente y se acercó a la mesa.
«Mekb: Ya está aquí, mi señora».
«Pólux: Bien, hazlo pasar».
El paladín aceleró su caminar hacia la puerta, y con su mano le indicó al invitado el camino a seguir.
«Mekb: Bienvenido nuevamente a las Puertas Gemelas, señor».
Una inmensa silueta cruzó la entrada. El impacto de sus pisadas sorprendió a los chicos.
«Pólux: Hola, Aldebarán».
Una brillante sonrisa se asomó en el rostro de aquel hombre de piel sutilmente morena, que vestía de forma bastante descuidada, contrastando totalmente con la palidez y elegancia de los líderes de Gémini. Sus rasgos faciales también parecían desentonar, pues tenía ojos grandes y oscuros, que reflejaban una extraña mezcla de poder y despreocupación. Usaba un pantalón ajustado y un largo chaleco de cuero marrón claro, que combinaba con el color de su cabello, y que dejaba al descubierto la definida musculatura de su pecho y abdomen.
Sus extremidades superiores, acordes al resto de su cuerpo, era fornidas e imponentes, pero lo que realmente llamaba la atención eran las dos marcas que sobresalían en la cara externa de sus antebrazos. En el lado derecho tenía algo similar a un 7, y en el izquierdo tenía dibujada la misma figura, pero reflejada. En su mano derecha destacaba un brillante e inmenso anillo dorado que llamó de inmediato la atención de Adam y Sarah. La joya tenía incrustada una placa negra que tenía un extraño grabado.
«Adam: Eso se parece a-»
«Sarah: Tauro...»
«Adam: Todo aquí parece tener relación con las estrellas antiguas» - le musitó a su compañera.
Los otros tres chicos no parecían entender de lo que hablaban sus dos amigos, por lo que no prestaron mucha atención. En la Tierra, un mundo en el que había tomado fuerza una postura académica y social que abandonaba la fantasía y viejas tradiciones, los estudios del espacio y las estrellas habían sido relegados, al punto en que solo ciertos académicos se dedicaban a ese tema, y lo hacían de forma estrictamente científica. El cielo había dejado de ser de interés para la sociedad, y ahora solo era un espectáculo que muy pocos apreciaban. Por eso, todo tipo de conocimientos menos técnicos sobre el tema como lo eran la astrología y la mitología relacionada con los astros y el universo habían pasado al olvido. Sin embargo, Adam y Sarah habían coincidido en su fuerte gusto por las viejas historias de antiguas civilizaciones que habían basado su existencia en los cuerpos celestes, y fue gracias a esto que habían empezado a notar que muchos detalles de Tigarden eran semejantes a lo que conocían.
El hombre se acercó a la mesa y con suavidad tomó la mano de Pólux.
«Aldebarán: Muchas gracias por recibirme así» - replicó con voz gruesa y resonante - «Espero que esto no haya causado muchos problemas».
«Pólux: No es algo que no pudiésemos manejar».
Aldebarán pasó a centrar su atención en Cástor, quien notó esto y lo vio de reojo. El gran hombre tomó uno de los asientos libres y lo ubicó para sentarse justo al lado del líder de la región. Sus miradas desafiantes se cruzaron durante algunos segundos. Todos se quedaron en silencio, dejándose absorber por la repentina tensión que se había apoderado el entorno.
«Aldebarán: Lastimosamente hoy no vengo por ti, mi buen amigo» - dijo mientras le daba palmadas en la espalda.
«Cástor: No soy amigo de una bestia sin modales».
«Aldebarán: ¡¡JAJAJAJAJA!!» - su fuerte risa hacía vibrar las copas y platos de la mesa.
«Pólux: Y bien, Al, ¿a qué se debe la visita inesperada del gran señor de Taurus? Se suponía que solo vendrían tus guardianas y esperarían unos días mientras se ordenaba todo para el viaje de los niños».
«Aldebarán: Sí, sí, ese era el plan. Mis Pleyades llevarían a tu gente hasta mi región, y yo solo esperaría su llegada, pero no aguanté la ganas de comprobar la verdad tras los rumores» - respondió antes de tomar un gran trozo de carne con su mano y comérselo de un bocado - «No podía creer que uno de los guardianes de Alphcam siguiera vivo, ni mucho menos llegué a pensar que La Mano de Sirio hubiese cambiado de esa forma» - dijo mientras miraba a los chicos y empezaba a reír - «Es gracioso que sean cinco; cada uno es como un dedo».
«Cástor: Las bestias no saben mentir» - susurró.
«Pólux: Estaré de acuerdo con mi hermano en esta ocasión».
Los dos señores de Gémini lo miraron fijamente sin sonreír, haciendo que la carcajada de aquel hombre se fuera apagando lentamente.
«Aldebarán: Ya, ya. No es necesario que me miren así. Me hacen sentir como si la oscuridad de sus ojos estuviera a punto de tragarme» - respiró profundo y dejó salir un gran suspiro, antes de tomar una copa y beber todo su contenido de un solo trago - «Las cosas no han estado muy tranquilas en Iakos. Desde que la luna de plata de este año empezó a aparecer en el cielo, todas las regiones han estado atentos al retorno de la reliquia. Al parecer, la gente de Nyx ha infiltrado algunos gobiernos, y la traición que ustedes sufrieron por parte de Alhena es una prueba de esto. Eso les permitió conocer que La Mano había trascendido, aunque realmente no conocen con certeza la situación de la joya. A esto se sumó el hecho de ver que el joven Muliphein Merc de Sirio seguía con vida. Todo esto tomó por sorpresa a todo Tigarden, incluyéndome, pero quienes se vieron más afectados con lo anterior fueron los del norte, pues según los informes obtenidos, en ningún momento llegaron a considerar la presencia de una figura tan importante y poderosa que se daba por muerta desde hace doscientos años. La información recopilada también muestra que se han intensificado movimientos sospechosos en las fronteras con Aries. Hemos capturado a algunos intrusos, pero todos se han quitado la vida antes de siquiera lograr identificar su lugar de origen. Aunque sé que la seguridad en Gémini es espléndida, no quiero que suceda algo que perturbe la tranquilidad de todos. Por eso decidí adelantar el viaje y acompañar a la comisión enviada, para así custodiar personalmente el traslado de la reliquia, minimizar los riesgos y cuidar a mis Pleyades. En Aquarium ya están al tanto de esto, y también están adelantando lo necesario para cuando la reliquia deba visitar ese lugar».
Los chicos escuchaban sin entender lo mencionado. Nuevamente se veían inmersos en una situación que ignoraba totalmente cualquier opinión que pudiesen tener al respecto. Los últimos días pasaron sin mayor novedad, y la tensa calma que los acompañó en este tiempo había hecho que olvidaran las condiciones en las que realmente se encontraban. Sin embargo, la aparición de aquel desconocido les recordó con cierta crueldad que sus existencias en este nuevo mundo están a disposición de las órdenes de otros.
«Cástor: Uhm...» - dejó salir un suave ruido que evaporó el silencio que se había apoderado del salón durante unos segundos - «Parece que lo mejor es empezar pronto con la preparación de los jóvenes».
«Pólux: Es lo mejor. El proceso de acople finaliza a la media noche» - añadió - «Habrá que apoyar a Aldebarán y preparar todo para que emprendan su viaje mañana».
«Aldebarán: Preferiría salir a la madrugada. Mi viaje a Vennati habrá pasado desapercibido, así que entre más tiempo pase, más posibilidades hay de tener problemas en el camino».
«Cástor: Sí... parece que la bestia por fin pudo usar su cerebro».
«Aldebarán: ¡JAJAJAJA!» - su risa aturdió a los chichos, quienes se cubrieron los oídos con sus manos - «Siempre apreciaré los cumplidos de mi mejor amigo».
El líder de Taurus golpeteaba la espalda de Cástor, mientras este solo trataba de ignorarlo con frialdad.
«Pólux: Entonces deberían comer» - le dijo con dulzura a los cinco - «Será un viaje largo, así que no es bueno salir con el estómago vacío. Mientras lo hacen, ordenaré que preparen una vestimenta acorde que les permita distinguirse como parte de la Casa Principal de Gémini».
Al escuchar esto, Giselle y Abelle salieron de prisa del comedor, para cumplir con la instrucción emitida por su señora.
Los cinco miembros del Equipo Eternal empezaron a comer en silencio. Habían aceptado el hecho de que no estaban en posición de contrariar nada, así que solo les quedaba agachar la cabeza y obedecer. Sus pensamientos se sincronizaron para sumirse en la resignación de tener que enfrentar nuevamente un entorno desconocido, en el que iniciaría una etapa más de su proceso de acople a este nuevo mundo.
...
Al terminar la cena, los chicos fueron llevados hasta su habitación bajo la escolta de Mekb. Una vez adentro, notaron que encima de sus camas estaban ubicados unos relucientes trajes blancos con bordes dorados que demarcaban las costuras finamente cosidas. El paladín les indicó que debían ponérselos de inmediato, por lo que les dieron un momento para cambiarse. Los cinco trajes constaban de un pantalón, una camisa y un saco de cola larga que se asemejaba a una capa, acompañados de unos impecables botines del mismo color. Todos habían sido fabricados a la medida de cada uno, y se ceñían perfectamente a sus figuras.
«Abelle: Se ven hermosos» - dijo deslumbrado cuando pudieron ingresar de nuevo a la habitación.
«Giselle: ¡Sí, sí!» - asintió - «Ahora solo falta un detalle».
La joven sirvienta abrió un cofre de madera que sostenía en sus manos. De él salió un sutil resplandor dorado que fue tomando la forma de cinco brillantes placas.
«Sarah: Esto es...»
«Abelle: Es el emblema de Heracles, señora Sarah».
«Giselle: Yep, solo que ahora es una reluciente Medalla del Día, la insignia dorada que los identifica como miembros del más alto nivel de nuestra región».
Los dos hermanos tomaron los botones y se los pusieron en el lado derecho del cuello del saco.
«Akane: ¿De verdad estamos dispuestos a sacrificar nuestras vidas por este lugar?» - susurró.
Un suave golpe en la puerta atrajo la atención de todos. Abelle se apuró a abrir y al otro lado se encontraba Kay, quien ingresó a la habitación mientras la pareja de sirvientes salía sin decir nada.
«Kay: Vaya, se ven muy bien con ese traje de gala» - comentó con una sonrisa que se desdibujó lentamente al ver que los cinco chicos conservaban una expresión carente de emoción - «Bueno, solo venía a informar que ya casi es la hora de salir, así que deben ordenar todo y estar en la puerta principal en treinta minutos».
Salió nuevamente y los hermanos ingresaron tras unos minutos, pero esta vez tenían unas bolsas de tela amarradas con una pequeña cinta blanca.
«Abelle: El equipaje que se preparó para ustedes ya está en el carruaje del señor Aldebarán. Queremos desearles un buen viaje y... y» - la voz del pequeño empezó a quebrarse, y una lágrima cayó por su mejilla derecha.
«Giselle: Gracias a ustedes hemos pasado días muy divertidos, y queríamos decirles, sin intención de sonar irrespetuosos, que extrañaremos servirles. Sabemos que no hacen todo esto solo por nosotros, pero queríamos agradecerles por darnos, además de buenos momentos, una ilusión de estar protegidos ante las dificultades que empiezan a asomarse en la región. Por eso quisimos preparar algo para demostrar toda nuestra gratitud».
La joven rubia le entregó a cada uno una de las bolsas de tela. Los chicos las recibieron y notaron que eran algo pesadas, por lo que removieron la cinta para ver su interior.
«Giselle: Son caramelos y postres preparados por nosotros. Esperamos de todo corazón que sean de su agrado y puedan servir para trasmitirles el aprecio que mi hermano y yo sentimos por ustedes» - dijo antes de dejar salir una inmensa y encantadora sonrisa.
La gélida expresión de los chicos poco a poco se fue derritiendo para dejarse invadir por la amabilidad de los dos sirvientes. Sarah se acercó y les dio a ambos un fuerte abrazo que los tomó por sorpresa.
«Sarah: Muchas gracias» - dijo mientras se apartaba para pararse frente a ellos.
Ninguno de sus amigos dijo nada más, pero en sus rostros se notaba el mensaje que tenían para los dos hermanos. Las palabras que la chica de cintas rosa les había dicho en la terraza días atrás se veían reafirmadas por la decidida expresión que ahora mostraba, y a su espalda se asomaban los demás, quienes apoyaban sin dudar la voz de su líder.
«Sarah: ¡Bien! Hora de salir» - replicó con firmeza.
«¡Sí señora!» - respondieron los dos hermanos, quienes avanzaron primero para guiar a los demás.
...
«Giselle: Aquí nos despedimos» - dijo sonriendo - «¡Esperamos su pronto regreso!»
Las inmensas puertas de la entrada principal se abrieron, dejando pasar el frío aire del exterior. Afuera estaba aparcado un inmenso carruaje de madera oscura, halado por dos grandes e imponentes toros dorados, cuyos cuernos apuntaban hacia adelante como la espada de un arcabuz.
Una entrada lateral de la carroza estaba abierta, por lo que se podía observar que al interior estaban sentados Kay y Muliphein. Afuera de este se encontraban Pólux y Mekb, parados frente a Aldebarán y dos mujeres desconocidas que se aferraban a cada brazo del imponente hombre.
«Aldebaran: ¿Están listos, niños?» - preguntó con su estruendosa voz.
Los chicos se detuvieron frente a ellos sin decir nada. La gran señora de Gémini se acercó y con serenidad tomó la mano de Sarah, antes de hablar para todos.
«Pólux: Este es el primer paso para lograr nuestras metas. Salvar la estabilidad de Iakos será el camino que los lleve de regreso a su hogar. Puede verse muy egoísta e injusto vincularlos a los conflictos de tierras que son ajenas a sus ojos y corazones, pero para nosotros, ustedes son el pilar de la esperanza... la esperanza de paz. Tiempos difíciles se acercan, y deben estar preparados para cuando las nubes de tormenta se posen sobre nuestras cabezas. Por eso deberán emprender este corto viaje, en el que conocerán la forma y el color de su espíritu, lo que les permitirá controlar la energía natural que rige sus existencias» - lentamente se apartó, dejando el camino libre para que se acercaran al carruaje - «Dos de los miembros más importantes de las Puertas Gemelas los acompañarán. Siéntanse protegidos por la gloria de Gémini».
«Aldebarán: Tan rígida como siempre...»
«Pólux: Solo quiero que no olviden la importancia de todo esto».
«Aldebarán: Son niños que tienen mil preguntas ahogando sus corazones. Yo creo que hacerles las cosas un poco más animadas sería de más ayuda que un discurso tan frívolo».
Sarah avanzó hacia el carruaje sin decir nada y los demás la siguieron al instante. El interior de este era bastante amplio y cómodo, contrastando con la apariencia pequeña y rústica de su fachada. La gran señora observó las expresiones neutras y confusas en los rostros de los cinco amigos, lo que le hizo entender que Aldebarán tenía razón. De inmediato se giró y empezó a caminar hacia la entrada de la casa principal, mientras ellos se adentraban a la carroza.
«Pólux: Solo encárgate de cuidar bien de ellos y regresarlos a salvo».
«Aldebarán: No hay de qué preocuparse» - respondió antes de cerrar la puerta y dar un gran asalto hasta la silla frontal del carruaje, donde se ubicó junto a las dos mujeres que lo acompañaban - «¡Será un paseo lleno de diversión! ¡¡JAJAJA!!»
Su estrambótica risa retumbó en los alrededores, haciendo que mucha gente de la ciudad se despertara de golpe. Las dos bestias que halaban el carro avanzaron hacia el frente con gran impulso, mientras Aldebarán tomaba las riendas para encaminarlos hacia un lugar totalmente desconocido para los chicos.
«Aldebarán: ¡Próxima parada: Simeis! ¡¡MIUUUU!!»
...
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